Molinetes y trincherazos
Literatura taurina
No hay duda, el taurino, por desgracia, lee poco, esto no es nuevo, siempre fue cosa de una minoría curiosa por saber
La literatura taurina parece abocada a un cierto ostracismo, a una marginalidad, más cuando las propias librerías limitan sus títulos o bien directamente los ignoran sentenciando con ese vulgar empobrecimiento de la sociedad actual. No hay duda, el taurino, por desgracia, lee poco, esto no ... es nuevo, siempre fue cosa de una minoría curiosa por saber. Juan Belmonte fue un fervoroso lector, tal es así que llevaba una gran maleta de libros allá donde toreara. Gustaba en la habitación del hotel y antes de enfundarse el traje de luces, leer un rato, imagino que lograba evadirse de los miedos y templaba los nervios sumido en aquellas novelas de aventura, tal como él mismo soñaba cuando quiso viajar a cazar leones.
Todo el que lee lo hace por no conformarse con la vida, por ese anhelo de ver más allá, por descubrir nuevos mundos, sin duda por ello don Juan fue un gran lector, amigo de tantos intelectuales (Sebastián Miranda, Hemingway, Zuloaga, Camba, Valle-Inclán, Romero de Torres...) que a su vez se inspiraron mutuamente para sus obras. Se echa mucho de menos aquella vinculación entre intelectuales y toreros, quizás porque a día de hoy no existen esos toreros con halo romántico, con ese misterio interior que decir. Sería pues la pareja Joselito y Belmonte la que despertó el interés de la intelectualidad, a su vez espoleada por la gran personalidad de Sánchez Mejías, el cual hizo y mucho para que esa Generación del 27 sucumbiera al arte de Cúchares. Jamás entendí cómo la del 98 no quiso ver en la tauromaquia su grandeza, y o bien prefirió mirar hacia otro lado en aras de otros conflictos políticos de aquella Cuba que España perdió, o bien no supieron ver el arte de la llamada Fiesta en tiempos del Guerra, y posteriormente en la 'época de los naides'. Siempre he tenido mucha más afinidad con la Generación del 98 que con la del 27, si bien es cierto que eso de llamarlos Generación no deja de ser un empecinamiento más que una realidad, pues cada escritor, tal como cada torero, es uno y sólo uno. Manolete fue otro de los toreros que siguió despertando ese halo literario por su carisma, a su vez fue también un consabido lector. Existen unas bellísimas fotos suyas leyendo ensimismado en aquel feliz verano del 46 junto a su amada Lupe Sino en Fuentelencina.
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