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El Hércules español

Javier Gómez Noya, que compite bajo su responsabilidad por un enigma cardiaco, ensalza su caché con su tercer Mundial

El Hércules español

J. C. CARABIAS

Hubo un tiempo en que Javier Gómez Noya (Basilea —Suiza—, 30 años) era un deportista atribulado, en permanente conflicto con su futuro. Los médicos del antiguo equipo de gobierno del Consejo Superior de Deportes (CSD) le recomendaban descanso y vida placentera alejada del agua, la bici o las zapatillas de footing por una presunta enfermedad coronaria, una valvulopatía aórtica congénita. Le aconsejaron primero y le prohibieron después. No podía competir bajo el amparo de las autoridades deportivas españolas. Perdió su licencia. En el dilema científico, el gallego criado en Ferrol y residente en Pontevedra confió en el criterio de sus asesores médicos. Le indicaban que su aorta nunca le jugaría un trance penoso. El triatleta y el CSD firmaron un acuerdo según el cual Gómez Noya concursa bajo su propia responsabilidad y la de sus médicos, Nicolás Bayón y Steve McKenna. Han pasado ocho años de aquello. El corazón no le ha fallado. Lo atestiguan sus éxitos: ha logrado su tercer título mundial en la disciplina deportiva más exigente, el triatlón (1.500 metros a nado, 40 kilómetros en bicicleta y 10 a pie).

No hubo Federación Española de triatlón hasta 1989 y no hubo conocimiento popular de la existencia en nuestro país de este deporte hasta los Juegos Olímpicos de Sidney 2000, cuando Iván Raña asombró al personal con su estilo de potro salvaje y un quinto puesto en una modalidad excitante, pero extraña. Raña estimuló el gen competitivo de Gómez Noya y con el tiempo consolidaron una amistad que se mantiene hasta hoy. El triatlón había sido importado desde Estados Unidos y Australia, pero por entonces lo practicaban cuatro gatos en España.

Gómez Noya proviene de la piscina, de donde salió a la superficie para exigirle algo más a su cuerpo. En una semana tipo recorre 20 kilómetros en el agua, 400 en la bici y 90 en carrera continua. «Siento amor por este deporte. Sé que tengo calidad y nivel para ganar. Pero si no lo tuviera, estaría compitiendo a nivel regional, local, en mi pueblo», dijo en una entrevista con ABC.

Su punto de encuentro diario es el Centro de Alto Rendimiento de Pontevedra, donde ahora se entrena con Carlos David Prieto, un triatleta aficionado que pule sus escasos defectos en el ciclismo y el atletismo. Durante unas cuantas temporadas, Noya perdió numerosos triatlones en la prueba de ciclismo, como aquel Mundial de Lausana en 2006 en el que no se percató de una escapada que terminó llegando triunfal a pie a la meta.

Emigrante y cosmopolita, Gómez Noya se expresa en un magnífico inglés, bilingüe de manual, sin rastro de acento español. Viajero por el mundo, suele convertir los inviernos de Galicia en soleadas estancias en Australia o Suráfrica. Hasta allí se traslada durante la estación del frío para entrenarse con un grupo de triatletas que ha convertido en sus mejores amigos, el neozelandés Kris Gemmell, la sueca Lisa Norden o la chilena Bárbara Riveros.

Ocho años después del enigma médico respecto a su corazón, Gómez Noya ha replicado con éxitos. Tal vez sea el único español que ha logrado siete medallas consecutivas en un campeonato mundial (tres oros, con el que consiguió en Londres el pasado domingo), además de la plata olímpica en el mismo escenario.

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