Torrejón de ardoz
Oda a la lentitud y la alegría
Pablo Aguado corta cuatro orejas al mejor lote y sale a hombros con Juan Ortega en su mano a mano en Torrejón
Juan Ortega: «Se peca más en los despachos que delante del toro»

Granizaba sin piedad sobre el albero de Torrejón de Ardoz. Una tormenta perfecta de rayos, truenos y bolas de hielo que resonaban sobre el techo de chapa. Aquel aguacero no invitaba a celebración, pero a las ocho menos cuarto sonaron los clarines. Había ganas de ... fiesta y de ver el duelo sevillano, que era el duelo del arte entre Juan Ortega y Pablo Aguado con toros de distintas divisas. O toritos, que justa era la presencia del ganado. Lo que ya se intuía en esta plaza de tercera. El pobre trapío se camufló con la rica despaciosidad de los artistas. Una oda a la lentitud, una competición de quién torearía más despacio, y una oda a la alegría. Qué diferencia entre una tarde de toros en los pueblos y en la capital...
Y eso que la fiesta arrancó con la triste estampa del primero, con pinta de vaca enferma y sin noticias de la casta. Tan distraído y descastado era el de Rehuelga que hizo bien Ortega en coger pronto la espada, enterrada con habilidad. Decía un señor de delante que Analista había muerto en los medios con la boca cerrada. «No, si al final resulta que va a ser bravo», se oía con guasa. El caso es que se tragó la muerte y tuvo que descabellar. Fácil no era, que ni una vez descolgó el cárdeno.
De Murube era el segundo. Echaba los pechos por delante Currito -con más cuerpo que cara y un varetazo en la 'bragá'- y los dormidos lances de Pablo Aguado, con la mano de salida al alza, no pudieron ser de anuncio de Ariel. Pero su embestida fue a más en calidad. Bueno el toro, ideal para el concepto de los toreros. Sabedores de ello, lo aprovecharon en los quites. Maravillas de Triana y de la Huerta de la Salud. Excelsa la chicuelina aguadista, a cámara lenta. Cuando Currito perdió pie, el sevillano improvisó una abelmontada y arrebatadora media. Entró al quite Ortega por delantales donde no cabía la espera. Bramaba Torrejón. Y Aguado, dueño del toro, se postuló ahora por lances a pies juntos. Qué gozada la rivalidad en el arte. Pese al intenso capote, Currito ofreció enclasadas y obedientes embestidas en la muleta. Torerísimo el prólogo por ayudados. Y del inteligente inicio por alto a los carteles por bajo: de la eternidad del cambio de mano a la trincherilla y la firma. Todo con el sello y el aroma de Aguado. En redondo primero y al natural luego. Para cambiar de nuevo a la derecha y recrearse en dos ayudados rodilla en tierra con reminiscencias gallistas. Se fue a por la espada de verdad y, lejos de manoletinas -y otras 'inas'-, se gustó en su propia naturalidad. No merecía tan armónica pieza el desafine del bajonazo, lo que le privó del premio.
A las 20.45 mecía Aguado el capote mientras barría la arena y despedía al toro con largura. Qué belleza de lances. Sucedió en el quite al tercero, un noble toro del Pilar que pertenecía a Ortega, quien había soplado dos profundas verónicas en la bienvenida. Brindó al público una faena en la que regaló la despaciosa pureza de su concepto, como en unos naturales de tela al hocico y pecho por delante y dos ayudados genuflexo. Lo de Juan no eran muletazos, eran caricias. Muy derecho se tiró a matar y paseó dos orejas.
Torrejón de Ardoz
- Plaza de toros de Torrejón. Domingo, 18 de junio de 2023. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Rehuelga (1º y 4º), Murube (2º y 5º) y El Pilar (3º y 6º), desiguales pero con opciones en conjunto.
- Juan Ortega, de tabaco y oro. Estocada desprendida y descabello (palmas). En el tercero, estocada delantera (dos orejas). En el quinto, pinchazo hondo, estocada y descabello. Aviso (palmas).
- Pablo Aguado, de nazareno y oro. Sartenazo y estocada (saludos). En el cuarto, estocada caída y delantera (dos orejas). En el sexto, estocada (dos orejas).
Pasadas las nueve, aparecía el cuarto, de Rehuelga, el hierro con el que Aguado enamoró en Cuenca. Otra sinfonía entonó, sin excesivo ajuste, pero con encanto y sin perder la sonrisa mientras disfrutaba de las buenas embestidas de Mataverde, con más pienso que su anterior hermano. El defectuoso acero no fue óbice para la concesión del doble trofeo. Que Torrejón celebraba sus fiestas y había ganas de alegría.
Con una larga cambiada de rodillas saludó Ortega al quinto, un murube con sus mazorcas de nieve y sus puntas de carbón. Por encima Juan del toro, en el límite de fortaleza y un punto a la defensiva con su brusco y escarbador viaje. No hubo opción al júbilo con Jubiloso. Se confirmaba entonces que para el de Triana había sido el peor lote: sólo uno de tres le sirvió.
Dos y medio le valieron a Aguado, que vio cómo el sexto se vencía en el capote y punteaba los engaños en la despedida. Mejor embroque que finales tenía el pilarico. Más clase que el obediente animal puso Pablo en una faena descalza y sin alharacas, premiada con dos orejas. Las atracciones de la feria iluminaban entonces la anochecida. Una anochecida en la que resplandecían los flashes que inmortalizaban la salida a hombros de los toreros.
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