Por el Rey y por España: la faena más sentida y solemne de la Corrida de la Prensa
Paco Ureña da la única vuelta al ruedo en un exigente conjunto de Victorino, al que se le hizo casi todo al revés
¡Ay, si los toros bravos hablaran!
![Don Felipe saluda una ovación desde el Palco Real en medio de los aplausos de Luis Planas, Isabel Díaz Ayuso, María Rey y Francisco Rivera Ordóñez](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/06/05/FELIPE6-RUTw3EweVlCZOmcRkvAiOdL-1200x840@diario_abc.jpg)
Ensordecedora la ovación cuando Felipe VI apareció en el Palco Real para presidir la Corrida de la Prensa, que acabó el papel en una nueva bofetada al Ministerio de la Censura. Un aplauso espontáneo, sincero y sentido del pueblo venteño, que acudió en masa ... y colgó el undécimo 'No hay billetes' de la feria. Más de 23.000 gargantas se unirían en un coro de vítores al Rey y a España a lo largo del festejo, que arrancó con el himno nacional. Fue la faena más solemne, la de la unidad nacional, con el sol y la sombra en pie, con la emoción en la piel de los tendidos, mientras el Monarca correspondía con un gesto de agradecimiento. Un baño de cariño y de multitudes que jamás se llevará el ministro que no respeta la Cultura.
En los toros de la A Coronada depositaba su fe la afición para que levantase el vuelo de un San Isidro que en lo artístico no remonta. Qué seriedad traía la corrida de Las Tiesas de Santa María, completamente cinqueña, cárdena y entrepelada. Un runrún de expectación brotaba cada vez que uno de los grises aparecía por chiqueros con todo su trapío a cuestas. Caras de rabia y decepción cuando iban al peto, donde no pudieron hacerles las cosas peor. Aunque la bravura categórica de los grandes victorinos no apareció y fueron duros y exigentes, qué manera de cargarse varios ejemplares en varas y en la lidia. ¡Vaya cuadrilla! Todo (o casi) al revés. Y con las faenas en el tercio, menos una...
Hubo un toro de abrumadora casta, precisamente al que, tal vez, le faltó un puyacito más para atemperarse. Fue el segundo, Garañuelo de nombre, en el que sonaron los primeros oles en las decididas verónicas de Borja Jiménez, con este número 78 descolgando su generoso cuello y con el hocico por delante. Dos leños de pavor lucía, con esa fiera embestida. Se presentía un toma y daca antes del brindis del torero de Espartinas al Rey: «Majestad, va por usted, por la tauromaquia, por la Monarquía y por España. Gracias por apoyar la cultura de la tauromaquia». Trepó la ovación hasta el palco, entre los aplausos de Planas, Ayuso y María Rey, a la vera de Don Felipe. Más retirado andaba Francisco Rivera Ordóñez, lo que no se entendía siendo el asesor artístico. Seguramente, Paquirri trataría de explicarle al Monarca la dificultad de encauzar y dominar ese viaje de desbordante casta. Porque Garañuelo hubiese desbordado a escalafón y medio y, también, desbordó por momentos a Jiménez. Hizo un esfuerzo tremendo el sevillano, el espada al que le falta una cita isidril para cambiar la moneda, pero la sensación es que no terminó de gobernar al victorino. Pese a su humillación, el toro se revolvía con pezuñas de pólvora, con un carbón que asustaba. Cortas tenían que ser las series, series de pasar un mal trago. Innegable el mérito de aguantar ahí y de plantearle batalla, mientras se veía obligado a perder pasos con un animal que pedía el carné, con el que era imposible dormirse en los laureles, con esa forma de ganar la acción. Fue una faena de máxima intensidad, con la plaza en tensión. Y fue un toro más de público y ganadero que de torero: la gente, cómo no, se posicionó con Garañuelo, al que despidieron en el arrastre en medio de una ovación. Porque ese victorino, con todas sus dificultades, es de los que esconden premio si uno se aleja de los cauces modernos del toreo.
Sin opciones con el cuarto, Borja cerró la tarde con un toro prometedor, con unas serias hechuras y una forma de colocar la cara que anunciaba la locura. Nunca llegaría: se lo cargaron en el peto y entre todos no pudieron dar más capotazos. Total, que Misterioso no desarrolló en las telas lo apuntado y Jiménez tampoco dio el paso adelante de verdad. Mañana tiene su último cartucho.
Lo más sincero nació de las muñecas de Paco Ureña, que dio la única vuelta al ruedo tras una fulminante estocada al tercero, con esos ojos de sapo y esas imponentes velas. Encampanado, mucho se lo pensó en banderillas. Mejor embroque que finales –tónica del interesante conjunto– tuvo Japonés, en el que el de Lorca firmó los pasajes más desnudos y apasionados. Mediada la labor, dibujó la tanda más dominadora, con el sol volcado.
Feria de San Isidro
- Monumental de las Ventas. Miércoles, 5 de junio de 2024. Vigésima tercera de feria. Corrida de la Prensa. 'No hay billetes'. Toros de Victorino Martín, serios y muy bien presentados, exigentes, sin terminar de entregarse; muy encastado el 2º.
- Paco Ureña, de rosa y oro: dos pinchazos, estocada desprendida atravesada y nueve descabellos (silencio tras dos avisos); estocada corta (petición y vuelta al ruedo tras aviso); pinchazo, media atravesadísima, estocada corta baja muy atravesada (silencio tras aviso).
- Borja Jiménez, de verde y oro: pinchazo, media tendida y ocho descabellos silencio tras aviso); estocada desprendida y descabello (silencio); pinchazo y estocada (silencio).
En una tarde en la que las faenas transcurrieron en el tercio, sólo el murciano tuvo la listeza de sacar a los medios al desentendido quinto hasta extraerle meritorios pases. Demasiado alargó sus trasteos y llegó a sumar cuatro avisos, dos en el complicado primero, un victorino muy duro que no humillaba y no pasaba. Para el Rey fue el brindis: «Va por usted y por España, que la defienda como necesitamos en la actualidad». Y entre «¡vivas!» despidieron a Su Majestad, que se llevó las grandes ovaciones en el 'paseíllo' más sentido y solemne.
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