Viento en popa va la taquilla, que no el arte
Diego Ventura hace lo más destacado y Ginés Marín muestra mejor imagen que la tarde anterior en el octavo 'No hay billetes' de la feria
La tarde más rara del mundo
![Diego Ventura, en un momento de su actuación](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/26/ventura-RalBTcFR0sRUQl5Jc4AtQIJ-1200x840@diario_abc.jpg)
El invento dominical de la mixta funcionó de lujo en taquilla, con el octavo cartel de ‘No hay billetes’ de San Isidro, que le haría bajar a Urtasun a una farmacia de guardia en busca de omeprazol. Era el llenazo número ocho y ... el cuarto consecutivo, lo que proclama de momento como triunfadora de la feria a la empresa Plaza 1. Porque en lo artístico no remonta. «¿De qué va a hablar mañana?», me preguntaba un abonado mientras Florito hacía las delicias a punta de chaquetilla para devolver a chiqueros a Atleta, que tenía guasa un bautismo así para un animal mermado de fortaleza.
En el sobrero de José Vázquez, conocedor de los corrales venteños, se aferraba la última esperanza a pie. Ginés Marín –mucho más centrado que la tarde anterior– brindó a Curro Vázquez, que fue su apoderado, su maestro y hasta un segundo padre. El extremeño, despejado y dispuesto, afianzó la embestida del manso, exprimiendo lo que tenía por el mejor pitón derecho. Aun así, también quiso catar el zurdo, por donde protestaba más y se entregaba menos. El cinqueño cada vez se desentendió más, tan aburrido y con ganas de pasar a otra vida. De una estocada algo caída lo despenó, sin triunfo posible en un momento que lo necesita. Como tampoco levantaría el vuelo en el otro, con el que anduvo mejor de lo que quisieron verlo, aunque tampoco como para tirar cohetes: Marín puede dar más de sí.
Con todas las distancias entre el arte a pie y a caballo, el que más de verdad toreó fue Diego Ventura. Y su cuadra. Qué portento. Cierto es que hubo alguna pasada en falso, pero la jornada no alumbraría nada igual a lo contemplado entre las ocho y diez y las ocho y media, cuando se puso a pinchar y arruinó el premio el rejoneador que suma ya dieciocho Puertas Grandes. A lomos de Velázquez, bajo el cielo del pintor que buscaba la belleza, aguardó la salida del cuarto, un toro del Capea que manseó en los inicios, aunque luego derrocharía más clase que los montalvos. Se quedó el murube fijo en dos acomodadores del callejón y barbeó las tablas, pero el de La Puebla lo calentó con dos rejones. Y entonces apareció con Nómada para recitar la vida a dos pistas, la más hermosa del sexteto (ojo a lo que hizo al anterior). Sonaron las palmas cuando citó de frente y clavó al pitón contrario para meterse luego por dentro en esas trincheras imposibles. El adorno con el piaffe, la cabriola y la banderilla en lo alto desataron la locura, mientras despedía la suerte con el ajuste de más piruetas. En pie se puso el tendido, rendido al maestro a caballo. Faltaba Lío, un fenómeno que arrancó con su tierra a tierra. Y Bronce, al que quitó las riendas para colocar un par a dos manos de enorme riesgo. Se hacía un arco el bayo de los lazos rojos y blancos mientras desafiaba al buen Olvidado, al que acabó pegando bocados. Se rompía las manos el gentío cuando abandonó el redondel marcha atrás bajo los sones de Peralta. La rosa y el teléfono sobre Guadiana pusieron la guinda, pero el fallo final se llevó el triunfo. Aún así, nadie toreó con tanta personalidad y pasión como Diego. Porque ya en el primero prendió una ardiente llama en dos completas vueltas al ruedo a dos pistas y media más cambiando la dirección: un portento sobre Fabuloso, con un temple superior y un aquilatado valor. De otra dimensión a sus colegas rejoneadores, los que torean con él y los que no quieren ni verlo. Otro notable toro fue este Bolillero, aunque con una comodidad de cara que se antojaba incómoda para la vista del primer coso del mundo.
Feria de San Isidro
- Monumental de las Ventas. Domingo, 26 de mayo de 2024. Decimoquinta corrida. Cartel de 'No hay billetes'. Toros del Capea (1º y 4º, buenos), Montalvo (2º, 3º, 5º y 6º) y José Vázquez (6º bis), faltos de entrega, sin terminar de romper.
- Diego Ventura, con chaquetilla de terciopelo y zahones: rejón trasero (silencio); dos pinchazos, otro hondo trasero y rejón (saludos).
- Cayetano, de turquesa y azabache: pinchazo, estocada desprendida con travesía y descabello (silencio); estocada delantera que escupe y estocada (silencio tras dos avisos).
- Ginés Marín, de verde hoja y oro: pinchazo hondo y descabello (saludos tras aviso); estocada caída (palmas de despedida).
Poco cómodo pareció Cayetano, que hizo el esfuerzo de torear cuarenta y ocho horas después de su espeluznante cogida. No se entregó su lote de Montalvo, pero tampoco hubo gobierno y así fue imposible que, por ejemplo, ese difícil quinto respondiera. La entrega mayor fue de Ventura, máximo culpable del llenazo. Sin olvidar a Rivera Ordóñez, respetado y con tirón en este cartel: de caerse, hubiese traído el revuelo de las devoluciones. Viento en popa a toda vela va la taquilla, que no el arte. A la espera el miércoles de Morante.
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