TOROS EN LA FERIA DE SAN MIGUEL DE SEVILLA 2024
Juan Ortega, apóstol del toreo sagrado, destroza la física, el tiempo y la costuras del escalafón
La corrida de Matilla, duramente castigada en varas y mal colocada en los terrenos, llegó huérfana de raza a los tercios finales; oreja para Pablo Hermoso en su cariñosa despedida de la Maestranza
Puerta del Príncipe para Alejandro Talavante: se fue la televisión, volvieron los excesos
El quiero y no puedo de Borja Jiménez
![Juan Ortega cuajó los mejores momentos de la tarde con Terremoto, el primero de los hermanos Matilla](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/09/29/foto-juan-ortega-RjiVyVPY3QtPBJPxPFaI15L-1200x840@diario_abc.jpeg)
De las ovaciones no se vive, pero de la categoría, despaciosidad y armonía sí. Y con ellas ha cerrado Juan Ortega la temporada de su consagración, la que empezó como personaje del papel cuché y ha abrochado demostrando que tiene mimbres, y argumentos ya consolidados, ... como para que más pronto que tarde sea considerado el torero de Sevilla. Con el permiso de Morante, claro. Una esclarecida ovación despertó a la Maestranza a las siete de la tarde tras el mutismo que había despedido el primer pasaje de Pablo Hermoso de Mendoza. La gente hasta se ponía en pie. Alargadas las piernas y palmoteadas las manos, la Maestranza parecía volcarse nada más ver el visón y oro de Juan Ortega asomar por el burladero del tendido 3. Una reacción que decía mucho, tanto como que Sevilla venía a ver a sus discípulos, a resolver las dudas sobre la sucesión.
A ellos correspondía la misión evangelizadora tras las herejías del fin de semana. Y de Ortega fue todo el escenario nada más asomar a las siete y un minuto de la tarde Terremoto. Un temblor sacudió esta orilla del Guadalquivir tras recoger Juan, el apóstol pagano del toreo sevillano, las huidizas y premonitorias oleadas del primero de Matilla. Media docena de lances después, ya junto al patio de arrastre, desplegó su capote como si abriera el baúl de los pinceles para pintar su joya más personal. Altote, aunque estrechito de sienes y sin mala expresión, se arrebujaron toro y torero a través del capote más bragado del sevillano. Ligeritas sus muñecas y eternas sus palmas. Del toque brusquito para tratar de desplazarlo al lentísimo pasaje bajo su bragueta.
Un terremoto con el que Ortega derribó las leyes de la física y el tiempo para destrozar las costuras de todo el escalafón. Sabiendo que el animal se vencía y que apenas se salía, pareció convencido de que este día no podía pasar en blanco. Y tomó la tarde color albero. Color ocre. Color dorado. El color de la Giralda, el color de Sevilla. Más ceñido que nunca. Con la plaza rugiendo, con Emilio Muñoz dando los mismos botes que un cuarto de siglo atrás daba Miguel Ríos Mozo ante aquella cimera faena a Jarabito. Cumbre su media verónica, entre Sevilla y Triana, entre lo sencillo y lo abigarrado, entre Belmonte y... Que no fueron las únicas, como aquellas dos tras el singular galleo por el palo de Chicuelo, con sólo medio pasito, con las yemas de los dedos. Un día de los que como decía Antonio Ordóñez, algo tenía que pasar. Y en ese momento salió Aguado, con la plaza exaltada, sobrepasado el paroxismo en la Maestranza, muy cortito se quedaba Terremoto tras sus chicuelinas, llegadas hasta el patio de caballos, también eterno su broche a pies juntos.
Le brindó Juan a Pablo –Hermoso–, como también le brindó después Pablo –Aguado–. Muy de frente, con su muleta arrugadita, sin forzar el pinchazo del ayudado; así se abrió completamente hundido, como pocas veces se ha mostrado de entregado. A las siete y cuarto de la tarde el estruendo se hizo silencio. El silencio de Sevilla, que sabía que estaba ante algo fuera de lo normal. Preclara fue su primera tanda, rápidamente ligando, como hasta hace unos meses nunca había ligado a un toro. Sin tiempos muertos, sin parsimonia ni exceso de perfección. Y volvió a rugir la plaza. Muy pegado a tablas, entre el desolladero y la enfermería. Que fue lo que duró el de Matilla, sin raza, picado de más y forzado en los terrenos más imposibles. Una serie final, ganando el tranco al pitón contrario, y su manera tan especial de quitarle las moscas, fue todo lo demás. Acabó la tarde, y así acabó el primer encontronazo entre los discípulos del toreo sevillano, los herederos de...
De Morante de la Puebla. Y conste que pese a su dolorosa baja no se devolvió ninguna entrada. Pasó por tanto casi desapercibida la despedida de Pablo Hermoso de Mendoza, al que conviene recordar que lleva lustros vetando a la gran figura moderna del rejoneo, que llegó como convidado de piedra y que se llevó la única oreja de la tarde. Cariñosa, aunque limitada por su fallo con el acero y por la rigurosidad de un público demasiado distinto al suyo. La vuelta al ruedo se hizo eterna.
Fue el tercero, Veraneante –homónimo del quinto–, el más bajo de los dispares toros de Matilla. Cortito de cuello y cornidelantero, vino también huérfano de raza, fondo... y un ápice de estilo. De Juan Sierra y su arriesgado par de banderillas fue lo más destacado del pasaje. El mejor de toda la Feria de San Miguel. Una solitaria tandita le aguantó a Pablo, que rápido quiso cogerle el pulso junto a las tablas. Más rápido se apagó el de Matilla, que también sangró en exceso... Mayor brío tuvo el otro Veraneante, el segundo de Ortega, con chispa, pero sin ritmo y descompuesto tras una lapidaria primera serie al natural. El sexto fue un cohete: soltando la cara, a mil por hora y ganando en guasa. Quedaba tan lejos, y seguía tan presente, aquello de Ortega...
FERIA DE SAN MIGUEL
- Plaza de Toros de La Real Maestranza de Caballería. Domingo, 29 de septiembre de 2024. Tercera y última corrida de la Feria de San Miguel. Lleno en los tendidos. Dos horas y veinticinco minutos de festejo. Presidió José Luque Teruel. Se lidiaron toros de El Capea, de dispar presentación (1º, noble y con ritmo; 4º, bravo), y Matilla, poco parejos y desrazados (2º, de buen estilo aunque manso en la muleta; 3º, desrazado; 5º, manso con carbón; 6º, manso).
- Pablo Hermoso de Mendoza, de chaqueta negra y bordado en plata. Cinco pinchazos, rejón casi entero y descabello (silencio); pinchazo y bajonazo trasero (oreja).
- Juan Ortega, de visón americano y oro. Media estocada (ovación); estocada algo atravesada (silencio).
- Pablo Aguado, de gris perla y oro. Medio bajonazo (silencio); media estocada (ovación).
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete