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Tour de Francia: diez postales inolvidables de la epopeya que asombró al mundo
Actualizado: Guardar 12345678910Un albañil gana la primera edición en 1903
Maurice Garin, vencedor del Tour de 1903 - ABC Un deshollinador nacido en el Valle de Aosta (Italia) y emigrado a Francia, donde trabajaba de albañil, fue el vencedor de la primera etapa del Tour de Francia de 1903 y, a la postre, de la carrera. Maurice Garin, 32 años, 1,62 metros de altura y poco más de 60 kilos de peso, formaba parte de un pelotón de 60 corredores que partió de la posada Reveil Matin, en Montgeron, a 20 kilómetros al sur de París, a primera hora de la tarde del 1 de julio. Llegó a Lyon a las nueve de la mañana del día siguiente después de pedalear toda la noche. Hizo los 2.428 kilómetros de la ronda en seis etapas y 19 días, invirtiendo un tiempo de 94 horas y 33 minutos. Aventajó en 2 horas y 49 minutos al segundo clasificado, Pothier. Solo 21 ciclistas llegaron al Parque de los Príncipes de París.
El hombre contra sus límites
Dos ciclistas ascienden un puerto alpino en el Tour de 1927 - ROL Henri Desgrange, director del rotativo parisiense «L'Auto» (actualmente «L'Equipe»), preocupado por la bajada de ventas del diario, escuchó la propuesta de su joven redactor Géo Lefèvre para auspiciar una carrera ciclista que enlazase las principales ciudades de Francia. Desgrange, que había sido ciclista antes que periodista (logró el récord de la hora en 1893), tuvo una visión de héroes sometidos a una prueba de suprema supervivencia, de etapas de 500 kilómetros, de bicicletas de hierro de más de 20 kilos de peso, de carreteras descarnadas... «Sí, esta carrera va a ser capaz de asombrar al mundo», anunció.
Los gigantes alpinos
Un grupo de corredores llega a la cima del Galibier en el Tour de 1927 - ROL En 1910, Desgrange incluyó en el trazado cuatro grandes puertos de los Pirineos: Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque. Un año después introdujo otros dos puertos míticos, esta vez alpinos: Telegraphe y Galibier. Estos colosos tienen un efecto multiplicador sobre la leyenda del Tour. Las mejores páginas de su historia se escriben en las rampas y las revueltas de los hitos montañosos, sobre los rostros desencajados de los ciclistas que atacan o desfallecen, que hacen la goma o vuelan dándole al molinillo, que pelean con el abrupto paisaje sin apenas tener la oportunidad de mirarle a los ojos.
Coppi y Bartali comparten un bidón
Fausto Coppi y Gino Bartali en la célebre imagen del Tour de 1949 - EPA Uno de los gestos más hermosos de la epopeya ciclista tuvo a dos leyendas del ciclismo italiano como protagonistas: Gino Bartali y Fausto Coppi.Ocurrió en el Tour de 1949, cuando en el Aubisque (¿o quizás fue en el Tourmalet?) Coppi le pasó el bidón a Bartali (según otras versiones, fue al revés). En aquellos tiempos disputaban la carrera francesa selecciones nacionales, e Italia estaba dividida entre los partidarios del enjuto Ginettaccio florentino y el elegante Campionissimo. En realidad nunca hubo enemistad entre ambos, aunque sí una enconada rivalidad deportiva.
Héroes de la edad de hierro
De izquierda a derecha, Poulidor, Bahamontes y Anquetil en el Tourmalet en 1963 - ABC Miren a estas tres leyendas. A la derecha, Jacques Anquetil, Monsieur Crono, el primer pentacampeón del Tour, frío, insolente, calculador, hasta ventajista, dirían sus críticos; elegante, superclase, inventor del ciclismo moderno, contestarían sus admiradores. A la izquierda, Raymond Poulidor, Pou Pou, eterno segundón en el Tour pero primer clasificado en el corazón de los franceses. En el centro, Federico Martín Bahamontes, el Águila de Toledo, agitador irreductible cuando el asfalto se ponía cuesta arriba. Montando unas máquinas en las rampas del Tourmalet que pesaban más de doce kilos, el doble que las de ahora; con un ajuar que consistía en dos maillots y dos culotes que lavaban por la noche en el bidé; sin pinganillo para recibir información e instrucciones de carrera. En la edad de hierro el instinto, casi siempre, le podía a la premeditación.
Muerte en el Mont Ventoux
El doctor Dumas atiende a Tom Simpson minutos después de su desfallecimiento durante la etapa Marsella-Carpentras del Tour 1967, en la subida al Mont Ventoux. Moriría poco después - ABC El Mont Ventoux es una montaña de la región de Provenza, en el sureste de Francia, a unos 20 kilómetros al noreste de Carpentras. Su cumbre, casi un paisaje lunar, forma parte de la leyenda del Tour desde que fue ascendida por primera vez en la edición de 1951. Desde entonces, 13 ciclistas han inscrito con letras de oro su nombre en la cima, dos de ellos españoles (Julio Jiménez en 1967 y Juan Manuel Gárate en 2009). Pero el Mont Ventoux estará siempre ligado a una de las tragedias más terribles de la historia del ciclismo. En el Tour de 1967, en la etapa Marsella-Carpentras, el ciclista británico Tom Simpson empezó a cabecear a dos kilómetros del puerto. Finalmente cayó sobre el asfalto. Cuando las asistencias de su equipo llegaron a su posición, él insistió en retomar la carrera. «Put me back on the bike!» («¡Subidme a la bicicleta!») fueron sus últimas palabras. Continuó 500 metros más, hasta derrumbarse inconsciente. A pesar de los intentos de reanimación y de la rápida evacuación en helicóptero, Simpson falleció a causa de una insuficiencia cardiaca ocasionada, probablemente, por una mezcla de anfetaminas (se le encontraron tres botes en el bolsillo de su maillot, uno de ellos vacío) y alcohol (algunos compañeros le vieron beber brandy al comienzo de la etapa) que le produjo una fuerte deshidratación.
La imagen doliente de Luis Ocaña
Luis Ocaña es atendido tras su caída en el Col de Mente, en el Tour de 1971 - ABC Luis Ocaña tiene el Tour de Francia de 1971 en el bolsillo con más de siete minutos de ventaja sobre el belga Eddy Merckx, «el Caníbal», pero una fatal caída en el Col de Mente, en los Pirineos, da al traste con sus ilusiones. El conquense ofrece una de las estampas de dolor más impresionantes del deporte. Ya en la meta, Merckx se negó a vestir el maillot amarillo que correspondía al rival caído. Dos años después, Ocaña se cobró la deuda con la carrera, ganándola a lo gran campeón (junto con seis etapas).
Un «caníbal» insaciable
Eddy Merckx flanqueado por Luis Ocaña (izquierda) y Raymond Poulidor - ABC Cinco Tours de Francia (1969, 1970, 1971, 1972 y 1974), cinco Giros de Italia, una Vuelta a España y más de una docena de monumentos del ciclismo, entro otras muchas carreras, jalonan la trayectoria del belga Eddy Merckx, considerado por muchos como el mejor ciclista de la historia. Quería la general, quería la montaña, quería la regularidad... lo quería todo. Según los técnicos y los médicos que lo trataron, no destacaba especialmente por su fortaleza, pero era dueño de una ambición y una rabia terribles.
Ocho segundos que valen un Tour
Fignon, Lemond y Delgado en el podio final del Tour de 1989 - AFP Sin villano, no habría películas; sin Fignon, no se podría contar la película del ciclismo de los años 80, el ciclismo de Hinault, Perico, Lemond, Roche, Bernard, Rooks, Theunisse, Kelly, Mottet..., el de las batallas sin cuartel. No había pinganillos, así que la única consigna evidente era repartir estopa. Si se podía, claro. Y Fignon, con su melena rubia, sus gafitas, su pinta de intelectual y su mala leche, pudo muchas veces. Aunque sufrió una dolorosa derrota. Perdió el Tour de 1989 por 8 segundos en una contrarreloj legendaria en París. Greg Lemond le robó la cartera gracias al manillar Scott. Como en la mayoría de las pelis, el malo mordió el polvo.
Dos gallos en el mismo corral
Pedro Delgado (izquierda) y Miguel Indurain en una etapa del Tour de 1993 - AFP Los casos abundan en la historia del Tour. Dos gallos en el mismo corral. El último ejemplo, el de los británicos Bradley Wiggins y Chris Froome, aunque en la edición de 2013 no habrá roces por la renuncia de Wiggins, el vigente campeón. Sí hubo tensiones en la década de 1980 entre Bernard Hinault y sus pupilos, Laurent Fignon y Greg Lemond, y más recientemente entre Lance Armstrong y Alberto Contador.Más natural fue el relevo entre Perico Delgado y Miguel Indurain. El segoviano fue jefe de filas de su equipo hasta que, en 1991, el navarro dio un «golpe de estado» incruento. Delgado trabajó para Indurain hasta su retirada en 1994.