En el nombre del padre y del hijo, con final feliz

En su última tarde aquí nadie esperaba que la corrida discurriera por otros caminos que el triunfalismo. Desmedido, es verdad, pero al fin y al cabo el público así lo quiso y el presidente no estaba ayer para exigencias. Gatillo fácil y por la puerta grande de La Ribera que se fueron padre e hijo. Hubo aficionados que le recriminaron la benevolencia al palco, es verdad.

Y en ese ambiente cercano a la veneración puede que sea hasta inoportuno analizar la tarde del maestro. Sin duda, el propio Pablo y sus más acérrimos seguidores no la colocarán en el top de las mejores, aunque sí de las más recordadas. Una actuación discreta con impropios fallos a la hora de la verdad, que hicieron que el silencio fuera el balance de sus dos primeros toros. El quinto, el menos lucido de la buena corrida de Pallarés, tenía que ser sí o sí. Y salió que sí, con un rejón trasero se pidió la oreja, y hasta la segunda en un auténtico estrambote. Todo sea por ver la felicidad del navarro en la vuelta al ruedo envuelto entre flores como jamás se ha visto a torero alguno.

Noticia Relacionada

Una vuelta por todo lo alto: el huracán Ventura arrasa en Salamanca

Rosario Pérez

Más torero que muchos a de a pie, sale a hombros con Sergio Galán; Guillermo Hermoso corta una oreja

El hijo apretó el acelerador con el buen segundo en una faena de alta intensidad malograda con los aceros. Cortó una oreja irrelevante al cuarto y anduvo mejor con el sexto en una faena más templada y precisa con un fulminante rejonazo que desató el delirio.

A hombros se los llevaron en un final feliz que ya estaba escrito.