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Una corrida para salir escoltados en el día de la Policía

Un petardo ganadero de Román Sorando da al traste con el festejo del arte, que terminó con bronca y almohadillazos

Va por el Rey y por España

La plaza se inundó de almohadillas a la muerte del sexto bis GUillermo navarro
Rosario Pérez

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No tengan ustedes prisa, que todo pasa, que todo llega. Salía un toro y otro, y otro, y ahí seguíamos, aferrándonos al decimoquinto mandamiento del abonado más veterano del lugar. Pero pasar, lo que se dice pasar, no pasaba nada, salvo el mortecino tiempo. Y ... la única aspiración era que llegara el final. Un desencanto absoluto el festejo del arte con los toros de Román Sorando, vacíos de bravura, ayunos de poder, huecos de casta, faltos de vida en definitiva. Un petardo en toda regla que acabó con el típico 'pum-pum' y una tormenta de almohadillas cuando Pablo Aguado se eternizaba en la hora final para dar matarile al sexto. Ni uno de la divisa titular mataría el sevillano, pero los sobreros tampoco arreglaron el desaguisado.

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