El triunfo del heredero en el adiós a San Isidro de una leyenda a caballo

Era un día de emociones, desbordadas cuando el Centauro navarro daba la vuelta al ruedo con la oreja del cuarto, Botinero de nombre, negro bragado y meano, de 606 kilos. Un ejemplar de Carmen Lorenzo que desde ayer ocupa un sitio en la historia: era el último toro venteño del rejoneador que dio categoría al redondel ecuestre.

Las ocho y cuarto marcaba el reloj cuando apareció este murube, herrado con el número 10. En el 7, a la vera de la Puerta Grande, frente a chiqueros, aguardó su salida mientras acariciaba las crines de una de sus estrellas y besaba el amuleto. Más distraído que sus hermanos salió, mientras el jinete no acertaba en el primer rejón de castigo. Luego todo iría a más. A mucho más. Toro y torero, centrado con Nómada, perfecto en la batida. Pero fue a lomos de Basajaun el momento de mayor impacto. Desde el ‘tierra, tierra’ al ‘passage’, superior su doma y tremendo su valor, en un desafío a Botinero, al que se dejó llegar mucho. Cuando se paró a dos metros, citó al pitón contrario, atacó y le puso banderillas, la memoria de sus seguidores viajó hasta Cagancho. Con Esencial abrochó con las cortas antes del rejón final, que desató la pañolada y el reconocimiento a una figura de época. Después de recorrer el anillo, en los mismísimos medios, besó un puñado de arena. De su Madrid, del Madrid que colgó el ‘No hay billetes’ para ver la enésima lección del sabio de Estella.

Noticia Relacionada

Guillermo Hermoso de Mendoza abre la Puerta Grande en el adiós de su padre a Las Ventas

Ángel González Abad

Sigue en directo la corrida de toros de San Isidro Madrid, ganaderías, toreros y última hora hoy

Era la cita de Pablo, pero nunca perdió de vista a su heredero, Guillermo, que cuajó una soberbia obra al extraordinario sexto. Si ya gustó su manera de pararlo, enamoró sobre Berlín, torero, reunido y entregadísimo. La raza del par a dos manos fue el colofón antes del fulminante rejón final que lo aupaba a hombros hasta la calle de Alcalá.

Más desangelada había sido la primera mitad. Como la actuación de Léa Vicens (qué bonito hubiese sido ver a Ventura en este cartel). Con una gran corrida del Capea, la tarde se escribió para los Hermosos. La saga continúa...