Oda al valor de Paco Ureña

Y la sombra de Antoñete, de su saber también en tantos años con el micrófono, sobrevoló toda la tarde, aunque hasta el tercero no llegó la respuesta de los toreros con el brindis de Paco Ureña al cielo, que a la postre sería el único gesto en recuerdo del maestro homenajeado. No pudo pasar de discreto el de Lorca con el deslucido de Vegahermosa, y cuando la tarde ya iba cuesta abajo salió el sexto, un bonito colorado ojo de perdiz bravo ante el caballo y alegre en sus arrancadas, humilladas siempre. Le plantó cara Ureña en un comienzo de faena con ayudados por alto y encajado al natural. Hubo rabia de triunfo, un susto, y cuando manejaba la derecha, cogido de forma dramática con una caída sobre el cuello y el hombro izquierdo. Quedó inconsciente, miedo con una general sensación de tragedia. Sorprendentemente se recupera y vuelve a la cara. Desencajado el torero, dolorido, impotente. La imagen del valor, de la épica, de la cara más dura del toreo. Una auténtica oda al valor. Con el público sobrecogido le dio algunos naturales que parecían imposibles. Lo cazó con la espada y la oreja fue la respuesta de una plaza conmocionada, que Ureña no pudo siquiera pasear en triunfo, pues pasó directamente a la enfermería. Desde allí informan que el diestro tiene la clavícula izquierda partida. Nadie se explica cómo pudo seguir toreando y entrar a matar, lo que da una mayor dimensión a lo hecho. Por la puerta de la enfermería se lo llevan a un hospital.

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La primera parte del festejo no había dado mucho de sí con tres toros que mansearon y dejaron que desear más de la cuenta. Así, Manzanares anduvo decidido con el huidizo que abrió plaza. No quiso el Jandilla saber nada del caballo ni de los engaños. Cuando el alicantino lo probó con la muleta el animal huía como alma que lleva el diablo. Acertó a bajarle la mano y taparle la salida y de esta forma, voltereta incluida, le recetó un par de series de mérito. Aún probó con la izquierda, pero la cosa no pasó de la insistencia detrás de un recorrido por todos los terrenos.

Tampoco con el segundo, y eso que Talavante se fue a recibirlo a chiqueros en una angustiosa porta gayola y luego quiso al natural sin que acabara de producirse la deseada conjunción.

La segunda parte comenzó con trabajo para Florito, que devolvió con eficacia el cuarto y el cuarto bis. Con el cuarto tris no mejoró el panorama y eso que Manzanares quiso, pero no pudo meterlo en la muleta porque el del Pilar ni se entregaba ni tenía fuerzas ni casta y mucho menos bravura. Con el público ya de uñas precisó de dos pinchazos antes de una estocada contraria.

El quinto despertó las esperanzas con una buena pelea en varas y largas embestidas en los capotes, pero fue ponerse Talavante con la muleta y cualquier atisbo se difuminó. Muchos enganchones, nula limpieza y poco temple, fue la tónica de otro trasteo demasiado deslucido, demasiado poco.