Ajedrez
La guerra de sexos en el ajedrez: «Parece que ser mujer es una desventaja en el tablero»
Los grandes maestros Miguel Illescas y Olga Alexandova, un matrimonio que suma una decena de campeonatos de España, comentan un estudio del primero que sostiene que, desde niñas, las mujeres juegan peor. «Contra las matemáticas no se puede luchar», dice ella
La primera vez que Judit Polgar derrotó a un gran maestro, lo descubrió poco después dándose cabezazos en un ascensor. Que ella fuera una niña no justifica la actitud del profesional. Tampoco Garry Kasparov supo comportarse al principio con la mejor ... ajedrecista de la historia y sus dos hermanas. El ruso llegó a decir que las Polgar eran «marionetas de circo» y que una mujer nunca podría ganar al número uno.
Las «títeres» son hoy leyenda. Susan se clasificó en 1985 para participar en el Campeonato del Mundo absoluto, al que la Federación húngara no le permitió acudir. Luego ganó varias veces el Mundial femenino, triunfo que no borra la vergüenza que la Federación Internacional (FIDE) y el mundo entero consintieron, no hace tanto.
La pequeña de la familia, Judit, llegó aún más lejos. Con 12 años entró en el top 100 y con 15 superó otro récord, como gran maestro más precoz de la historia, por delante de Bobby Fischer . En 2002 venció a Kasparov y tres años más tarde ingresó en el club de los diez mejores ajedrecistas del planeta. Entre sus víctimas figuran, por citar solo algunos campeones del mundo, Spassky, Karpov, Anand, Topalov y Carlsen.
«Gambito de dama»
La húngara recuerda a la protagonista de «Gambito de dama» y es la prueba viviente de que las mujeres pueden jugar igual que los hombres. Hace unos días, confesaba a AFP que tuvo un «déjà vu» cuando vio en la serie de Netflix que Beth está tensa y teme no resistir la presión contra Borgov, justo lo que ella sentía contra Kasparov. Pero, ¿es Judit Polgar una anomalía estadística, puede que irrepetible? Desde que se retiró, ninguna otra mujer se ha acercado a sus registros. A las niñas les faltan modelos como el suyo.
Hace unas semanas, un estudio publicado en ChessBase por el holandés Wei Ji Ma sostenía que la única causa por la que no hay (más) representantes femeninas en la élite es que, sencillamente, son una minoría muy pequeña. El profesor de Neurociencia y Psicología en la Universidad de Nueva York analizó las puntuaciones Elo de los casi 20.000 jugadores de la India y destacó dos datos: que ellas solo son el 6,1% del total y que la media de puntuación de hombres y mujeres es casi idéntica. Ojalá fuera tan fácil.

Perplejo ante estos datos, el octacampeón de España Miguel Illescas , director del portal Ajedrez 21 , decidió realizar su propio estudio, que aparecerá en el próximo número de la revista «Peón de rey» y al que ABC ha podido acceder antes de su publicación. El gran maestro barcelonés no se ha conformado con un solo país y ha analizado la lista Elo (noviembre de 2020) de todos los jugadores del mundo. Él no excluye a ningún grupo, salvo a los ajedrecistas que la FIDE considera inactivos, como Kasparov y Polgar, por llevar más de un año sin jugar partidas oficiales de ajedrez clásico.
200 puntos de desventaja
Las conclusiones de Illescas son demoledoras. En el conjunto del planeta, los hombres tienen 200 puntos más de promedio que las mujeres (1646 frente a 1445) y entre los más jóvenes, sub 14 y sub 10, también las chicas juegan peor, aunque la distancia sea menor. La muestra es amplia y difícilmente rebatible: 194.123 jugadores, de los cuales 174.565 son hombres (89,92%) y 19.558 son mujeres (10,08%).
Las «buenas» noticias escasean, pero algunas hay. La principal es que entre los más jóvenes, el porcentaje de participación femenina crece y es incluso mayor en la categoría sub 14 (20,07%) que entre los sub 10 (18,42%). «Quizá la muestra sub 10 es menos significativa», apunta Illescas. «O puede deberse a que potencias como China suelen federar tarde a los niños».

Pero lo principal es que las mujeres de todas las edades obtienen resultados inferiores a lo esperado por su representación porcentual. Si son un 10%, cabría suponer que habría una decena en el top 100, pero solo la china Hou Yifan aparece, en el puesto 88. El desequilibrio se corrige ligeramente entre los puestos 500 y 1.000, «pero manteniendo una abrumadora supremacía masculina». Solo hay 6 mujeres en el top 500 y solo 16 en el top 1000. El gran maestro añade por videoconferencia: «Repasé los cálculos tres veces».
En sub 14, se repite la historia. Entre los cien primeros del mundo solo hay dos chicas, la india Shi Shavrita (58) y la china Miaoyi Lu (70). Y si nos fijamos en el promedio, también se constata que juegan peor, aunque la brecha es «solo» de 60 puntos y en sub 10 no llega a 50. «Cuando vi los promedios de las niñas me sorprendí más», admite Miguel Illescas. «En mujeres lo entiendo, hay una brecha histórica, pero en sub 14 no ha habido tiempo de segregar a las niñas, y eso que computamos a las que juegan, no a las que lo dejan». El gran maestro apunta una posible causa a estas diferencias, muy difícil de comprobar: «Habría que ver cuántas partidas ha jugado cada ajedrecista. Puede ocurrir que por cada partida que disputan las niñas, los chicos jueguen cuatro y que por eso alcanzan niveles más altos».
Illescas también cuenta que hizo algún experimento, como ver cuántos ajedrecistas había de 1991, por ejemplo, y comprobar si la representatividad se mantenía. «Son el 2% del total y, en efecto, en el top 1000 había 20. Ocurría lo mismo con los nacidos en otros años, pero no con los de 1950. ¿Por qué? Porque son viejos. Nacer en 1950 es un hándicap para jugar al ajedrez. Pues bien, parece que ser mujer también es una desventaja».
La visión femenina
Cabría pensar que la gran maestra femenina Olga Alexandrova , casada con Illescas y excampeona de Ucrania y de España, tendría algo que oponer, pero ella es aún más contundente. «Contra las matemáticas no se puede luchar, son estadísticas», afirma.
Ambos, por cierto, tienen una hija de doce años que ha dado clases durante media vida, pero Diana prefiere otras disciplinas artísticas (y habla cuatro idiomas). Sobre un futuro acercamiento entre hombres y mujeres, Alexandrova asegura: «Yo soy pesimista y creo que siempre va a ser así». «Las mujeres lo tenemos más difícil. Nos quedamos embarazadas, luego damos a luz, el pecho… incluso la menstruación nos puede afectar. La propia Judit Polgar bajó un poco cuando empezó a tener niños», añade.
Algunas diferencias sociales o genéticas ya se aprecian en el colegio, apunta la pareja. «Las niñas miran muchas extraescolares antes que el ajedrez, mientras que para los chicos igual es la tercera opción, después del fútbol y alguna otra», asegura Olga. «En el patio, los niños se matan por dar una patada a la pelota y las niñas socializan, tienen otro tipo de juegos», añade Miguel, que da con una clave no tan evidente: «Si hablamos de boxeo, nadie se plantea que las mujeres puedan pelear con los hombres. A lo mejor en ajedrez lo físico es más importante de lo que la gente profana cree, que encasilla nuestro deporte como algo puramente intelectual».
Este factor está relacionado con el competitivo, que Illescas suele definir también como «mala leche»: «Para rendir a alto nivel, incluso a nivel aficionado, el deseo de ganar es muy importante. No sé cuánto pesa el conocimiento y cuánto la voluntad o el carácter, pero el porcentaje no es 90-10. Igual es 60-40 o 50-50. Las niñas quizás no tienen el mismo interés o agresividad», sugiere Miguel. «Yo desde pequeña siempre jugué contra los niños. Lo hacía porque me gustaba, pero no tenía ese instinto de matar. Nunca», aporta Alexandrova. «Llevamos invitando a las mujeres a salir a cazar mamuts solo cien años. La genética es muy lenta. Igual tienen que pasar 300 para que sean igual de competitivas», remata Illescas.
Sobre la cuestión de los referentes, el director de Ajedrez21 recuerda que Kasparov solo cita a hombres en su obra «Mis geniales predecesores». Por otro lado, «el ajedrez siempre ha sido un reflejo de la sociedad y la mujer todavía está relegada a un papel secundario en muchas esferas de poder».
Alexandrova e Illescas defienden la necesidad de mantener competiciones exclusivas para chicas o al menos premios femeninos en las competiciones mixtas. «Si no, no habría casi ninguna jugadora profesional y en las Olimpiadas no habría mujeres, porque los equipos quieren ganar el oro», asegura Illescas. La discriminación positiva, argumenta, también es necesaria para luchar contra la brecha de genéro.
Violencia sexual
Susan Polgar también critica el sexismo en la educación y en los juguetes, y añade otros factores más «incómodos» para defender las competiciones femeninas y que haya más entrenadoras. En su experiencia y en la de sus alumnas, muchas deben escuchar comentarios desagradables, como que el ajedrez «no es para niñas».
Las que resisten, aún deben afrontar a un pequeño porcentaje de chicos poco respetuosos. «Algunos hombres me hicieron sentir incómoda e incluso en peligro, haciendo propuestas sexuales. Por eso, elegí vestir de forma menos atractiva», cuenta con pena la excampeona. «El camino fue largo y doloroso. Hubo noches de insomnio y lágrimas para llenar un lago», añade.
Su hermana Judit termina con un consejo: «Si un entrenador ve a una chica de siete años con talento, por favor que no le diga que podría ganar el Mundial femenino. Que le diga que podría ser el mejor del mundo».
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