San Isidro
Solo discreta reaparición de Talavante
Con lleno de 'No hay billetes', el torero extremeño corta una oreja a un toro con casta y movilidad de una corrida de Jandilla de juego aceptable

La reaparición de Talavante es uno de los grandes acontecimientos de esta Feria: otra vez no hay billetes y enorme ambiente. Al comienzo, reciben con una ovación a los dos diestros y también al sobresaliente, Álvaro de la Calle, el héroe de la tarde de ... Emilio de Justo.
El cartel es singular: solo Simón Casas sería capaz de explicar por qué se llama a ésta 'Corrida de la Cultura': ¿es que las demás no lo son? La razón es más prosaica, me temo: una fórmula para sacarla del abono, junto a la de Beneficencia y de la Prensa. Además, un mano a mano se justifica solo si hay competencia, rivalidad previa entre dos diestros: ¿existe eso entre Talavante y Juan Ortega? ¡Ni por asomo! ¿A qué se debe, entonces? Supongo que a razones de encaje de los diestros (y del presupuesto): taurinamente, no le veo sentido.
El 14 de octubre de 2018, la última corrida de la Feria del Pilar, en Zaragoza, vivimos un ambiente apasionadísimo, con la despedida de Juan José Padilla, en el mismo ruedo donde había sufrido su gravísimo percance. Poco después de acabar el festejo, por sorpresa, anunciaba su retirada «por tiempo indefinido» Alejandro Talavante, que no había tenido suerte, poco tiempo antes, en la Feria de Otoño del 'bombo', la del sorteo de ganaderías.
Atrás quedaban su explosivo debut como novillero, en Madrid; la imitación del estilo de José Tomás; la filosofía zen, inspirada por Antonio Corbacho; las cinco Puertas Grandes de Madrid; los seis toros de Mérida, cuando canturreó flamenco a un toro, mientras lo lidiaba; el rabo de Valladolid, en el homenaje a Víctor Barrio... Un personaje y un torero singulares.
Desde su retirada, ha vuelto a torear solo en Arlés y en Aguascalientes. Rehusó hacerlo en la Feria de Abril para reaparecer en España esta tarde, en Las Ventas. Va a torear en San Isidro cuatro tardes. Lo apodera ahora Joselito, otro rebelde.
Los toros de Jandilla resultan, en general, manejables pero solo Talavante logra cortar una oreja, a pesar del ambiente, tan propicio.
El toro de la vuelta de Talavante se llama Sembrador, igual que el de Domingo Hernández al que indultó Finito, en Arévalo, en 2014. Recuerdo yo la canción del sembrador, de 'La rosa del azafrán', del maestro Guerrero : «Sembrador, que has puesto en la besana tu amor, / la espiga del mañana / será tu recompensa mejor». La gente está deseando aplaudirle pero él no les da muchos motivos. El toro se mueve pero protesta en el caballo, resulta manejable. Talavante aguanta, estoico, más que manda. La faena queda a medias y mata fácil.
El tercero tiene nombre de audaz reportero de la tele, Follonero, y arma el follón en los primeros tercios, mal picado y mal lidiado. Brinda al público, lo llama de lejos, el toro acude con casta y movilidad, el diestro traga, con más valor que dominio. Por eso, la faena es desigual, con buenos muletazos que alternan con enganchones y un desarme. Al final, logra centrarse en dos tandas logradas, que entusiasman, y mata regular pero pronto: aviso y oreja con protestas.
El quinto se llama Tramoyista (con una falta de ortografía, en el programa): nos ilusiona que cambie –para bien– el decorado. Pero no. El toro flaquea, la lidia es de trámite. Alejandro le llama al natural pero surge un desarme. Por la derecha, surgen enganchones y división. El toro va a más y el torero, a menos. Corta la faena y se lo quita de delante: decepción.
Juan Ortega, igual que Pablo Aguado, han suscitado muchas ilusiones, con su estética sevillana, pero los dos no acaban de dar el paso adelante. A Ortega le he visto alguna vez torear de maravilla pero –igual que a Aguado– le falta técnica para resolver los problemas de los toros complicados. Uno de ellos –sin excesos– es el segundo. Dibuja unas verónicas de categoría, con personalidad, hundiendo la mandíbula. Lidia bien Curro Javier. Luego, el toro protesta un poco, la faena es solo aseada y va a menos. Surge la división de opiniones. Prolonga el trasteo sin necesidad pero le salva una estocada tendida de efecto rápido.
El cuarto se llama Manuel, como el de la canción de Serrat: «Se llamaba Manuel, / nació en España, / su casa era de barro, / de barro y caña». Pica muy bien Óscar Bernal y el toro responde. Las verónicas de Talavante se quedan en conato. La faena de Ortega, algo parecido: intentos no logrados, muletazos tropezados, algún detalle de fino estilo y algún momento de apuro. Demasiado poco. Mata con habilidad.
En el último, que también flaquea, no repite las deseadas verónicas. Se luce Curro Javier, con los palos. El toro se queda cortito y engancha el engaño: Ortega no ha podido con él y la gente se enfada.
Recuerdo otra frase de la canción del sembrador: «Dale al viento / el trigo y el acento / de tu primer lamento de amor / y aguarda el porvenir, sembrador». Eso aguarda el público de estos dos toreros: tardes más redondas y felices.
Algo hemos visto... pero demasiado poco. ¿Por qué? Sigue vigente la sentencia clásica: «O mandas tú, o manda el toro». Sin eso, no hay arte que valga.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete