En las tripas del San Juan, el ballenero que resucita tras cuatro siglos hundido
Desde Pasajes, en Guipúzcoa, la Fundación Albaola trabaja para reconstruir un galeón del s. XVI reproduciendo las técnicas de la época
Los últimos balleneros artesanales: una tradición milenaria y peligrosa

La localidad guipuzcoana de Pasajes era en el siglo XVI uno de los principales puertos balleneros del mundo. Desde allí partían las grandes expediciones europeas rumbo a Terranova en busca de ballenas y bacalao. Una de ellas fue la del barco ballenero San ... Juan, que zarpó del puerto guipuzcoano por última vez en la primavera de 1565. La travesía transcurrió sin incidentes, surcó el océano Atlántico y permaneció fondeado en la bahía de lo que hoy se conoce como Red Bay, en la región canadiense de Labrador, destino habitual de los balleneros de la época.
Sin embargo, en el mes de octubre, y cuando estaba a punto de emprender el regreso a casa con casi mil barricas de aceite de ballena, una tormenta provocó su naufragio. Según las crónicas de la época que han llegado hasta nuestros días, toda la tripulación logró ponerse a salvo en otra embarcación y regresar a casa sin causar bajas. Sin embargo, el imponente ballenero de 28 metros de eslora se hundió para siempre en el Atlántico.
Xabier Agote, presidente de la Fundación Albaola, cumple ahora desde Pasajes el sueño de darle una segunda vida a la imponente embarcación del siglo XVI. Este enamorado de la carpintería de ribera, el oficio artesanal de construir las embarcaciones de madera, se formó en Maine (Estados Unidos) e inició en solitario un proyecto en el que ahora trabajan más de 30 personas. De alguna manera supone devolver la esencia a un oficio que brilló con esplendor en los puertos vascos durante siglos, pero que en la época moderna se estaba «perdiendo». «Me di cuenta de que esos barcos de madera que me encantaban se estaban perdiendo y los estaban sustituyendo por otros de fibra de vidrio», explica.
Nada como el imponente San Juan para demostrar que las artes antiguas tienen, todavía, mucho que decir en la industria naval. No es un proyecto más. Será la primera vez que se construya en pleno siglo XXI un barco del siglo XVI con las técnicas de la época. Por eso, cuando uno se sitúa bajo las imponentes tripas del antiguo ballenero, debe de pensar que está ante la reconstrucción «más importante a nivel científico» hasta la fecha.



Y es que se está construyendo a partir de planos arqueológicos elaborados después de 30 años de investigaciones científicas. Para ello hay que remontarse a 1978, cuatro siglos después del hundimiento del San Juan. Un equipo de arqueólogos canadienses encontró el pecio sumergido que, además, tenía un estado de conservación óptimo debido a que había estado protegido por el fango en aguas a muy baja temperatura. Comenzó entonces un minucioso trabajo de excavación arqueológica sin precedentes. Los investigadores sacaron y registraron cada una de las piezas del viejo ballenero, la carga y hasta los objetos que pertenecieron a la tripulación. Todo ello ha permitido hacer maquetas de gran precisión y los planos extremadamente detallados que ahora utiliza la Fundación Albaola en su construcción.
La imponente estructura del galeón tiene una fuerza casi hipnótica para quienes visitan los talleres de la fundación. Sin embargo, no es el único proyecto de construcción y restauración que se lleva a cabo en una escuela de carpintería naval que ha adquirido ya relevancia internacional. Entre sus habilidosas manos tienen ahora mismo un barco mucho más pequeño, pero también muy significativo por los avances que supuso en la época. Se trata de una pequeña embarcación, de cinco metros de eslora, que se trasladó desde Irlanda del Norte hasta San Sebastián. Data de 1926 y fue el primer barco de salvamento marítimo motorizado. En sus talleres también se pone a punto estos días una trainera de pesca del siglo XIX o un patache, una embarcación a vela ligera a medio camino entre una goleta y un bergantín que se utilizó, principalmente, para labores de vigilancia en tiempos de guerra. Se trata de un pequeño barco de cabotaje que data del siglo XVIII, y que ahora están preparando para acudir al festival marítimo de Sada, en La Coruña.
«Arqueonavegación»
Todos estos esfuerzos tratan, explica Agote, de «poner en valor» la historia marítima y recuperar la «tecnología» que la hizo posible. Lo suyo podría definirse como «arqueonavegación» porque busca que tanto el proceso de construcción como la posterior navegación de los barcos sea lo más fiel posible a la época. De ahí su empeño en recuperar también los oficios artesanales asociados a la construcción naval como la herrería o la construcción de lonas.
Los archivos muestran que los galeones del siglo XVI tenían lonas de cáñamo, remos o poleas, «pero no explican cómo se elaboraron», puntualiza Agote. Para la Fundación Albaola supone toda una labor de «experimentación» recuperar con una mirada del siglo XXI las formas artesanales del siglo XVI. Por ejemplo, se dieron cuenta de que era más probable que en la época los remos se construyeran fuera de los astilleros en lugar de trasladar pesados troncos tirados por animales desde el bosque. Así, no dudaron en trasladares a la zona de Ataun, donde se ubican los hayedos guipuzcoanos, para reproducir el proceso.
Esa máxima la aplican a todas y cada una de las fases de construcción, incluso a la navegación del barco. Sus embarcaciones se botan sin motor y con los aparejos de la época. En el siglo XVI no había ni mapas ni cartas de navegación, y los tripulan utilizando exclusivamente los medios tradicionales. Así se trasladarán con el patache a Galicia para su festival marítimo y de esa manera llegarán también las barcas balleneras del San Juan, que se exhibirán en el Festival Marítimo del Loira. «El barco se convierte en un laboratorio que nos permite conocer los misterios de navegación del siglo XVI», describe Agote.
Poner en valor la historia
Esta idea de «poner en valor» la historia marítima, para Agote, significa traer el paradigma de la labor que llevan a cabo en Maine. Con 18 años se fue al Museo Marítimo de Maine a aprender el oficio y desde entonces siempre ha soñado con un proyecto similar en su Guipúzcoa natal.
Su labor desde la Fundación Albaola no es más que un granito de arena en la recuperación de un patrimonio marítimo que fue clave para el desarrollo de la costa vasca. «Una historia tan importante como desconocida», puntualiza. Porque hoy en día pocos saben que en el País Vasco se desarrollaron muchos de los barcos clave de la historia española. Su tradición marítima es innegable, y ahí están las expediciones de Magallanes o Elcano para dar muestra de ello. Pero además los puertos vascos «tuvieron la responsabilidad de construir los galeones de la carrera de Indias de Carlos V».

Todo ello los convirtió en un referente de la industria naval en Europa. Se daban además dos condiciones óptimas para ello. «Tenían a mano todos los materiales necesarios», recuerda Agote; y, además, eran la salida natural para el comercio de productos de los reinos de Castilla, Navarra y Aragón, principalmente la lana. Con el paso del tiempo llegarían también los buques balleneros o el transporte de hierro hacia el norte. «Se trata de recuperar una histórica marítima que es muy importante y muy poco conocida», lamenta. Una tarea en la que Agote cree que todavía «queda mucho por hacer» en España.
El San Juan es una buena muestra de ello. Se encuentra ya en su fase final de construcción, aunque en la Fundación Albaola, que todavía no han olvidado los dos años que tuvieron que parar por la pandemia, prefieren no ponerse fechas. «Tal vez el año que viene». Aunque para ello tendrán que afrontar todavía todo el proceso de equiparlo con mástiles, objetos arponeros, chalupas balleneras, calderos de cobre, velas, anclas y hasta unas barricas del siglo XVI que también han reconstruido.
Después llegará un reto aún mayor. No solo lo botarán al mar, sino que reconstruirán la travesía de los balleneros de la época, la última que realizó el San Juan en 1565. Ya están planificando el viaje con la embajada de Canadá, y la navegación será como la de la época: «Sin ningún elemento moderno».
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