TOREROS DE PLATA
El Círculo de la Dinastía Bienvenida, en su largo peregrinar en contar las excelencias de sus protagonistas principales, ha celebrado un homenaje a esa pareja de grandes banderilleros y peones de brega que son Luis González (José Luis González Pérez) y El Vito (Julio Pérez Herrera). El acontecimiento se celebró en un lugar de ensueño para los taurinos, Partido de Resina, en las tierras marismeñas de Andalucía la Baja. Tocándonos a nosotros la misión del ofrecimiento del acto a los galardonados. A Luis González, torero de plata por la Gracia de Dios, nacido en la Sevilla eterna el 2 de julio de 1930, de la que cogió su aroma y su categoría, convirtiéndose por esta segunda cualidad en figura del toreo. De aquellos que Juan de Dios Romero de los Santos, el hijo de Francisco Romero y Acevedo y padre de don Pedro Romero Martínez, supo introducir en la Tauromaquia del siglo XVIII, formando parte del nuevo concepto de cuadrilla.
Renunció a pasar por otro puesto del escalafón. Acaso porque supo llenar de aroma, con el olor especial que tiene Sevilla, una tarde de toros, en los aledaños del arenal del barrio del Baratillo. Faena de un toreo de plata, capaz de lograr la difícil simbiosis entre la elegancia de los mejores pares de banderillas con la grandeza estética del toreo a una o dos manos. Como queriendo reafirmar los conceptos de aquel filósofo de la estética, don Eugenio D´Ors, cuando marca la grandeza de unas suertes que son la esencia misma de las formas perpetuas del toreo. A la que Luis González le da características propias, que permanecen en el recuerdo de los buenos aficionados.
Julio Pérez Herrera, el segundo Vito. Hijo de aquel Manuel, que le transmitió su vocación taurina. Nacido en Camas, en 1928, que es como decir en la tierra del arte, al respirar el mismo aire que Curro Romero. Muy castigado por los toros en todos los puestos del escalafón, reconocido por los públicos, tras su primer traje de luces en 1944. Doctorado en Valencia por Carlos Arruza, como testigo El Choni. Confirmado por el mismo diestro, en ambas ocasiones con astados de Felipe Bartolomé, o sea, de los Surgas, cuyo apellido ostento.
Cuando cambia la muleta por el capote de brega, acierta, dándole la categoría de los versos de Rafael de León y Arias de Saavedra al monumento a Joselito «El Gallo», la espada por las banderillas, arte en el que ha sido un torero inolvidable.
Don José María de Cossío, que con el premio que lleva su nombre me honró, pensaba de este torero que había sido la elegancia personificada con las banderillas. Para que otro Roberto Domingo pinte el tercio de los hermanos Bienvenida, los hijos del Papa Negro. ¡Qué categoría hay que tener para que, habiendo nacido en Camas, lo sigan recordando como torero!
En su homenaje contaron los dos toreros con la admiración de dinastías de la tauromaquia. Puerta, Guardiola, Rafaelito Chicuelo, Bienvenida, Litri; con los que tantas tardes de gloria vivieron. Seguro que desde el cielo otro torero de la época, Antonio Chaves Flores, les dedicó el madrigal de urgencia de un ¡ole!
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