Las Ventas también recuerda a Adolfo Suárez: «¡Vivan los políticos honrados!»
Curro de la Casa hace lo más prometedor en una novillada de «tarifa, bravura y toreo planos»

«Puedo prometer y prometo», esgrimía un abonado en su memoria del ayer, que Las Ventas enseñaba menos cemento de lo habitual en las novilladas por la oferta catalogada como «tarifa plana» : tres entradas por siete euros en Sol y diez en Sombra . Maravillosa promoción en la que un adulto puede ir acompañado de dos menores de quince años. Sólo falta que tan loable oferta se publicite más para que todo Madrid y sus alrededores se enteren.
El tercio del aforo cubierto se había abrigado de negro, como un presagio del luto por la muerte de Adolfo Suárez, aficionado a los toros y que incluso llegó a torear algún festival. En su memoria se guardó un minuto de silencio roto por una voz: «¡Vivan los políticos honrados y buenos!». «¡Gracias, presidente!», exclamó otro espectador. Los sesenta segundos dieron paso a una monumental ovación para un hombre de Estado que conquistó la democracia y la libertad.
Y para democrática la Fiesta, aunque no siempre... La novillada que estrenó la temporada, con el hierro de Sánchez Herrero, baja de casta y bravura, desarrolló un juego desigual: los hubo deslucidos, mansotes, flojos, con peligro, con movilidad, con nobleza... Uno sobresalió por encima del conjunto: el sexto.
«Escritor» merecía mejor pluma
Con este último, Javier del Prado tomó los palos en una declaración de intenciones después de no poder hacer nada con el deslucido tercero. Andando a lo Fernando Sánchez fue el segundo par. Y de rodillas se colocó en el sexto en un violinazo con la bandera de Extremadura, su tierra natal. El alumno de la Escuela de Madrid brindó al público y se despojó de las zapatillas en una faena en la que pretendía ir a por todas con el potable animal. Pero levantó más polvo que pólvora tenía su muleta. Hubo algunos derechazos y naturales templados, aunque en general se amontonó y surgieron borrones con un «Escritor» que merecía más pureza de pluma y que era de oreja.
La más valiente escribanía de la tarde de «tarifa, casta y toreo planos» la firmó Curro de la Casa, a quien el valor no se le ha ido por el agujero de las cornadas, como evidenció en las gaoneras de su tarjeta de visita. Su primero, blandito y frenado con las manos por delante, no convidaba a nada. El alcarreño principió por estatuarios, y al segundo a punto estuvo de llevárselo por delante. Presto presentó la izquierda mientras «Caballero» le buscaba en algunos naturales con su aquel. Un pase de pecho, largo como una pista de atletismo, se coreó de lo lindo. No pudo tomar vuelo la obra, pero su valor y su actitud quedaron patentes. Por delantales saludó al astifino quinto, con sus flecos mansos pero que se movía y permitía mayor lucimiento. Había que poderlo, y De la Casa, con demasiadas pérdidas de las telas, lo logró solo a medias.
El quite del monosabio
Estrenó plaza Luis Gerpe con un primero que derribó al picador, atrapado bajo el peto. Valerorísimo el quite salvador de un monosabio. El novillo iba y venía con cierto cabeceo. Oficio y algo de tosquedad del alumno de la Escuela madrileña, que remató su voluntariosa labor por bernadinas. Lo mejor: la estocada, tónica general de una tarde de espadas afiladas. Pero esta no bastó para lograr más premio de una ovación con un «Milagroso» que, sin ser un dechado de bravura, brindaba la opción de oreja.
El castaño cuarto barbeó las tablas de salida, hizo volar al picador y vivió un tercio de banderillas que aún dura... ¡Vaya sainete! Tenía su peligro este «Estudioso», que se le vencía a derechas al afanoso Gerpe. A izquierdas acudía con claridad, pero por la mano de la cuchara no admitía ni uno.
Los tres se marcharon de la plaza entre cariñosas ovaciones mientras viejos aficionados recordaban la época de la Transición con la mirada fija en el cielo.
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