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desde mi grada

Casta brava

Antes del festejo, era fácil ya apostar por la corrida de Santiago Domecq y lamentar que las primeras figuras no se hubieran apuntado a estos toros.

La corrida de las grandes emociones

Fernando Adrián con el quito plaza 1
Andrés Amorós

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Antes del festejo, era fácil ya apostar por la corrida de Santiago Domecq y lamentar que las primeras figuras no se hubieran apuntado a estos toros. ¿Por qué? Precisamente por eso: por ser bravos. Como aficionado, creo que se equivocan, buscando una mayor comodidad. Incluso en Sevilla, el pasado 19 de abril, tampoco los eligieron y también salieron encastados, aunque algunos no lo advirtieran.

Dentro del mayoritario encaste Domecq, esta divisa es la que está saliendo más brava. Los toros de esta tarde han tenido bravura, fijeza, movilidad, emoción: el tesoro de la casta brava, que es el fundamento básico de nuestra Fiesta. El sueño de los aficionados. (Decía Rafael Alberti: «El arranque ciego, /la sangre valiente, / ese toro metido en las venas / que tiene mi gente»). Todos han ido a más, en banderillas. Todos se han resistido a morir. El quinto ha sido magnífico, ha propiciado la puerta grande de Fernando Adrián. Como aficionado, todavía me ha emocionado más el encastadísimo toro primero: claro que ha supuesto un examen muy duro para un diestro que viene de Méjico y no está acostumbrado a lidiar este tipo de toros. Aunque ha estado muy entregado, en ese toro ha sufrido ya tres fuertes volteretas: a un toro sin dominar, citarle para dar espaldinas con el capote no es lo adecuado.

También ha servido esta corrida para desmentir otro tópico el del peso de los toros. El quinto, justamente premiado con la vuelta al ruedo, pesaba casi seiscientos kilos. ¿Cuántas veces escucho que no puede embestir un toro con ese peso? Pues ya lo han visto: se puso a embestir con nobleza y no paró hasta la muerte, de toro bravo.

Cuentan que un joven aspirante a torero le dijo a Juan Belmonte: «¡Si me saliera en Madrid un toro bravo!» Y el muy sabio maestro le contestó: «¡Líbrete Dios de un toro bravo!». Evidentemente, no confiaba mucho en la capacidad del joven. Gracias a la bravura de este toro, Fernando Adrián ha podido mostrar sus cualidades y cumplir su sueño: nunca lo olvidará.

¿Habrán visto las primeras figuras esta corrida? Si no lo han hecho, todavía pueden verla, por televisión. Estoy seguro de que todos ellos soñarán con lo que le hubieran hecho a ese quinto toro. Ya saben lo que tienen que hacer: apuntarse a corridas encastadas. ¿Lo harán? Me gustaría creerlo.

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