San Isidro
El Var del tendido: locura por la faena Champions de Téllez
Sergio Ramos vino a Las Ventas a ver la magia de Talavante y se encontró con el toledano, el nuevo elegido de la afición de Madrid

Agua fresca en vasija vieja. Ese era el refrán de Nazario, que rara es la tarde que no aparece con su búcaro. «El agua embotellada para los modernos». Y de botijo artesanal fue el toreo de Ángel Téllez, la revelación de esta feria que lleva ... también los nombres de Rufo, Roca y El Juli. Precisamente el año que tomaba Julián la alternativa, 1998, venía al mundo este toledano, que a sus 23 primaveras se hizo el amo de un viernes de mayo en Las Ventas. El día elegido por las figuras, el viernes del reventón y los claveles, la boca de la afición solo hablaba de Ángel, un torero nuevo que torea con el poso de un veterano. Lo comparaban con el Rolls-Royce en el que llegó hasta la puerta de arrastre Mario Sandoval. «Vigiládmelo», pidió a una pareja. Aquel coche antiguo era la pieza de coleccionista en la que los aficionados hacían cola para retratarse con el móvil. La batería sobrante la agotaron con Téllez, un lujo de torero que gustó a españoles, británicos e italianos como Alberto Mingardi, profesor de Economía en la Universidad de Milán. «Fantástico, ha estado fantástico», dijo entusiasmado desde su fila 6 del 2, acompañado por Javier Fernández-Lasquetty. «Impresionante, qué condiciones tan buenas tiene», comentó en las cercanías el francés Clement Berlioz, en un balconcillo de sombra con Edourd Colne, prendado con la suerte de varas. Una ovación se había llevado Marcial Rodríguez: «Mejor la ejecución a caballo que la colocación del puyazo», puntualizó un entendido. Vibraron en la sombra también con el par de Alberto Zayas: «¡Cómo le ha buscado el toro hasta las tablas!».
Enamorado II se llamaba el ejemplar de Victoriano del Río, que observaba encampanado el brindis a Emilio de Justo, «con admiración y respeto» por ocupar su sitio. Nada más presentar la muleta, le lanzaron una advertencia. «No le des el pico». Por si las moscas... Ni una mala palabra más diría el público en aquel tercer capítulo. Ya en la primera serie, su ligazón encontró el calor del público. En pie se pusieron en el 7 Roberto García y El Rosco después de un colosal pase de pecho, enroscándose la embestida hasta la hombrera contraria. «Ese lo hubiese firmado el mismísimo Emilio», dijeron en alusión a la figura a la que sustituía. Maravillaron su embroque y un cambio de mano. Las gargantas enronquecieron aún más mientras ofrecía el corazón con esa colocación que cala en el Foro. «Tan de frente ha querido ponerse, que lo ha arrollado», señaló un espectador. Pero tal era la nobleza de Enamorado II que ni quiso herir al joven de plata y blanco, un color que Miguel Abellán conocía de sobra. «Mira cómo espera al toro y qué despacio lo torea», explicaba un señor a su señora. Doña Lola, como la del recetario, la llamaban en contrabarrera. Y desde esa localidad jaleó ensimismada a Téllez en el epílogo por bajo. Allí se le iría la espada, pero Las Ventas estaba tan 'bizcochona' con su nuevo elegido que apenas media protesta hubo en la concesión del premio. Por si había media duda, la obra al sexto nació aún más majestuosa, profunda y al ralentí, con trazos que se remataban detrás de la cadera, el lugar donde silba la canción de lo superior. Algunos se acordaron del mismísimo José Tomás. «Impresionante, impresionante», repetían. Los que peinaban canas y los que estrenaban tatuaje se llevaban las manos a la cabeza, incrédulos por la histórica página que Téllez acababa de deletrear. El gesto de rabia se apoderó de los tendidos cuando el acero no funcionó: «Da igual, era de dos orejas y hay que sacarlo a hombros», se escuchó. Y el trofeo que le abría la Puerta Grande asomó por el palco de Gonzalo Villa. «Si es otro, no le dejan dar ni la vuelta al ruedo», se oyó. La emoción de El Fundi era la emoción de toda la plaza.
Frente al paso firme del novel con su agradecido lote, Urdiales pasó de puntillas. ¿Y la figura del cartel? Con otra pregunta contestó una voz: «¿Dónde está Talavante?». Quien se encontraba en el callejón era su amigo Sergio Ramos: «Siempre es una alegría volver a casa», comentó a Victoria Collantes. Buscaba la magia de Alejandro y se topó con la de Téllez antes de la esperada magia blanca: «El Madrid es mi familia, ojalá podamos celebrar la 14». La faena Champions era ya de Ángel. Qué locura.
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