Tauromaquia
Manuel Jiménez 'Chicuelo': inventor del toreo moderno
La taurina de ABC
El libro 'Chicuelo, el arte de inventar' reivindica al torero de la Alameda de Hércules como piedra angular del toreo moderno y eslabón primordial de la escuela sevillana
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![Manuel Jiménez Amador es nieto del genial torero de la Alameda de Hércules](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/sevilla/2023/11/18/chicuelo-foto-lolo-RgCSon7A04yetxVeopIMORP-1200x840@abc.jpg)
El recuerdo de Manuel Jiménez 'Chicuelo' lleva más de medio siglo eclipsado por la trascendencia su chicuelina, lance donde el torero gira del mismo modo en que giró la tauromaquia cuando el genio de la Alameda de Hércules –aunque nacido en Triana– ... tomó los fundamentos que habían marcado sus predecesores, frente al toro que profetizó Joselito, para asentar las bases del toreo moderno: una tauromaquia en la que el torero ejerce como eje vertical sobre el cual debe girar el toro, al que se trata de redondear y ligar entre pases, con aplomo y verticalidad. Ésa fue su gran aportación, que ahora se reivindica especialmente en el libro Chicuelo, el arte de inventar para evitar que el olvido caiga en negligencia, como podría ocurrir con el monumento que el Ayuntamiento de Sevilla inauguró hace catorce años en su recuerdo: ni Parques y Jardines podan las ramas que ocultan la efigie de Manuel Jiménez Moreno ni la Gerencia de Urbanismo impide que una cafetería plante frente al verdadero precursor del toreo moderno las sombrillas de su terraza .
Más mimo le ponen en el otro extremo de la Alameda al rinconcito que le dedica el bar Las Columnas a la 'Dinastía Chicuelo'. Entre cafés se fraguó la última entrevista a Rafael Chicuelo, publicada de manera póstuma en este libro. En la misma mesa en que aquel (pen)último afluente de la escuela sevillana desclasificó el recuerdo más personal de su padre se sienta ahora su hijo Manuel, nieto del que fuera el lazo que abrochó los principios taurómacos de Gallito con la revolución de Manolete. La familia reconoce su satisfacción por la «justicia» que se ha hecho con este libro, agradecidos a quienes lo componen con sus firmas y muy especialmente a Diego Carrasco, coordinador y promotor de la obra.
Manuel Jiménez Amador fue, junto a su hermano Curro, el último novillero de la dinastía Chicuelo. Sin desdeñar ningún capítulo de la publicación, recomienda especialmente el epílogo de Federico Arnás, «que parece escrito por un aficionado de Sevilla», y los ensayos de Andrés Luque Teruel y José Morente. El primero sitúa a Chicuelo en el centro del tablero de la escuela sevillana; el segundo, arquitecto de formación y vocación, ahonda en aquella mítica obra de Pepe Alameda de 'Los arquitectos del toreo moderno', tratando sobre la «herencia oculta» que pasa desde Gallito hasta Chicuelo y Manolete. «Manolete, un valiente, se inserta en la misma línea o cuerda que Chicuelo, un artista, quien, a su vez, sigue las enseñanzas de Joselito, el gran técnico. De esa cuerda de toreros tan diferentes en apariencia, pero con un mismo concepto, viene el moderno toreo en redondo, el toreo moderno a secas».
Aunque sentimentalmente, el apartado más entrañable para la familia es la entrevista póstuma a Rafael Chicuelo, realizada un año antes de su fallecimiento. Recordando lo que opinaba su padre sobre Manolete, a todas luces su gran continuador, desvela un matiz aún menos contado del monstruo cordobés: «Mi padre decía que Manolete era el primer torero que había visto resolver el problema que plantea el toro gazapón: 'A Manolete siempre se le recordará, pero de esto se olvidarán'. Y no se equivocó».
Para su nieto, el mayor problema que tuvo su abuelo fue «que no supo vender la mercancía; le faltó vida social». «Además, en el toreo hay un profundo error de concepto: se entiende por torero de arte al torero que está cogido con alfileres pero que tiene pellizo o sentimiento. Rafael Moreno decía en un artículo reciente que 'el torero de arte no deja de ser una patraña' y eso es un error: para torear con expresión primero hay que ser capaz, saberse colocar y hacer las cosas bien. Ahí están los datos de mi abuelo, que estando catalogado como torero de arte toreó 78 tardes en Madrid y lidió todos los hierros de leyenda. Eso no lo puede hacer un torero que esté cogido con alfileres o que no tiene recursos, como se suele decir equivocadamente de los toreros de arte».
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