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ABC Cultural

Llegó la hora de la juventud

Las Ventas acoge a partir de mañana el VI Certamen Nacional de Novilladas, una apuesta de Toresma 2 por el futuro de la Fiesta. Doce jóvenes promesas competirán en un concurso que se ha convertido en el escenario de lanzamiento de los más jóvenes

Ismael López, Alberto Aguilar y Sergio Marín, tres de los novilleros que despuntaron en la Oportunidad de Vistalegre, competirán ahora en Las Ventas

MADRID. «Ha llegado la hora. Estoy puesto en Madrid». Son palabras de Sergio Marín, uno de los chavales que, junto a Ismael López y Alberto Aguilar, impresionaron en la Oportunidad de Vistalegre y que ahora se disputarán el trofeo al triunfador del VI Certamen Nacional de Novilladas, un concurso de reconocido prestigio que cada año adquiere mayor repercusión en el planeta taurino.

La docena de aspirantes a figura es consciente de la importancia de este serial, no sólo porque el escenario es Madrid, sino por la presencia de las cámaras de Canal Plus. Aseguran que están dispuestos a pagar cualquier precio por conquistar su ilusión: cruzar a hombros el umbral más codiciado del toreo. Un sueño caro, arriesgado, excelso. «Para ganar hay que apostar», sentencia Marín, que se alzó vencedor de los festejos de promoción de Vistalegre. El Palacio carabanchelero encontró su torero entonces; ahora persigue ser «el torero de Las Ventas».

Apoyados en un burladero de la Monumental, el trío de noveles promesas cuenta cómo tratará de cortejar y enamorar a la afición madrileña. «Haré las cosas muy despacito, alargando el muletazo y con mucho temple», dice Marín mientras avanza hacia los medios. «Yo también intentaré realizar todo con clase», sigue López, rezagado detrás de la barrera, ya que su superstición le impide rozar siquiera la arena. «Y con raza de novillero», añade Aguilar mientras toma el capote -regalo de la Fundación Joselito, tras ocupar el segundo puesto en la final de la Oportunidad- y clava los ojos con fe en la puerta de toriles. «Ojalá embista un toro y le corte las dos orejas», señala a la par que dibuja un lance frente a un enemigo imaginario.

Responsabilidad y presión

«¿Vosotros sois conscientes de que esto es Madrid?», cuestiona uno. «Sí, y de Madrid al cielo», responde otro. La responsabilidad y la presión de la primera plaza del mundo pesan sobre la terna de chavales. Aunque tratan de mantener la serenidad, los nervios afloran cuando contemplan los tendidos. «Y eso que ahora están vacíos. Por la noche, llenos, cómo nos sentiremos...». Cuentan que durante sus intensos entrenamientos, en la intimidad de su hogar o en paseos sin rumbo por las calles de la capital, no les abandona un runrún: «¿Quién me iba a decir cuando me apunté a la Escuela que se cumpliría tan pronto mi sueño de verme anunciado en estos carteles?».

Sabedores de las dificultades que entraña abrirse paso en el serpenteante y complicado sendero de las novilladas, se muestran orgullosos de hacer el paseíllo en Las Ventas, gracias a la oportunidad que les brindan los hermanos Lozano en una apuesta por la savia fresca del toreo. «Actuar aquí sin poner dinero es un auténtico lujo», manifiestan. «De todas formas -reflexionan-, cómo ha cambiado todo: antes los toreros venían a Madrid cuajados; ahora la única forma de abrirnos camino es jugándonosla aquí sin apenas haber toreado».

Entre miedos e ilusiones

Los tres confían en sus armas para alcanzar el éxito y poseen la ambición de los grandes. Ya en el pasillo del coso, con la mirada fija en los azulejos que recuerdan a aquellas figuras que protagonizaron tardes de gloria, fantasean y hablan de sus anhelos. «¿Os imagináis nuestro nombre en una de estas placas?», espeta Aguilar. Una pequeña pausa mientras se adentran en el patio del desolladero y Marín rompe el silencio: «¿Y cómo quedaría aquí el nombre de mi futura ganadería? ¿Y el del toro al que corte dos orejas en una faena que haya brindado a la mujer más guapa del tendido?», agrega López.

Cortijos, «Sharonstones», un coche de cada color... Los tres se imaginan que algún día... «Después del miedo que se pasa, yo estoy en esto para ser rico, ¿acaso vosotros no?», advierte Aguilar. Sus dos compañeros, aunque rivales en el ruedo, asienten. «Vivo ya como un rico siendo pobre», comenta López. «Ojalá no fracasemos y lleguemos a la final», dicen a coro ya en los aledaños de Las Ventas, enclavados frente a la Puerta Grande, mientras confiesan sentirse «acojonados» por su majestuosidad.

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