El pasatiempo narrativo del día: William Hope
El puzle de Edu Galán
Una con líneas el dato biográfico del protagonista, la efeméride y el año correcto donde se produjeron ambas. Las soluciones al puzle se ocultan en el texto: encuéntrelas y disfrute de su sapiencia por partida doble
![El pasatiempo narrativo del día: William Hope](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/08/18/william-RtZgHo3ZVegO7IbwCO7CTfK-1240x768@abc.jpg)
¿Existirían los paisajes antes de la fotografía? Si asumimos tontamente que la fotografía es «Verdad» y la pintura, «Mentira», esta cuestión no se puede resolver. Aceptaremos como reales los paisajes de esa fotografía primigenia de Nicéphor Niépce (1824): dejó un tiempo de exposición ... enorme, varios días para captar la Verdad. Beethoven no pudo captar la verdad de 'La novena sinfonía' en su estreno (1824). Casi sordo andaba.
Las herramientas que crean otros nos moldean. Y nos dan oportunidades de negocio. El fotógrafo William H. Mumbler entendió rápido (1862) que aquellas marcas que aparecían en sus retratos por no limpiar bien las placas podrían venderse como fantasmas asociados a la persona fotografiada. «¡Tu primo! ¡El que palmó hace doce años!». Mumbler cayó en desgracia por culpa de otro gran estafador, el circense P. T. Barnum: le desenmascaró «fabricando» una foto suya con el muertecito Lincoln. Fotografiar espectros no cuesta tanto como la axiomatización de la geometría o la teoría de la demostración propuestas por el matemático David Hilbert (1862-1943). A cada científico que nace, supuran cientos de farsantes: a nuestro Will Hope, futuro fotógrafo de espíritus, le germinaron en Manchester en 1863. Aseguró que al poco ya veía espectros. Ese año se abrían arquitecturas humanas: ellas, no los fantasmas, permitieron estrechar el globo con el Canal de Suez. El negocio de Hope iba a la velocidad del jeta: atisbó en 1905 la posibilidad de capturar ectoplasmas y ¡a facturar! Once años después trató de engañar al químico William Crookes con una foto de su mujer muerta. Tuvo suerte: Crookes sabía que el Más Allá existe y, buen crédulo, no aceptó pruebas en contra. No leía a su colega Ramón y Cajal, quien escribió en 'Psicología del Quijote y el quijotismo' (1905): «Si, con soñadores ojos de artista, os embelesáis [observando el mundo] (...) pensaréis que aquel paraíso surgió espontáneamente por extrañ capricho (...) pero examinad el subsuelo con el reposado análisis de la ciencia».
Con el método científico -a ratos, solamente-, quiso la inglesa Sociedad para el Estudio de las Fotografías Paranormales (1918-23) analizar la veracidad de fotos esotéricas, quizá animada por el caso de las hadas de Cottingley, basado en fotos de dos niñas jugando con seres mitológicos. Un fraude que avivó el escritor Arthur Conan Doyle: gran literato por su pluma y espiritista por sus cojones. La sociedad cerró al no poder probar la veracidad de ninguna de sus instantáneas. Desaparecieron a la vez que la pandemia de la gripe española entraba en el olvido (1918-21) tras el exceso de uso: se calcula que murieron más de 50 millones de personas.
Los tejemanejes de Hope se encontraron con la Sociedad para la Investigación Psíquica, una mezcla de espiritualistas ansiosos por confirmar y científicos ansiosos por descubrir. Sin decírselo le pusieron unas placas fotográficas marcadas antes de efectuar la instantánea y se reveló que él las cambiaba por otras. No bastó esa evidencia a Conan Doyle. Tecleó un furibundo panfleto a favor de Hope, 'El caso de la fotografía de espíritus' (1922): «[La frente de Hope] es alta y eso indica un buen cerebro, sin entrenar, bajo ella». Mientras Doyle se ocupaba del misterio, el joven George Frost de Chicago iba a los hechos: quería escuchar a Al Jolson cantar en su coche. Como se ve en una fotografía no trucada de la época, el felizón instaló una radio en la puerta izquierda de su Ford.
Las supercherías se destruyen con ciencia: esa que usó Baird para emitir televisión en color (1928) o la que usaría el futuro mago y escéptico James Randi (1928-2020) para desenmascarar a fraudes como Hope. En 1960, al recibir parte del archivo de fotos «misteriosas» de Conan Doyle, el antropólogo Eric Dingwall zanjó el tema: «Son la prueba de la estupidez, credulidad y superstición humana». Ese mismo año se publicó el libro 'El retorno de los brujos'; de los charlatanes Pauwels y Bergier. Estaba sustentado por conspiranoias, pseudociencias o fantasmas. Se convirtió en un éxito instantáneo: vendieron millones de libros alrededor del mundo.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete