Toros

Festival taurino en Nerva: una mina de bravura y triunfos

Miguel Ángel Perera y David de Miranda destacaron ante un interesante encierro de Juan Pedro Domecq en la localidad de la Cuenca Minera de Huelva

Diego Urdiales, El Fandi, Miguel Ángel Perera, Cayetano, David de Miranda y Enrique Toro han toreado este domingo en Nerva @InfoMAPerera

Jesús Bayort

Nerva (Huelva)

Sesenta kilómetros de carretera y una hora de reloj distancian Sevilla de Nerva, corazón de la Cuenca Minera de Huelva. Un trayecto especialmente cómodo por la Ruta de la Plata hasta que pasado el cruce de El Castillo de las Guardas adquiere un marcado acento sinuoso durante sus últimos dieciséis kilómetros. Ese curvado recorrido final es el que trazó el camión que a primera hora de la mañana había embarcado en Lo Álvaro el encierro de Juan Pedro Domecq, gran protagonista del festejo. Incluso antes de su celebración, porque posiblemente sea ésta la oportunidad más cercana que han tenido los sevillanos de ver en la presente temporada a la divisa más trascendental de su tierra durante las últimas décadas. Los toros herrados con la 'V' de Veragua, otrora divisa real de Fernando VII, no saltarán al ruedo de la Maestranza en 2023. Lidió seis, pero dos fueron los verdaderamente importantes. Tercero y quinto. Casualmente, los de mejor tipo y más prolongado cuello. Otro argumento contra los escépticos de las hechuras. Y en cuarto lugar se lidió otro que también apuntaba cosas especiales pero que quedó condicionado tras romperse el pitón por la cepa.

La primera sorpresa de la mañana llegó a la entrada del coso. ¿Cómo se ha permitido que una plaza de toros de este calibre haya estado tantos años inutilizada? Sustituyan en la cuestión retórica lo de «plaza» por 'monumental', que es el término más correcto para un coso de cuatro mil localidades que se ubica en un municipio de cinco mil habitantes. La monumental de Nerva, nunca mejor dicho, es como una mina a cielo abierto. Sus tendidos, con casi veinte filas en algunas zonas de sombra, van cayendo a modo de embudo hasta incrustarse prácticamente sobre el ruedo. Y su público, cariñoso y respetuoso con los toreros, tiene una manía perplejamente peculiar: antes de que el picador haya clavado las cuerdas ya lo están pitando. Y no menos simpático fue el vecino que pidió el indulto de todos los novillos, menos del quinto, que sí que fue de bandera.

Arcabucero era fino, bajo, recortado y con longitud de pitón. Permitió conocer la mejor versión capotera de David de Miranda, que toreó como nunca a la verónica. Tanto que dejó con ganas de más cuando, como él acostumbra, decidió quitar por saltilleras en vez de repetir por el mismo palo. El animal, en lugar de venirse abajo tras el rato que pasó empujando al peto, se creció en la muleta. Y el de Trigueros se gustó con él por ambas manos. Muy vertical y ceñido, aunque no fue fácil estar a la altura de un animal con tanto talento. Cortó un rabo, como casi todos los del elenco.

El más inspirado de ellos, en su estilo, fue Miguel Ángel Perera. Que al rebufo de su triunfo del pasado fin de semana en Valdemorillo parecía estar ausente de toda sugestión y circunstancias. Sobrado de técnica, formó un auténtico 'gazpacho': elegante con el capote, poderoso en el toreo fundamental y mandón en las cercanías. Pitón, que así se llamaba, también fue un novillo importante. Aunque a la postre el hermano le restara decibelios a su protagonismo. Perera se lo dejó llegar literalmente a la bragueta, donde el utrero tocaba con su homónimo, sin llegar jamás a puntear. La sublimación —o degeneración, que diría Belmonte— de la nobleza.

Perera terminó con sus calzonas cubiertas de sangre @InfoMAPerera

Diego Urdiales se llevó, como acostumbra, el más deslucido. Extrajo, cuan minero de la zona, momentos de torería, aunque siempre empañados por alguna continuación deslucida. La faena resultó demasiado larga para lo que contuvo. El incombustible Fandi empezó su labor como la terminó, de rodillas. Entre la larga cambiada inicial y la espaldina postrera hubo de todo: facilidad con el capote, espectacularidad en las traseras banderillas y muchos muletazos. El de Cayetano se partió el pitón en cuanto salió. Sin desistir, lo intentó una vez, y otra. Y otra. Hasta que lo mató, con más acierto que elegancia. Y cerró el elenco un novillero de San Juan del Puerto que toreó con buenas maneras a la verónica y al que se le intuyen cosas con la muleta. Aspectos que Enrique Toro deberá desarrollar conforme adquiera mayor oficio.

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