'Urbex': el peligro y la belleza de visitar ruinas contemporáneas
Estos «cronistas del olvido» invierten su tiempo y dinero en la exploración urbana. La espectacularidad de las fotografías y la adrenalina de la incursión cautivan a personas de todo el mundo
Lana Sator, la reina del Urbex que pagó con nueve meses en prisión explorar una fábrica de armas abandonada

El polvo, el sigilo, el peligro por el deterioro de un lugar abandonado. La adrenalina por ser descubierto, la instantánea como trofeo. La exploración urbana —'urbex', para los iniciados— consiste en la localización, documentación e inmersión en lugares inusuales, normalmente abandonados, una práctica peligrosa ... y que en ocasiones bordea la legalidad. Entrar a un salón recreativo de los años 80, recorrer los pasillos de una vieja mansión o encontrar un garaje de coches clásicos son algunas de las experiencias que buscan sus adeptos. En definitiva, localizar un lugar donde el tiempo se ha detenido.
El mundo 'urbex' es reservado, pero existe en todos los países y la espectacularidad de sus fotos cosecha centenas de miles de 'me gusta' y suscriptores en las redes sociales. La cautela es una aptitud obligatoria y no es fácil incrustarse en una de sus 'misiones'. Para tener éxito en la incursión es necesario estar alerta al mínimo movimiento o cualquier señal que pueda indicar la posibilidad de un peligro: introducirse en una zona en mal estado y caer en un agujero, coincidir con el derrumbamiento del techo o el suelo del edificio, ser descubierto. «Pies y cabeza, como solemos decir: fíjate muy bien dónde pisas y lo que tienes encima», comenta uno de los integrantes del grupo Urbex Boys al que acompaña este reportero durante la exploración de una antigua casa abandonada. Es un gran caserón metido en el bosque de la sierra de Guadarrama de Madrid y que, según parece, perteneció a un famoso político de la Segunda República.
«Un día me decidí, me aventuré a venir y a descubrir qué es lo que había más allá de la verja», menciona el explorador sobre cómo detectó el lugar. La vivienda apenas conserva algunos viejos muebles, varios sofás y un gran espejo. La moderna disposición de un gran número de salas, la decoración en las paredes y la inmensa finca donde se sitúa indican que fue una casa costosa en su momento. Además del evidente abandono del inmueble, hay marcas de saqueo y maltrato posterior, no lo suficientemente profundas para evitar imaginar el tipo de vida que ocurría en su interior, ahora penetrado por el viento.
Pero, ¿qué lleva a un grupo de amigos a tomar el riesgo de adentrarse en una ruina reciente? «Somos muy curiosos de saber qué ha pasado en el lugar, ponerle nombre y apellidos a las personas que un día le dieron vida. Todos estos parajes tienen detrás una historia que les dio un motivo y un significado«, explica el mismo integrante, que prefiere preservar su identidad. Por su predisposición a responder y el dominio del tema, se puede intuir que es el cabecilla.
El secreto de la ubicación
La incursión en sí supone una pequeña porción del proceso de exploración. La gran parte del tiempo se dedica a la búsqueda de la localización del sitio y el acopio de información, ya sea mediante internet, el contacto con otros grupos 'urbex', una búsqueda en el catastro o en Google Earth. Sin una preparación exhaustiva que aporte conocimiento sobre el porqué de su estado, su historia, sus peligros y situación legal, el explorador se enfrenta a realizar un viaje inútil, una demanda, una lesión física o el rechazo de su gremio si su actuación no ha sido acorde a los principios de todo explorador urbano: preservación del lugar y discreción absoluta.

Uno de los códigos más extendidos en la práctica es el secreto de las ubicaciones, que sólo se transmiten en ambientes de confianza. «A nosotros nos gusta dejar siempre alguna que otra pista en los escritos que hacemos, son como migas en el camino para encontrar estos lugares», añaden los Urbex Boys. En su caso, también hay un trabajo posterior de selección y edición de las fotografías tomadas, y de realización de textos en los que usan la información obtenida para ficcionar una historia conectada al lugar, y que luego cuelgan en sus redes sociales. Aunque algunos se consideran 'cronistas del olvido', la práctica no siempre implica abandono. »Hay gente que disfruta mucho explorando los subsuelos o que es adicta a la adrenalina de las zonas altas de las azoteas. Es un mundo muy amplio en el que cada uno ensaya lo que está buscando en él», aprecia el explorador anónimo.
Turismo 'urbex'
Aida Navarro, arquitecta de profesión y exploradora urbana desde hace años, realizó un proyecto artístico subvencionado junto a Leonor Martín y Alejandro Sánchez —también arquitectos— llamado 'Fin de Temporada', en el que recorrían España y Portugal visitando decenas de parques acuáticos en desuso. La tesis era evidenciar un tipo de ocio que no acabó triunfando y que acabó suponiendo un gasto económico no rentable, con gigantescas moles de colores como vestigios todavía latentes. Es el caso del parque Aquasur de Aranjuez, al que hoy en día entran «muchas más personas más que cuando estaba en uso», según Navarro. Eso implicaría más de 60.000 personas al año. La arquitecta se interesa por «lo que una sociedad deja de lado, porque te enseña hacia dónde vamos» y además se nutre en sus incursiones de inspiración para su trabajo como diseñadora de niveles de videojuegos.



Su periplo ibérico no es casual: el 'urbex' es una forma de turismo. Urbex Boys aseguran haber estado en Bulgaria, Portugal, Francia, Chipre y Grecia en busca de ubicaciones que conocían previamente de internet. «Ir al Coliseo es lo más normal del mundo, pero visitar la villa de un conde de Portugal es algo más extraño. Al final no difiere mucho, son ruinas históricas, solo que una tiene el beneplácito social y cultural», manifiestan desde el grupo. «Igual que quieres ver cómo se las gastaban los romanos, a lo mejor quieres ver cómo era el aeropuerto de Atenas de hace veinte años», recalcan.
Toda aventura de este tipo, más si es fuera de España, conlleva unos costes: «Hay que pagar los vuelos, alquiler de coches y el equipo que vas adquiriendo», enumera el grupo 'urbex', aunque admite que merece la pena. Eso sí, reconocen la dificultad de monetizar una práctica «que puede tener connotaciones legales». Porque a ojos de la ley no existe el concepto de abandono. Un inmueble tiene un propietario y si este fallece sin herencia conocida, pasa a manos del Estado. Así lo explica Diana Garrido, del bufete de abogados Garrido y Doñaque: »Yo puedo tener una casa, no usarla, estar en ruinas, pero sigue siendo de mi propiedad, aunque lleve 20 años sin abrir una puerta«. Los que practican exploración urbana en inmuebles saben que se arriesgan a una posible denuncia si el propietario lo estima oportuno. Otra cosa es que »si no inviertes dinero en la casa y la tienes abandonada, no vas a invertir dinero en denunciar a un fotógrafo«, supone la abogada. Como la mayoría de estructuras que se exploran suelen acumular décadas de abandono, pertenecen al Estado, que raramente va a entrar a un pleito por allanamiento.
Hasta las últimas consecuencias
Lana Sator –de nombre real Svetlana Timofeeva– es considerada una de las exploradoras urbanas más famosas del mundo. Sus fotografías han aparecido en medios de todo el globo, también españoles. Nacida en el país de las ruinas modernas por excelencia, la caduca Unión Soviética, Sator, de 34 años, representa la cúspide de esta práctica. Sus instantáneas en complejos militares, reactores nucleares, estaciones espaciales o aceleradores de partículas la coronan como referente de la exploración urbana mundial. «Para mí el 'urbex' significa tener un interés genuino por las ruinas, el poder olvidado de épocas desaparecidas. Me gusta recopilar y compartir historias visuales», explica en conversación con este diario.

El 20 de agosto de 2022, Sator fue detenida en Albania en plena incursión en una fábrica armamentística. Fue arrestada y acusada de espionaje, por lo que pasó nueve meses en prisión. Lo que podría ser una de las consecuencias más duras de la exploración llevada al límite, a ella no consigue amedrentarla: «Por supuesto que mi detención cambió mi perspectiva del 'urbex'», relata, sin perder la convicción de seguir explorando: «Empecé a disfrutar de los lugares abandonados a los 12 años. Espero no arrepentirme nunca de ello».
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