David Galván, el único que no se aburrió (y no nos aburrió) en la mansada
El gaditano firma la faena más bella con Rizoso, el mejor toro de la mansa corrida de Alcurrucén
Hasta que llegó el tsunami de la izquierda de Talavante con un torazo de casi 700 kilos
![David Galván, en el epílogo de faena a Rizoso](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/05/30/sentido-R3wQldullkYzsiMAMG5BiOO-1200x840@diario_abc.jpg)
Pongan a David Galván en las ferias de norte y sur, señores empresarios. Inyecten aire limpio al escalafón. Con más de una década de alternativa cuenta el gaditano, pero cuando su figura apareció un halo de frescura impregnó la arena. Qué buen torero, capaz ... de llenar el escenario, capaz de difuminar una desbravada corrida –que no de taparla, eso no lo hubiese logrado ni Joselito resucitado–, y de que se hable de más de su preciosista obra que del petardo ganadero. «¡Sálvese quien pueda!», gritaron. Y allí el que se salvaba era un tío que había entrado por la vía de la sustitución –en el puesto de Manzanares, aquejado de una neumonía vírica– después de su grandiosa faena con la corrida del Torero. Sin ser de la plenitud que aquella, otra vez dejó una ilusionantísima imagen con el mejor toro, el único que se salvó del conjunto de Alcurrucén, en el que entraron dos del Cortijillo, aunque, a la postre, sólo se lidiaría uno al asomar el pañuelo verde ya en el primer capítulo del largo y aburrido espectáculo: de bostezo en bostezo.
Pero hubo uno que nunca se aburrió y que mantuvo al gentío imantado: Galván, el torero que, según Rancapino –palabras mayores–, aúna temple y valentía. El de San Fernando, cuajado en el Campo de Gibraltar, nunca perdió la fe, ni con el bueno, ni con el malo. Un reflejo de la lucha del hombre para el que las madrugadas se adelantan para torear de salón y, luego, poder ganarse el parné con la corcha en el Parque de los Alcornocales. Hasta arrebatar este San Isidro el corazón del mismísimo Madrid. Sin Puerta Grande, pero con la vitola del que posee el don para cruzarla.
Suya fue, de nuevo, la faena del sexteto. Ocurrió en el tercero, una pintura de agradable cara, huida de salida, pero con dulce son y clase para deleitar con una alegre y pausada pieza. Quiso ya Galván echar el pecho por delante en el saludo a la verónica, con el toro queriendo tomar el engaño por abajo, pero molestó el viento y aquello no pudo materializarse. Tras un desordenado tercio de varas, Juan Carlos Rey –que en el estreno se la había jugado a cuerpo limpio– ‘majó’ un soberbio par. Había un runrún cuando David se quedó a solas con el buen Rizoso, al que anduvo con torería en el prólogo, con esas tricherillas, el desdén y el cambio de mano que venían pidiendo pintores. Categórica la apertura y notable la respuesta del colorado. Había que llevarlo tapado, y así lo hizo la sorpresa de la feria, mientras cosía a derechas la embestida, sin permitir que Rizoso viese otra cosa que el paño. Entremedias, lo oxigenó con mente despierta y compuso series por ambos pitones. De uno en uno brotaron las zurdazos a pies juntos, despacito y con el broche de una delicada trincherilla. Qué madera de torero bueno. Por la vereda clásica, esa que nunca pasa de moda y que atrapa de siglo en siglo. Y a izquierdas siguió, con la tela adelantada y un sutil toque. Primaron los lujosos adornos, pero buscó la colocación, acompañó con sumo gusto y aprovechó también las inercias. Aún faltaba un cante grande por paladear, para que sonasen bulerías. Maravilla flamenca esa epifanía final, genuflexo, aguantando las paradas, toreando con la palma de la mano. Incluso la que no toreaba. Y ese broche pectoral que hacía un guiño a los tendidos. Tras una estocada corta, el palco no estimó suficiente la petición y el premio quedó en una vuelta al ruedo. Carmen Calvo, en un burladero con Eduardo Lozano y Víctor Zabala, no entendía por qué no se le concedía el trofeo. En el umbral se quedó.
Lo impensable sacaría luego al manso y grandón quinto, como el oasis de unos naturales en una seria actuación, con algún pasaje incluso de más peso que en la anterior faena de bellezas.
Feria de San Isidro
- Monumental de las Ventas. Jueves, 30 de mayo de 2024. Decimoctava corrida. 21.016 espectadores. Toros de El Cortijillo (1º y 2º), Alcurrucén (3º, 4º, 5º y 6º), Juan Manuel Criado (1º bis), desiguales, mansos, sosos y desbravados, sin entrega;
- Daniel Luque, de verde y oro: pinchazo hondo tendido (saludos); pinchazo, estocada traserísima y descabello (silencio).
- David Galván, de azul azafata y oro: estocada corta (petición y vuelta al ruedo); pinchazo y otro hondo (silencio tras aviso).
- Víctor Hernández, de blanco y oro: pinchazo hondo, estocada tendida y descabello (saludos tras aviso); estocada (saludos tras aviso).
Tocado de Las Ventas sale Daniel Luque, pese a su aplomo y al soberano arrimón que se pegó en el primero de su deslucidísimo lote. Firme y asentado se mostró Víctor Hernández en su confirmación, que acabó siendo ante un sobrero de Criado con ciertas opciones en una faena vivida con frialdad. Expuso el de Los Santos de la Humosa, sin arrugarse con el señor sexto.
De manso en manso. Hasta que Galván, frente a Rizoso, liberó a la plaza de monotonías, esas que tanto irritan a los maestros del flamenco y a la afición. Con mucho cartel sale el de Cádiz de Madrid.
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