Próxima parada: plaza de toros de Las Ventas
ABC acompaña a un grupo de estudiantes franceses en una visita guiada en la Monumental madrileña
Todos los datos de 2023 de Las Ventas: espectadores, toros, toreros, orejas y cornadas
![El grupo de estudiantes en el patio de arrastre](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/12/19/IMG_2606-RbsDnfaIUvHcPNlGEeEkQyN-1200x840@abc.jpg)
Cuando viajamos a cualquier destino que sea, es costumbre señalar aquellos lugares que no podemos jamás dejar fuera de nuestra ruta, por ser los más emblemáticos de ese lugar. Así, quien viene a Madrid pasará por el Museo del Prado, por El Retiro, por la ... Puerta de Alcalá y, siguiendo por esa misma calle en dirección a la vieja carretera de Aragón, por otro de los monumentos de obligada visita: la plaza de toros de Las Ventas. A este lugar «mítico, mágico y sagrado», como lo definiera Sabina, se acercan aficionados o personas que desconocen por completo el mundo de la tauromaquia; pero que, tras la visita a la Monumental, y adentrándose en todos sus rincones, quizá ya queden atrapados en él, contagiados por tan sugestivo ambiente.
Pues una visita así es la que realizó un grupo escolar de París. Junto a sus cuatro profesores, niños de entre trece y quince años recorrieron la primera plaza del mundo. Entraron sin saber prácticamente qué era un toro de lidia, y a la salida ya tenían unos conocimientos mínimos de la Fiesta. Sobre las 11 de la mañana se plantaron ante la Puerta Grande, y ahí se les explicó que la plaza, ideada por el menor de los Gallo, diez años antes, se terminó de construir en 1931 -como pudieron ver en el cartel inaugural que allí se conserva-; aunque hasta el 34 no se comenzaron a dar corridas de forma continuada. Tras este primer contacto con la tauromaquia, subieron a la andana del 8, donde la guía explicó que la temporada va de marzo hasta el 12 de octubre, día de la Hispanidad, pasando por las Ferias de San Isidro y Otoño. «¿Pero todos los domingos hay corridas?», pregunta un niño. «Es una plaza de temporada, así que, sí. Y siempre con buenas entradas», contesta la guía al chaval, sorprendido de la fidelidad de los aficionados. Pasamos después a la explicación de las zonas de la plaza, con sus andanadas -en las que se sentaron a escuchar-, gradas y tendidos, así como los palcos presidencial y real. «Es un espectáculo muy democrático, aquí la gente pide los trofeos, pero sin tecnología: con pañuelos blancos». También explicó la función de la presidencia, así como los diferentes pañuelos y sus colores correspondientes. «L'orange pour la grâce du taureau…».
Siguiente parada: la terraza, enfrente del árbol de Navidad que está entre las estatuas de Bienvenida y El Yiyo -los niños preguntaron de quién era la escultura en la que hay un ángel llorando, a lo que contestó la guía: «Es el homenaje a un torero madrileño que murió muy joven en Colmenar, José Cubero 'Yiyo'»-. Los críos se quedaron admirados del estilo neomudéjar de la plaza. En el pasillo del 9, una pantalla explicaba a los estudiantes cómo es la vida del toro en el campo. «C'est le monde le plus écologique, reconnu mondialement», afirmaba la cicerone. Vamos al tendido 1, donde una realidad virtual permite a los visitantes verte «cara a cara» con el toro y darle «algunos pases», mediante un simulador. Un profesor y varios chicos quieren probar la experiencia, ante las risas de los compañeros por los respingos que pegan, y es que, aunque sea mediante un simulador, estar delante de un toro siempre impone. Desde ese mismo tendido alto se ve el patio de arrastre y el desolladero. «Le taureau sacrifié est beaucoup utilisé», dice la guía cuando le preguntan para qué sirve la res muerta. Por ejemplo -les aclaraba-, para carne; la piel, para cuero; o los cuernos, para hacer carretones, para que los toreros puedan entrenar.
Bajamos hasta la puerta de arrastre, presidida por un vinilo en el techo que homenajea a Antoñete. Qué razón tenía Chenel con lo de «sol y moscas», y es que, con el frío que hacía esta mañana, sería imposible torear. Los chicos pudieron ver lo grande que es el ruedo (el segundo más grande del mundo, tras el de Ronda), y estuvieron entrando y saliendo de los burladeros, curiosos y divertidos. Aunque estuvieran vacíos los tendidos, impone este magnífico coso. Aprovecharon este rato de la visita, para hacerse fotos, tanto individuales, como un par con todos los compañeros, junto a los profesores. Cruzan la plaza por el callejón hasta la puerta de cuadrillas, y, camino de la capilla, ven la puerta de la enfermería, donde les es explicado su vital e importante función. «Des toreros sont très religieux», explica mientras ven el bonito oratorio desde fuera, en el que siempre destaca, como no podría ser de otra manera, la madrileña imagen de la Virgen de la Paloma. En el patio de cuadrillas, pueden vivir una parte más práctica: se les sacan unos capotes y muletas (para niños), y con un carretón pequeño, se les explicó el uso y colocación de los trastos, y allí se entretuvieron algunos críos toreando de salón. El que hacía de toro, que también trabaja en el tour, intentaba enseñarles a coger bien los chismes, y que los pases -añadía el 'toro'-, los dieran por abajo, porque cada cual subía más y más las manos al 'torear'. Necesitaban estos muchachos ver a toreros poderosos como Perera, por ejemplo; aunque, para no haber visto nunca una corrida, bastante hacían.
![Alumno francés toreando de salón](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/12/19/IMG_2634-U34412455318wqN-660x371@abc.jpg)
La última parada fue el Museo Taurino, en el que pudieron admirar joyas como el chaleco que llevaba Joselito el día de Talavera, el vestido de Manolete en Linares, la cabeza del toro Perdigón de Miura, que mató al Espartero, cuadros como el de Domingo Ortega de Zuloaga, los grabados de la Tauromaquia de Goya, o esculturas de Benlliure, y novedades como el vestido tabaco y oro de Sebastián Castella el día que desorejó a Jabatillo. «¡Os esperamos en marzo para que vengáis a alguna corrida!», les despidió la guía, entre los aplausos entusiastas del joven grupo. Seguro que más de uno salió con ganas de seguir curioseando por este sugerente mundo y con la intención de volver y asistir a una corrida de verdad. Y es que, como decía Víctor Barrio, la Tauromaquia, más que defenderla, hay que enseñarla.
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