Triunfal vuelta de los toros a Navalmoral: Castella, Emilio de Justo y Rufo se reparten siete orejas y un rabo
La terna, muy por encima de una corrida de Alcurrucén, dio una gran tarde ante unos tendidos llenos
Los toros vuelven a Navalmoral de la Mata casi una década después
La baja de última hora de Morante en Navalmoral ha supuesto una pequeña desilusión para todos. Sin embargo, había tantas ganas de toros que, desde por la mañana, las personas que paseaban por las calles iban hablando del cartel. Y es que la plaza ... llevaba casi una década cerrada por cuestiones políticas. Incomprensible que una alcaldesa decida, arbitrariamente, cerrar una plaza -por desgracia, más habitual de lo deseable-, y más en Extremadura, cuna de grandes toreros, la mayor despensa actual que tenemos de chavales, y que cuenta con inmensas dehesas dedicadas al toro. Tras las pasadas elecciones, la nueva junta, con Enrique Hueso (PP) al frente, decidió volver a darle a la plaza el uso para el que se edificó. Y, junto a Marcos Lozano, ha logrado formar un cartel de auténtico relumbrón. «El ambiente es espectacular», nos dice Hueso: «La expectación ha sido increíble y creo que, después de una década sin toros, va a ser algo bastante bonito». La plaza estaba prácticamente abandonada, pero han logrado, en tiempo récord, dejarla preciosa. «La capilla estaba sucísima; pero la hemos recuperado, y ha sido bendecida por nuestro párroco, don Leopoldo», cuenta Cristina Marcos Sarró, concejala de Cultura.
Tras anunciar Morante, ayer por la noche, que se encontraba indispuesto (el parte indica que «presenta una infección respiratoria, con fiebre, mialgia y mal estado en general, por lo que precisa de baja laboral hasta su recuperación»), cogió la sustitución Sebastián Castella, torero que reapareció el año pasado, saliendo por la puerta grande de Madrid, por la Puerta del Príncipe de Sevilla y, en la reapertura de la plaza, por la de La Méjico, hace un mes. Ahí es nada. Por lo que el cartel continuó siendo de máximo relumbrón. Y eso se notaba a la entrada de la plaza, que se llenó hasta la bandera con una expectación increíble. Una hora antes de las cinco, se podía ver una larga cola, a la espera de que hubiera alguna devolución. Pero se hicieron muy pocas, todas por la mañana, que se vendieron inmediatamente.
En la puerta del hostal Bamba se reunían muchos aficionados que querían desear suerte a Castella y Rufo, pues allí se vestían. Desde las dos de la tarde estaba un niño preguntando cada poco a su madre que si era seguro que iban a bajar los toreros, porque estaba como loco por verles vestidos de luces. Por la edad que tenía, no había podido ver nunca una corrida en la plaza de su pueblo. Poco antes de las 4:30 pudo cumplir su sueño, y hasta hacerse una foto con ellos, mientras sus cuadrillas le miraban sonrientes, al ver la admiración que les tenía. ¡Qué bonito es ver esa expresión en la cara de un niño! Y que les hayan privado a tantos chavales de Navalmoral de esa ilusión, durante tantos años, por el simple capricho de un alcalde...
Por fin, llegaron las 5 de la tarde. Se respiraba libertad en la plaza. Y, tras un aplaudidísimo paseíllo, se tocó el Himno Nacional, y luego, el público se puso en pie para ovacionar a los tres matadores, obligándoles a saludar. Y salió el toro, el primero de la tarde. Lo recibió muy templado Castella, mas el animal mostró, desde el principio, poca fijeza, defecto que mantuvo toda la lidia. Tras el puyazo, Chacón dejó un tercer par extraordinario. Imposible salir más torero de la cara del toro. Empezó por bajo el francés su trasteo, se lo llevó hasta los medios, captando la atención del animal y, en la misma boca de riego, planteó la faena. El de Alcurrucén acudía presto al cite, pero no humillaba ni por asomo. A media altura lo llevó Sebastián, dando muletazos largos y templados por ambos pitones. Y tuvo mérito que no le enganchara en ningún momento, porque, un mínimo de brusquedad en los toques, hubieran supuesto un cabezazo de su enemigo, como respuesta. Así que, con la muleta siempre puesta y mucha templanza, logró sacarle una destacable faena al acapachado ejemplar. Lástima que se atascara la espada, después de la gran racha que llevaba matando los toros.
Muy trasero se picó al cuarto, encargándose Castella de toda la lidia en el turno que le correspondía a Chacón. No es que estuviera pendiente, es que colocaba al toro para banderillas, mientras mirada a su subalterno, pues ambos se entiendes con tan sólo una mirada. Buenos pares de Viotti y Blázquez. Muy torero comenzó el de Beziers, dejando un larguísimo cambio de mano. El toro era sosito y tardo. No obstante, Sebastián mostró su condición de maestro, entendiendo a su oponente a la perfección, sacándole muletazos francamente buenos, sobre todo al natural. Qué temple natural tiene Castella. Gracias a eso, y a entender la distancia y tiempos del animal, le sacó una gran faena. Entre tanda y tanda, se paseaba, torero, para darle un tiempo de tomar aire, tan necesario para el de Alcurrucén, que acabó engolosinado con la muleta. Para rúbrica de su labor, un soberbio estoconazo (ahora sí), del que salió el toro muerto en segundos y le hizo merecedor de las dos orejas y rabo.
Con dos despaciosas verónicas y una media de cartel, todas por el pitón derecho, recibió Emilio de Justo al primero de su lote, muy justito de fuerza. Lo cuidaron bien durante la lidia, pero el animal se derrumbó en dos ocasiones. De Justo comenzó sin someterlo, dándole el tiempo que necesitaba entre muletazo y muletazo. El toro estaba cogido con alfileres, pero el buen hacer del extremeño lo logró meter rápidamente en la canasta, haciéndole repetir por ambos pitones, y así, pudo ir poquito a poco, bajándole la muleta. La mayor virtud del toro, eso sí, fue la fijeza. Tenía buen inicio de muletazo, pero acababa con la cara alta, y cada vez con menos recorrido. Una tanda por la diestra, con la postura relajada, fue fabulosa; pero mejor aún el final de faena, dando unos naturales con la derecha, de uno en uno, muy despaciosos y largos. Y, por supuesto, los pases pecho, marca de la casa. Una estocada hasta los gavilanes, en el mismo hoyo de las agujas, de la que cayó el toro rodado -tragándose la muerte antes, y mostrando, ahora, su condición de bravo-, fue la guinda al pastel. A este toro lo protestaron durante el segundo tercio pidiendo su devolución, y muy pocos apostaban por él. Pero el maestro pidió calma, la misma con la que lo toreó y lo mató. Muy pocos apostaban por el de Alcurrucén y menos porque lo desorejara. Pero si hay un torero capaz, con todo tipo de toros, es Emilio de Justo.
Frío y distraído salió el quinto. Hacía hilo en el capote del banderillero, y tenía la lengua fuera en banderillas. Intentó Emilio doblarse con él sin someterlo, pero el toro perdió las manos un par de veces, así que se puso directamente a torear en los medios, sin más probaturas. A media alturita logró sacarle muletazos. El toro estaba loco por rajarse, pero el de Torrejoncillo pudo dejar naturales sueltos muy buenos. En una tanda por la diestra, tapándole la salida, dejó un muletazo al ralentí. Terminó la faena pegado a tablas. Una pena que no tuviera oponente. Lo que sí tuvo fue acierto con la espada, dejando otra gran estocada.
Navalmoral de la Mata
- Navalmoral de la Mata (Cáceres). Domingo, 17 de marzo de 2024. Entrada: Lleno. Toros de Alcurrucén.
- Sebastián Castella, de azul marino y oro. Dos pinchazos hondos, casi entera arriba y un descabello (silencio). Estocada entera (dos orejas y rabo).
- Emilio de Justo, de catafalco y oro. Estoconazo (dos orejas). Estocada entera (oreja).
- Tomás Rufo, de tabaco y oro. Estocada entera desprendidilla y dos descabellos (oreja). Estocada entera (oreja).
Con bonitos delantales recibió Rufo al tercero de la tarde. Mientras el toro bufaba, cosa que hizo de salida, dio un ramillete de buenas verónicas, abrochadas por una gran media. Qué facilidad ha tenido este torero siempre con la capa. Tras un prácticamente inexistente tercio de varas -como en los toros anteriores, todo sea dicho-, pusieron grandes pares Revuelta y Fernando Sánchez. A lo medios se llevó Rufo al de Alcurrucén, doblándose con él. Era rebrincadito, y había que estar muy templado con él. Y lo estuvo el de Pepino, especialmente al natural, dando series muy rotundas, respondiendo bien el toro a la poderosa muleta de Tomás. El público estuvo muy metido en la faena desde el principio, y habría cortado dos orejas de no haber fallado con el verduguillo.
Tampoco estaba sobrado de fuerzas el sexto, que recibió bien a la verónica Rufo. Tras otro buen par de Fernando, se cambió el tercio. Comenzó Rufo en los medios por alto, afligiéndose el animal, que tenía un trote cochiquero bastante feo e incómodo. Intentó cuidarlo al máximo el toledano, pero el de Alcurrucén no podía con su vida. Para intentar calentar, se metió entre los pitones, se lo pasó por la espalda, y terminó por luquecinas. Una gran estocada le hizo merecedor de otra oreja, y puerta grande, que compartió con sus compañeros.
Dijo don Quijote a Sancho que «por la libertad, como por la honra, se puede y debe aventurar la vida...», y por ella volvieron hoy tres toreros, últimos y necesarios Quijotes en nuestra acomodada sociedad.
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