Los trabajos de Hércules
Miguel de Cervantes recaudó impuestos. Jack London fue cazador de ballenas en el Ártico y Charles Bukowski cartero...
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A ninguno le tocó matar a un león, capturar a un jabalí o raptar al perro del Hades. Sin embargo, hubo hazaña en los oficios que Kafka o Borges desempeñaron, al margen de su actividad literaria. El checo vendía seguros y el argentino se ganaba ... la vida como bibliotecario. Miguel de Cervantes recaudó impuestos. Jack London fue cazador de ballenas en el Ártico y Charles Bukowski cartero. Colette trabajó en un salón de belleza y George Orwell pasó de policía en Birmania a lavaplatos en Londres.
Ya sea porque buscaban hacerse ricos, o tal vez simplemente para sobrevivir, los escritores se han entregado tradicionalmente a los oficios más diversos: desde buscadores de oro a carteros, desde soldados de fortuna a industriales, desde contrabandistas de opio a fogoneros en un barco en China; conductores de autobús, verdugos, guardias, vendedores de bisutería…El primero de mayo es la fecha perfecta para hacer un repaso de aquellos oficios a los que se dedicaron grandes escritores para ganarse la vida. A Pío Baroja se le atribuye el oficio de panadero, aunque no fue exactamente así. Siendo muy joven, su familia heredó la panadería Viena Capellanes. Matías Lacasa, que se quedó viuda, dejó la panadería a los hermanos Baroja. Roberto Bolaño vendió abalorios en Blanes y lámparas en México.
Juan Marsé trabajó en un taller de joyería: confeccionaba pendientes, colgantes, pulseras y broches. No engastaba piedras preciosas en esas joyas, pero sí en su prosa. Aunque Vargas Llosa diga que su primer trabajo se lo ganó en el patio del Leoncio Prado escribiendo cartas de amor para los cadetes, la verdad es que su vocación de escritor fantasma se estiró largamente durante su juventud. En sus años parisinos, el premio Nobel trabajó en la Agencia France Press y en la Radio Televisión Francesa, también como profesor de español en la Escuela Berlitz. Entre una cosa y otra, se dedicó a escribir novelas en nombre de una adinerada señora que le contaba durante largas horas sus viajes por África para convertirlas en un libro que ella firmaría (ese es el argumento de la obra teatral Katie y el hipopótamo) y también hizo guiones de radionovela. Ya convertido en celebridad del Boom, hizo de director de cine en la adaptación de su novela Pantaleón y las visitadoras y hasta tocó el palo de actor teatral.
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