Antonio Ferrera: «El toreo sobrevivirá siempre, porque el arte nunca muere»
Tras un largo silencio, el autor de las faenas de más inspiración desgrana la hondura del hoy y el ayer

Quinientos días de soledad. Año y medio en silencio, roto hoy en ABC. Antonio Ferrera habla por primera vez desde que su nombre sonara en la primavera de 2019 por cuestiones que solo pertenecen a la intimidad de un hombre. Un hombre resucitado ... por un torero con faenas de Nobel , desde su doble Puerta Grande en Madrid a su doble indulto en Badajoz, donde este sábado regresa con el reto de seis toros por delante. A lo García Márquez cada obra, donde «lo fantástico y lo real» cabalgan en «un mundo de imaginación rica, reflejando la vida y los conflictos de un continente». Así es el universo de torería de Ferrera, un maestro en sazón.
—¿Qué hay de literatura en su modo de andar por la vida?
—Al final, la vida es una literatura, máxime en personas que tenemos que transmitir sentimientos.
—Se le considera un verso libre.
—Tampoco es que me haya querido apartar de nada. Intento vivir una realidad que tenga que ver con la verdad, y para eso muchas veces se necesita conectar con las verdades naturales de nuestra existencia. Mi esencia y mi espíritu son los mismos desde que mi madre me trajo a este mundo.
—Lleva tiempo callado. ¿Es más difícil manejar el silencio que la palabra?
—Lo necesitaba, soy muy terrenal. Para conectar con uno mismo se necesita desconectar de muchas cosas. En la vida todo va muy rápido, todo pasa muy rápido, incluso las cosas buenas no tienen ese poso para desgranarse. No es que yo haya querido estar apartado. El silencio es muy sano, no es destructivo. Soy una persona normal, con una vida normal, que transmite algo artístico.
—Paul Auster decía que el arte es inútil, pero que puede transportar al cielo o a las profundidades del infierno.
—El arte existe porque existimos seres, ya sean humanos o no. Si no existiéramos los humanos, también habría arte, porque el mundo en sí es un arte, un milagro. Puede venir por varias vías: por la dulzura, por la sensibilidad, por el desgarro, por el dolor, por muchos palos que dan credibilidad a lo que somos.
—¿En un torero hay más de Quijote o Sancho, de cordura o locura?
—Hay de todo y más. Lo más bonito es lo que nos queda por descubrir y sorprendernos.
—¿Qué lugar ocupa el miedo?
—Es fundamental para que tenga sentido todo el valor de algo tan frágil. El miedo puro es sano; el impuro es insano.
—A mayor exposición delante del bravo, ¿más expresión de vida?
—No lo sé. Delante de un animal fiero, que puede cambiar en décimas de segundo los caminos de tu vida para un lado o para otro, hay una fuerza íntima que es la mayor exposición. Yo me emociono mucho antes de que pasen las cosas. Hay otro factor: no es solo exponerte delante de un animal, sino exponerte delante de miles de personas, de abrirte la camisa y entregar un legado.
«No es que haya querido estar apartado, pero soy muy terrenal y necesitaba el silencio, que es muy sano»
—En el mundo de las redes y la tecnologías, ¿hay sitio para el toreo?
—Es fundamental, pero no creo que el toreo tenga que ir en la misma consonancia que otras cosas. El toreo tiene que estar, pero con su esencia; no se puede ver el toreo como cualquier otra cosa que pase más rápido. El toreo es poso, es lo que nos ayuda a toreros y público a descubrir cosas y a mejorarnos la vida en los sentimientos. Mucha gente que va a la plaza estará pasando circunstancias difíciles, como nos pasa a todos, y a lo mejor ese escenario, ese artista, le hace conectarse a algo de su vida que le ayuda a crecer y sentirse. El toreo tiene una base, la verdad, y cuando la verdad es verdad me parece muy bien esparcirla, enseñarla y divulgarla.
—¿Alguna vez le ha costado ir a una plaza de toros?
—Nunca. Además, de niño soñaba con hacer plazas de toros. Para mí es un símbolo sagrado.
—El sábado le aguardan seis toros en la de Badajoz. ¿Por qué este gesto?
—Hay cosas que salen de dentro sin que haya un porqué. Hay un sentimiento. Estamos pasando por momentos muy difíciles por esta pandemia y se están durmiendo sentidos y sentimientos. Percibo que la gente cada vez está con más incertidumbre en la vida. En estos momentos, no hay muchas cosas con las que la gente se pueda emocionar, desconectar de su vida y vivir un acontecimiento en que podamos conectar con los sentidos reales de siempre. A partir de ahí, mi compromiso como artista y mi corazón palpitaban algo que naciera en mi tierra, en Badajoz. No sé lo que me deparará el destino, pero al menos quiero poner una semillita para que se puedan vivir unos momentos, si Dios quiere, inolvidables y podamos ver la vida de una forma bonita. Ya con eso me sentiré recompensado.
—Después de su doble indulto en Badajoz el pasado año, tendrá un significado especial.
–Badajoz venía de años que no eran fáciles y volvió a coger esa luz que siempre ha tenido esa afición. Era el compromiso de no pasar este año de forma más tímida, era el momento de darle a esta plaza lo que se merece.
—La ganadería, Zalduendo, también ha marcado mucho en su carrera.
—Tiene muchos significados, entre ellos, el de la lealtad. Desde que don Fernando Domecq me brindó su cariño y amistad, es una ganadería que he podido vivir muy cerca. También con la familia Baillères, que está haciendo méritos con una ganadería preciosa.
—¿Sigue en el recuerdo la tarde de Madrid?
—Hay cosas que siempre están en el corazón y siempre estarán.
—Hizo soñar a la afición. Con más de veinte años de alternativa, ¿usted sigue soñando?
—Soy un soñador despierto. Me gusta serlo, porque me gusta tener la libertad de soñar, no del sueño frívolo, pues a veces nos da miedo hasta soñar. Pero sí me gusta sentir que lo que a uno se le pasa por el corazón y por la mente, por lo menos tiene la intención de andarlo. Esos impulsos de corazón, alma y sueño tienen que ser compromiso y responsabilidad.
«El mundo está falto de sentir y soñar. Y ahora hemos descubierto lo bonito de un abrazo, de una caricia...»
—Hacer soñar en tiempos de pandemia...
—Hacer soñar y hacer sentir, que es de lo que todo el mundo está falto. Nos están limitando de ser y sentir. En la medida en que mis compañeros y yo podamos, no se perderá esa esencia de lo que somos y para lo que somos.
—En esta temporada de estado de alarma, ¿cómo vive un artista que le priven de libertad?
—Es importante la paciencia, porque yo me siento libre sin nadie proponerme libertad. Más que libre con lo de fuera, me siento muy libre conmigo mismo; lo de fuera es incontrolable con estas circunstancias. Por eso hay que tener paciencia y buena fe, tiempo de tranquilidad para buscar esos entresijos ocultos que todos los artistas tenemos la incertidumbre de encontrar. Si andamos con esa lealtad hacia lo que somos y por lo que somos, cuando la luz brille, si Dios quiere, brillará de una manera bonita.
—¿Qué lección le deja el Covid?
—Que somos todos muy vulnerables y esa vulnerabilidad nos tiene que conectar mucho con todos. La vida hace un tiempo era muy rápida. Antes la gente no se tocaba, no se besaba, no se abrazaba, todo era muy superficial, por lo típico, las redes, el whatsapp... Ahora hemos descubierto que lo más bonito que tenemos las personas es poder sentirnos, con una caricia, con una mirada, con un abrazo... Antes de la pandemia, percibía que eso se estaba perdiendo. Quizá en estos momentos que son muy duros –pues como dice el refrán «Dios sabe por qué hace las cosas, aunque a veces sean muy duras»–, yo creo que volver a la esencia de ser quienes somos y darle el valor a los sentimientos y a los sentidos, es una lección que nos va a conectar mucho con el alma.
Ferrera se emociona. Recuerda los primeros abrazos en tiempos de Covid: a su padre, Antonio, y a su madre, Peregrina, en cuyo honor ha bautizado así a su ganadería. «Tengo tres encastes, un safari bueno, de tanto que me gusta la alquimia. Tengo Domecq, Santa Coloma y Vega-Villar». Allí se forjaron sus raíces, junto a la gente del campo: «Son los más sabios. Porque la naturaleza es sabia y hace a sabios. De la persona más sencilla aprendes grandes lecciones».
—¿El hombre que pierde su intimidad lo pierde todo?
—El hombre que es libre siempre puede decir lo que piensa independientemente de sus circunstancias. Hay una parte que me gusta vivir íntimamente, con mi ganadería, mis animales, pero también fusionarlo con lo urbano; me encanta conocer a personas, perderme por la ciudad. Tengo la sensación de estar muy conectado con el mundo, aunque eso no signifique estar siempre presente.
—¿El mundo del toro ha estado a la altura?
—El mundo del toro siempre ha sobrevivido, va a sobrevivir y siempre sobrevivirá, porque el arte nunca muere. Somos grandes luchadores contracorriente en muchas circunstancias y yo le tengo mucha fe al toro, porque es mi mundo. Hay personas dentro, en todos los ámbitos, que son muy importantes a la hora de tirar para delante y andar los caminos. Con fe y creyendo en nuestros valores, valorando lo que somos, el camino siempre será hacia delante.
—No pocas veces surgen dentro trabas: ¡a cubierto, que vienen los nuestros!
—Eso ya son entresijos que se dan en todos los ámbitos profesionales. Lo importante es que el toreo está por encima de todo, es un arte que nunca va a morir, que nunca ha muerto. Tenemos que creer en nuestros cimientos, en un legado de hace 800 años. A partir de ahí, darle ese valor no solo a nuestra época, sino a eso que nos precede. Eso está por encima de cosas que ahora parecen desagradables. Hay una semilla que tenemos que engrandecer y darle el valor de lo que es. Si somos lo que somos, es también por los que han sido. Es importante no perder ese hilo de fe, de honor y de lealtad a lo que somos, y eso no es de hace un rato, sino de hace 800 años, con una consistencia muy grande.
—¿Qué le parecieron las declaraciones del ministro de Cultura afirmando que no debe fomentar ir a los toros?
—Me sorprendió, pero, bueno, habría que ver las circunstancias y el contexto en el que lo dijo.
—En la carta de Victorino a Rodríguez Uribes, afirmaba que el toreo es conflicto, pasión, irreverencia... ¿Está de acuerdo?
—El toreo puede ser todo y después cada uno le da su interpretación y su manera de enfocar las cosas.
—¿Y Ferrera qué quiere ser?
—Me siento muy agradecido por ser quien soy, no quiero ser ni mejor ni peor, simplemente, que tenga la suerte de andar los caminos y escribir mi legado como torero y persona. Tampoco lo pienso mucho. Soy el que soy.
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