SAN ISIDRO
Dios no quiere rival en la tierra
Morante dice la palabra del toreo más pura en la desbravada corrida de Alcurrucén, cuyo honor salvó el gran Pocaprisa; magisterio de El Juli sin espada
El VAR del tendido: Con frío sin orejas en Las Ventas
Así contamos la corrida en directo

No, Dios no es mal aficionado. Lo que Dios no quiere es rival en la tierra. Que no es otro que el dios de La Puebla del Río, capaz de decir la palabra del toreo más pura de lo que va de feria con ... una porquería de toro. Despertó El Juli a la bestia del arte en un quite por chicuelinas al cuarto. Un runrún de expectación se hizo entonces mientras la gente aguardaba la réplica. Por verónicas fue. No serían lances limpios, pero sí colmados de bellezas, como esa monumental media. De cincelarla para olvidar tantos vientos de vulgaridad. Aquello ilusionó de nuevo a ese Madrid que rumiaba la frase más escuchada desde el sorteo: «Y si fuera hoy...».
No, tampoco fue ayer, que con tal lote era imposible, pero al menos este alcurrucén le permitió expresar el toreo que nace donde nunca muere. Imperecederos los muletazos a Gaitero, de la familia de los músicos y con el mismo bautismo que aquel inmortalizado en un azulejo. Anda que le iba a tocar a Morante uno como ese... Ni un cuarto de su bravura escondía, pero al menos le permitió dejar perlas de luz en medio de la ventolera. Porque Eolo, que no se pierde una buena, hizo tirabuzones en las banderas en cuanto tomó la muleta el de las marismas. A la vera del 8 levantó el genio estatuas gallistas. Qué majestad la de aquel trébol de estatuarios, con los brazos en alto. Estampas en blanco y negro antes de barrer el lomo en el de pecho. Buscó entonces el refugio del 6 y presentó la derecha entre las rayas para acariciar la noble semiembestida. Vertical, encajado, con la punta de las zapatillas donde se prenden las ascuas. Por ambos lados le reconoció Madrid el sitio que pisaba, como en esos naturales de telas al hocico. Lástima que este Núñez tuviera tan poquísimo celo, tan nula casta. Lo oxigenó Morante antes de ofrecer la mano con la que los hombres que no necesitan contratos firmados estrechan pactos, se plantó a milímetros de los pitones y toreó cada vez más despacio. Casi sin toro, pero con alma, con una torería que colmaba el escenario frente a un Gaitero tan aburrido. Habrá que esperar para tocar ese cielo de Madrid que quita el sueño a Dios y a Morante.
Ni un cuarto de toro fue el de ídem, ojo al feo primero. Desparramaba tanto la vista que tenía pinta de burriciego, pero todo se resumía en que era manso perdido. Más manso no se verá. Cómo no, le tocó a Morante, que ya se sabe que Dios regala embestidas a quien no tiene los dientes de la torería. Muy peligroso en banderillas, Rompeolas no tuvo ni medio pase y el de La Puebla salió con la espada de verdad para enviarlo al infierno de la mansedumbre, esa que tanto se ve en época de berrea electoral, que diría Ignacio Camacho.
El honor de Alcurrucén lo salvó Pocaprisa. Qué gran toro en la muleta. Divino de hechuras era este tercero, encastado y con importancia; lo opuesto a sus hermanos. Lo de Tomás Rufo es para que te elija uno de los números de lotería que reparte El Platanito en el desolladero. Qué baraka en los sorteos. Se vislumbró ya la boyantía del colorado en ese bonito recibo ganando terreno. En el platillo donde había brindado, citó el de Pepino en la distancia, luciéndolo. Vibrantísima la serie, que prometía laureles y glorias. Con alegría acudía Pocaprisa, un gran Núñez que exigía mando y gobierno. No era fácil por las revoluciones del toro y por el viento que soplaba. Tuvo el gesto Rufo de permanecer mar adentro, pero si por el derecho a veces pareció desbordado, por el izquierdo no terminó de hallarle el ritmo. Debía de preguntarse el toledano qué pasaba, sobre todo cuando las voces de sol y sombra le recordaban que se le estaba yendo el toro. Ay, Pocaprisa exigía mucho más que esa acelerada corrección. Con palmas despidieron al toro y pititos sonaron para el torero. Que Rufo, en su joven trayectoria, cuenta con un abultado palmarés venteño, y eso en Madrid pasa factura. Curiosamente, anduvo más acertado en el sexto, con el que se desmonteró Sánchez (Fernando). Bien lidiado por Revuelta, que explicó a su matador que Pianista quería las cosas por abajo. Cuando lo apretó a derechas, respondió por momentos, pero era tan justa su raza que dijo poco.
Feria de San Isidro
- Monumental de las Ventas. Jueves, 18 de mayo de 2023. Cartel de 'No hay billetes'. Toros de Alcurrucén, oros de Alcurrucén, de bonitas hechuras en conjunto; descastados, salvo el importante y encastado 3º.
- Morante de la Puebla, de purísima y oro. Pinchazo y otro hondo (pitos). En el cuarto, pinchazo y estocada (saludos).
- El Juli, de verde y oro. Pinchazo hondo y descabello (saludos). En el quinto, cuatro pinchazos y estocada corta. Aviso (saludos).
- Tomás Rufo, de gris perla y oro. Pinchazo y estocada caída en dos tiempos. Aviso (pitos). En el sexto, estocada caída (silencio).
De maestro la obra de El Juli al guapo y engatillado segundo, con cuello para embestir. Loco estaba el madrileño por sacárselo a los medios y ponerse a torear. Sin probaturas, en un palmo de terreno, dibujó una serie vertical y suave. Tanta calidad como poco empuje tenía Castañuelo. Quiso catarlo por el zurdo, el lado más insulso, y una inoportuna voz se oyó: «¡Ventajista!». Arrogante, Julián apuntó la mirada al tendido y siguió a lo suyo, que era hacer faena. Por el derecho se centró, con una cadencia que acunaba embestidas, despacito, despacito, como aquel 'hit' veraniego. Metido entre los pitones y aguantando paradas, exprimió al ralentí hasta la última gota del alcurrucén y saludó. Imposible hacer más con menos. Qué sosería la del quinto, que no se empleaba. Pero el magisterio julista tocó las teclas, le dio ventajas y lo empujó a ir y venir hasta sacar agua de la sequía de casta. Arrastrado el sexto, se agigantaba más rápido el recuerdo de Pocaprisa(s).
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