Toros en la Maestranza
Roca Rey culmina su conquista ibérica por la Puerta del Príncipe
El peruano sacó todo su arsenal heterodoxo para imponerse al viento, a los toros y a sus detractores; sus compañeros sí fueron a favor de su obra, con Urdiales y Manzanares en horas más que bajas
Roca Rey: «El sueño de mi vida era salir por la Puerta del Príncipe»
En imágenes, Puerta del Príncipe de la corrida de Urdiales, Manzanares y Roca Rey en Sevilla
![Roca Rey ha logrado su primera Puerta del Príncipe en la Maestranza](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/04/21/roca-principe-toros_20230421220810-RdwULnW4TjYUszT704Bm7WP-1200x840@abc.jpg)
Se estrujaban en un abrazo en el centro del ruedo. En medio de un manicomio blanco. Viruta lloraba, Roca estaba ausente. Sevilla le acababa de entregar su principado, el último bastión de la resistencia ibérica que le quedaba por conquistar. Más de ... una década batallando junto a ese fiel escudero que hoy se emocionaba de ver al niño Andy convertirse en ídolo del gran templo del toreo. Y Sevilla se rendía ante él, capaz de imponerse al viento, a los toros, a los detractores, que en esta plaza son muchos y variados. También derrotaba a su espada, tantas veces en su contra cuando creía acariciar este mismo triunfo.
Sonaba la música y los tendidos ya estaban en pie cuando el peruano todavía no le había cogido la muleta a Halcón, al que Antonio Chacón asó en banderillas. Segundos antes se había hecho el silencio, con el niño de 'El Pela' sosteniendo los palos desde los medios. Se distraía el entrepelado de Cuvillo, aguantaba el de Camas, que cuando lo sintió en su jurisdicción se asomó por derecho al balcón, sin exageraciones, sin volapiés, para poner a toda la plaza en pie. Crujía la Maestranza por la torería del camero, que protagonizaba el primer runrún de la tarde. El segundo llegaría ocho minutos después, cuando el matador fue en busca de Larita a por la espada.
Nadie había tenido tiempo de tomar asiento cuando el peruano aprovechó el impacto de Chacón para clavarse de rodillas sobre la primera raya del tercio. Lo pasaba por delante, por detrás. Espeluznante fue el segundo cambiado. Halcón le bordaba el dorso de la chaquetilla al despacito ritmo que traía su querencia hacia tablas. Y se ponía en pie Roca, como seguían estando los tendidos, con una música que prácticamente no había dejado de sonar. La faena fue un compendio de aciertos, en los terrenos, en los tiempos, en el pulso a un animal que no terminaba de derrochar clase, embistiendo con sutiles saltitos. Hasta que en la segunda tanda trató de desmayarse y el gañafón le llegó a la hombrera. Y trataba de buscarle las vueltas con la izquierda, con la muleta a ras de suelo, hundido sobre el sanctasanctórum del toreo. Hasta que visualizó en su cabeza el momento de pasar de lo ortodoxo a lo heterodoxo, en una sucesión de pases por la diestra, muy cortos de trazo, muy intensos. La ruleta peruana entregaba a unos desinhibidos tendidos. A todos: a sus partidarios, que venían a gustito, y a los que no se declaran precisamente de él, que también claudicaron. Como claudicó Halcón cuando le enterró el gavilán detrás del morrillo.
Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla
Viernes, 21 de abril de 2023. Quinta del abono. Lleno de 'No hay billetes'. Presidió Fernando Fernández Figueroa. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, con mayor movilidad que en Resurrección; potenciados por un pletórico Roca, limitados por los ausentes Urdiales y Manzanares.
- Diego Urdiales, de caña y azabache. Estocada (palmas). Pinchazo y estocada (silencio).
- José María Manzanares, de burdeos y oro. Dos pinchazos y estocada trasera (silencio). Mete y saca, pinchazo hondo y ocho descabellos (silencio).
- Roca Rey, de azul marino y oro. Estocada algo caída (oreja). Estocada (dos orejas).
Una hora antes de aquel delirio ya había mostrado sus credenciales, espoleando a los 'birlongos' Urdiales y Manzanares, que no habían pasado en sus primeros del gesto desasosegado y los lagañazos, respectivamente. A Roca Rey no parecía molestarle el viento, aunque le soplase igual que a los maestros que le precedían. En lugar de cambiar su semblante o mandar a por pipas al toro se fue a los medios, a quitar por chicuelinas a Dudosito, al que Manzanares nunca le tomó el pulso. Para después aplomarse con Asustado, el tercero de la tarde, el primero de su lote, que le pasó cuatro o cinco veces por las espinillas. ¿Fue provocado? Parecía que sí, con la franela retrasada, para que no le molestase la brisa, para que el público viera por dónde es capaz de pasárselos.
Le consentía Roca al simplón tercero, que parecía taparse por su largura (de caja y de pitón). Y el público empezaba a sugestionarse con su capacidad, después de que ninguno de los maestros se hubiera puesto una sola vez con sus toros. Y lo seguían midiendo, con hostilidad. Como cuando trató de meterse al toro en su terreno y le pitaron. Renunció y tomó la espada, con la misma verdad que había toreado. Oreja, la primera de las tres. ¿Fue una exageración la Puerta del Príncipe? Es posible, como también parecía imposible que nadie salvase esta tarde del desastre. Que se prepare nuestra querida Rosana González, directora del Hotel Colón, que se avecinan curvas nocturnas.
El gesto de Urdiales
Apenas doce minutos estuvo sobre el ruedo Lanudo, un armónico jabonero sucio que abrió plaza. La cara batallera de Diego Urdiales lo decía todo, desconfiado por el viento, que ciertamente soplaba con fuerza en ese arranque. No expuso un sólo alamar, siempre tirando líneas, dejándole que ganara la ventaja. Como le ocurrió con Asturiano, el cuarto, con el que salió espoleado tras la oreja, y el repaso generalizado, del peruano. Trataba Urdiales de encadenar verónicas, que fueron graciosas, sin rotundidad. Demasiado tiempo estuvo para lo que logró con ese cuarto, al que nunca le terminó de coger la velocidad, casi siempre sorprendido. Siendo una tarde difícil, su actitud y desacierto no parecen muy halagüeñas.
Mayor dislate ocurrió en los turnos de José María Manzanares, tan lejano de aquel torero predilecto de Sevilla. Rubricaba con un mitin a espadas su labor a Rescoldito, el quinto de la tarde, como reflejo del angustiante momento artístico que atraviesa. Ni la espada, su sempiterno bastión, es la que fue. La muleta, que parece la colgadura del balcón consistorial, volaba más que las banderas que ondean sobre el Palco Real de la Maestranza, sin ningún cuerpo pesado que la sujete. Sin color de muleta. Hubo, eso sí, un par de naturales con la cadencia del padre a ese quinto, al que no le llegó a tomar la temperatura, entre abreviaturas por la derecha y trallazos por la izquierda. ¿Cómo fue Dudosito, el segundo de la tarde? Siempre será una incógnita, una lidia que estuvo marcada por las rachas de viento, y por el desatino del alicantino. Pareció tomar los engaños con clase, al menos por el pitón derecho, por donde se ralentizaba al tercer pase de cada serie, cuando el torero tiraba a rematar... En resumidas cuentas, que tanto Urdiales como Manzanares están como para pensárselo.
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