SAN SEBASTIÁN
El Juli y su despedida de quinta Concha de Oro
Con más ambición que el alumnado de todas las escuelas taurinas, conquista su séptima puerta grande en Illumbe
Carteles de las bodas de plata de Illumbe

«Anda, pero si ese no torea como Roca Rey», decía una mujer del tendido alto. «No señora, es que no es Roca Rey». «¿Cómo no va a ser? Si mi yerno me ha traído desde Guetaria para ver a ese peruano que ... se arrima tanto», insistía Alaia, alegre como su nombre. Menos con el yerno. Pobre criatura, la que le dio la suegra. ¿Cómo iba a enterarse el hombre de la ausencia si en el toreo el asunto de las sustituciones, de ser posible, se anunciaría en el momento del paseíllo?
El Juli, mandamás un cuarto de siglo, se quedó sin rivalizar con el actual líder en su adiós a San Sebastián. Pero sí se benefició de su taquilla: toda para Julián. Y las comisiones también quedaron en casa (de los Lozano): Tomás Rufo ocupó el puesto vacío en tan taurinísima fecha. Que acabaría siendo al completo del madrileño.
Cuando El Juli tomó el capote tronaron nostalgias del ayer. Un revuelo de sentimientos en su periplo final por el norte. Era el último paseíllo de una figura de época en la ciudad de la Concha. Hasta cuatro de Oro tiene, superando al mismísimo Ordóñez. Y a por la quinta venía el torero con mayor ambición del escalafón. Igual no ha habido otro ni lo habrá. No fue ningún regalo el segundo de la buena corrida de Jandilla, obediente pero tecloso. Psicólogo se llamaba, prendido con alfileres y menos transparente, pero que tuvo enfrente al doctor con la mente más preclara. Se vencía el rebrincadito animal, pero El Juli, prodigio de la técnica, técnica del prodigio, buceó en la botica que cura males. Y de allí brotaron el toque ideal y una tela sin fin, con esa pícara sutilidad para invitar a la embestida a tirar hacia las afueras. No le quedó a Psicólogo más remedio que ser el paciente rendido a Julián, al que contaba todas sus penas y alegrías. Sonriente paseó la primera oreja, brindada a los artífices de la vuelta de los toros a San Sebastián, los Chopera. Sus bodas de plata celebraba Illumbe, la misma edad que El Juli de matador. Hay caminos que están siempre predestinados a cruzarse y reencontrarse...
Por el de la gloria lo hizo Julián López, con un guiño paisajista a Ducasse y sus jardines de Miramar en ese florido y torerísimo recorte para poner al quinto en el caballo. El quite por gaoneras de Rufo despertó aún más al genio. Y allá que fue con el plato estrella que en tantos escenarios recreó, las lopecinas. Hubo una, la segunda, en la que se caía la cubierta mientras animaba a Guerrero con la montera. Y otra más antes del bonito broche. «Juli, ponlas tú», pedía un espectador a grito pelado en banderillas. Se quedó con las ganas el paisano, que aplaudía a rabiar en el brindis. Y más aún cuando El Juli se atornilló en el mismísimo platillo con dos pases del péndulo. Un gesto de reivindicación: «Por la espalda también los pego yo». No fue su faena más estética, pero sí de inteligencias, con una ambición que no esperaba al mañana, con más ansias que el alumnado de las escuelas taurinas. Ambición de ser de quien es máxima figura. Menudo arrimón se pegó en el epílogo, cual novillero en busca de contratos. Pero no, era su despedida de Illumbe, un adiós con aroma a quinta Concha de Oro. Y ‘Oro en la tarde’ sonó cuando impartía una lección de terrenos, tiempos y distancias frente a Guerrero, al que crujía con el compás abierto. Despatarrado y roto mientras le echaba los vuelos. Por el buen pitón zurdo del estupendo jandilla se centró, aunque no faltó la fiesta de los molinetes de rodillas y los invertidos. «¡Torero!» y «¡eres el mejor!» coreaban mientras López aplaudía la muerte de Guerrero tras enterrar un espadazo trasero. La doble pañolada le entregó la séptima puerta grande en su adiós a la Bella Easo.
No pudo acompañarle el discípulo en la salida a hombros. Y no porque el público no la pidiera, sino porque el presidente se mantuvo con buen criterio en su sitio y sólo le otorgó una oreja en el encastado tercero. ¿Cómo le iba a dar dos en una plaza de primera después de una faena con tantos altibajos? Y eso que la obra arrancó con enorme emotividad por abajo, donde el bravito toro pareció lesionarse de una mano. Pero Olivarero se vino arriba con el caro aceite de la casta y el toledano, pese a las condiciones que reúne, no acabó de cogerle el ritmo. Después de que las mulillas aguantasen lo que no está escrito –en el 7 ya les hubiesen sacado un cantar– con el mosqueo del palco, Ferro le negó también el trofeo en el sexto, al que había recibido a portagayola y cosido explosivas verónicas. No hubo foto en volandas, pero la del brindis a El Juli relucirá en su vitrina.
Los pañuelos blancos no ondearon para el caballero que abría la mixta, Guillermo Hermoso de Mendoza, que no tuvo su actuación más fina pese a contar con un toro del Capea de notable son, en el que a lomos de Berlín hizo lo mejor. Se echó en falta al padre, el maestro a caballo. Como se echará en falta a El Juli, el maestro de la manita de conchas doradas.
Semana Grande
- Plaza de toros de Illumbe. Martes, 15 de agosto de 2023. Última corrida de la Semana Grande. Tres cuartos largos de entrada. Toros para rejones del Capea y para la lidia a pie de Jandilla, correctos de presencia en general y de buen juego en conjunto.
- Guillermo Hermoso de Mendoza, dos pinchazos, medio rejón y dos de descabellos (silencio). En el cuarto, tres pinchazos y rejón contrario (silencio).
- El Juli, de gris plomo y oro. Estocada trasera (oreja). En el quinto, estocada trasera (dos orejas). A hombros
- Ginés Marín, de gris plomo y oro. Estocada caída (oreja con petición de otra). En el sexto, estocada (petición y vuelta al ruedo).
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