La regresión torera de Sebastián Castella
El torero francés volverá a los ruedos el próximo sábado en Manizales (Colombia) tras dos años retirado
![Sebastián Castella, en la plaza de toros de Valladolid](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/01/01/castella-foto-abc-RVucj5UPIuZB4EkA0HspObL-1200x840@abc.jpeg)
Cuando se fue, hace ahora dos años, dijo no saber «si sería un adiós o un hasta luego». Finalmente resultó ser un hasta luego. Sebastián Castella vuelve a los ruedos este sábado en Manizales (Colombia). Que más que una reaparición podría considerarse ... como una regresión. Hacia sus orígenes toreros. Reflejada en el compromiso que parece haber vuelto a adquirir con su profesión. Quitado de cualquier distracción y despojado de su imagen más extravagante. La retirada, aunque no en el modo, fue su decisión más acertada de los últimos años. Se había vaciado, en lo artístico y en lo anímico. Y perdido el misterio, que es la llama que mantiene encendida la atención mediática de un torero de estas características. No había dudas: el matador y el hombre debían parar.
«Hay otros universos por descubrir», decía en aquella repentina despedida. Y los descubrió. Primero como pintor, formado de la mano del artista internacional Domingo Zapata; y después como viajero, recorriendo medio mundo. Hasta que decidió desempolvar el capote para convertir el percal en un peculiar lienzo sobre el que plasmó sus sentimientos, que por momentos parecían trastornados. Algunas de esas capas se han llegado a vender por varios miles de euros, que en varias ocasiones fueron para obras benéficas. Como cuando viajó en su propio coche hasta la frontera de Polonia con Ucrania, tierra natal de su pareja, para llevar medicinas y ayudar a los refugiados.
La coletilla del añadido le había crecido en libertad, como metáfora de la vida que empezaba a vivir el hombre, de espaldas al torero. Pocos lo reconocieron cuando se presentó de esa guisa en los tendidos de la Maestranza en aquella primera Feria de San Miguel pospandemia. En ese momento dicen que volvió a sentir la llamada del toreo. Que fue cuando decidió coger la tijera, soltar el pincel y hacer la otra llamada. Para cortarse la melena, para volver a tomar el capote por el reverso y para llamar a Toño Matilla, omnipotente empresario taurino que lo apoderará durante esta 'regresión'.
En las mejores manos
A Castella siempre se le ha identificado por su valor extremo, que fue el principal baluarte de aquella tauromaquia con la que tanto impactó durante su despegue. Pero pocos le han reconocido su intelecto, especialmente fuera de los ruedos. Jamás se equivocó escogiendo gestores para su carrera. Tras su fulgurante aparición con José Antonio Campuzano y Luis Álvarez se fue con Luisma Lozano, un apoderado especialmente exigente en los despachos que logró dispararle el caché al francés durante su etapa más laureada. Y cuando la trayectoria empezó a menguar escogió consecutivamente a dos gestores de Las Ventas (Manuel Martínez Erice y Simón Casas), quienes le aseguraban la conservación de su estatus en el toreo. Ahora, con la familia Matilla, vuelve a apuntalarse uno de los puestos de mayor privilegio del escalafón, independientemente de lo que suceda en el ruedo.
Pese a este 'privilegio', cuentan quienes lo han visto a puerta cerrada que dentro de esa regresión habita una evolución en su tauromaquia. La finca El Sardinero, en Villanueva del Río y Minas, se ha convertido en su cuartel general durante los últimos meses. La dehesa en la que pastaron los toros de la familia Molina es ahora propiedad de los herederos de Philippe Pagès y de Robert Margé, quien fuera su mecenas durante el prólogo de su carrera en su Béziers natal. Insiste Castella a su gente en que ahora «no quiere estar cerca de los toros», sino que se empeña en profundizar en la expresión y la plasticidad artística. Este sábado se podrá comprobar.
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