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ABC Cultural

ENTREBARRERAS

Los toreros, bajo el diluvio en Las Ventas: «A la lluvia y al vendaval hay que ponerles alma y corazón»

Ferrera, Escribano y Garrido se enfrentan a una corrida de Adolfo, con el aguacero y el viento como protagonistas

Honesta y sorda faena de Damián Castaño con la prenda de Escolar

Ferrera bajo el diluvio PLAZA1

Alicia P. Velarde

Madrid

El sol y moscas que tanto le gustaban a Chenel, y que llevan haciendo acto de presencia casi toda la feria, no aparecieron en la corrida de Adolfo. La tarde empezó con mucho calor, pero algo nublada. Un ambiente plomizo se apoderó de Las Ventas, que presentaba una gran entrada, y Eolo tampoco se quiso perder el espectáculo, lo que trajo un diluvio durante la segunda parte de la corrida, en la que los tendidos prácticamente se vaciaron, llenándose las gradas y andanadas. Y en el ruedo, lo gris que mejor embistió fue la lluvia.

Pero ahí se quedaron tres toreros con los de Albaserrada, luchando contra viento y marea -nunca mejor dicho-, ante los agradecidos aplausos de los que se quedaron. Con gritos de «torero, torero» se jaleó la porta gayola de Escribano al quinto, en el que le pidieron la oreja. Muy enfadado se mostró el de Gerena tras dar la vuelta al ruedo sin el trofeo, no concedido por el palco: «Era un toro que tenía mucho peligro, pero había que entregarle la vida. No tenía trayectoria ninguna en el muletazo, pero me he entregado de principio a fin. Le he dado tiempos, espacios, he tirado de él, he querido empujarle… No sé qué quería este hombre. Pero estoy feliz de ver la plaza entregada, porque ese es mi objetivo y mi motivación», dijo a los micrófonos de OneToro.

Entregado estuvo también Ferrera, que volvía a Madrid tras cortar una oreja a un Cuadri de casi 700 kg el Domingo de Ramos. Le pegó unos naturales muy aplaudidos, teniendo que parar la faena a momentos, porque el viento le ponía la muleta en horizontal. Doble mérito. «A la lluvia y al vendaval hay que ponerle alma y corazón», expresó el extremeño. También le aplaudía David Galván, que aguantó toda la corrida en el bajo del 4, y al que se acercaban los aficionados para felicitarle por su San Isidro, entre toro y toro. Poco pudo hacer Antonio con el primero: «El toro no quería pasar; tenía el poder para tener sentido, y no ese poder para ir a más».

Cerraba el cartel José Garrido, que se había quedado muy contento con el primer toro de su lote, que le parecía un dije. Menos le gustó su comportamiento: «El toro parecía que tenía condición de humillar, pero cuando se ha cambiado el tercio de muleta, parecía que era otro. Se ha puesto a la defensiva y muy parado». Sobre el sexto, dijo que «el toro tenía mucha corpulencia, no tenía mal inicio, pero venía recto. Lo he intentado enjaretar y moverlo bien». Así terminó una tarde en la que los toreros recibieron el aplauso y el respeto de todos los que aguantaron en la plaza, quienes no se olvidaron tampoco de silbar al palco al palco y al ganadero, antes de abandonar la plaza.

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