BRIHUEGA
Corrida de Primavera: Roca Rey rompe la maldición del boquerón
Dulce reencuentro del peruano con la Alcarria con una sólida faena, un quite para enmarcar y la única puerta grande frente a una interesante corrida de Matilla
El aplauso de Urtasun a los ganaderos de Miura en la entrega de la Medalla de las Bellas Artes

Rebosaba la primavera en los campos alcarreños y rebosaba en los tendidos de Brihuega. Llenos los de la plaza; llenos los de los balcones, los del mirador y los del cerro. Nadie quería perderse una cita que volvió a ser un acontecimiento social. Ni los ... pronósticos de Rappel, en barrera, se antojaban tan triunfales. En la primera parte, claro, porque luego las espadas arrojaron una única salida a hombros: de Roca Rey fue. El peruano rompió la maldición del pescado. Contaba Andrés la noche anterior en 'El show de Bertín' que cada vez que aparecía en su mesa tal alimento en fecha cercana a una corrida las cosas no rodaban. Pero ni las banderillas con boquerones que compartió con Osborne ante más de doscientos mil espectadores le cerraron la puerta grande. No sería con el toro de la carretera, pero Matilla lidió un interesante conjunto: a pesar de su desigual presencia y de apuntar justo poder, sacó notas de fondo y clase.
Templadito, como ha demostrado en lo que va de año, toreó Roca con el capote al tercero, de mayor volumen que alguno de Sevilla. De primor el variado quite, por tafalleras, chicuelinas y gaoneras. Lentamente, deshojando margaritas, acarició la embestida. Despacioso y ajustado. Después llegaría la explosión de rodillas, en un inicio con cambiados a un toro de buenos sones y obediencias, pese a ese fleco inicial que se metía por dentro. Ni una vez rectificó el peruano, asentadísimo en una faena de enorme quietud, con el relajo de quien sabe que el mando es suyo y con el dibujo largo. Tras oxigenarlo, le bajó cada vez más las telas, pulseando el boyante viaje, antes de rematar en las distancias milimétricas. De un sopapo crujió a este Esaborío y se embolsó el doble galardón. Otro perdería en el más deslucido sexto, de lavada cara, en el que levantó el clamor en los terrenos del valor, exponiendo siempre.
La tarde se había estrenado con una labor de aromático y medido contenido, el ideal para sostener a un animal de contada fortaleza, pero de noble condición. Alegre la faena de Morante, con ese bello toreo a dos manos, con el garbo de aquel molinete, con la sonrisa que iluminaba la vuelta al ruedo mientras paseaba un trofeo del cariavacado y justo Ateo. Blando y rajadito el cuarto, aunque en las manos morantistas se sostuvo. Cuánta belleza en la apertura por alto. Cuánta suavidad a ras de albero, puro y ajustado. Majestuosos los de pecho en aquella pieza de torera facilidad, recompensada con saludos.
Encogido de los cuartos traseros salió el Esaborío segundo, candidato al pañuelo verde, pero al que la cuadrilla supo tratar con eficaz brevedad para que no regresara a chiqueros. El de Olga Jiménez, que siempre lució un ilusionante galope, se vino arriba en la media altura. Repetía e incluso quiso planear mientras se abría frente a un matador con tendencia a despedirlos hacia fuera. Ay, cómo hubiese sido Esaborío con más poder. Manzanares imprimió suavidad en el trazo, incluso sorprendió con una espaldina. No paró de embestir el animal, ni perdió nunca su fijeza. Recibiendo la estocada, de cuya suerte el alicantino cayó con una rodilla en tierra. Se tragó la muerte el bravo Esaborío, arrastrado entre una lluvia de aplausos con una sola oreja.
Corrida de Primavera
- Coso de Brihuega. Sábado, 6 de abril de 2024. Corrida de Primavera. Lleno. Toros de Hermanos García Jiménez y Olga Jiménez (2º y 4º), desiguales y de interesante juego.
- Morante de la Puebla, de canela y oro: estocada trasera y tendida (oreja); estocada trasera y tendida (tibia petición y saludos).
- José María Manzanares, de gris perla y oro: estocada recibiendo (oreja); metisaca, pinchazo y se echa (saludos).
- Roca Rey, de sangre de toro y azabache: estocada rinconera (dos orejas); pinchazo hondo y dos descabellos (tibia petición y saludos).
Una seriedad distinta traía el quinto, con 'pelo de rata'. Se venció en el comienzo, pero José María supo encauzarlo, dejándole la pantalla puesta, mientras respondía con humillación. Alargó demasiado y el fallo a espadas arruinó el premio que le hubiese aupado en volandas con Roca Rey. Sólo el Cóndor del Perú emprendió el vuelo por el arco de La Muralla, olvidando la superstición del boquerón en vinagre. Dulce su reencuentro con la Alcarria.
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