'La vida supesa': la vida vista desde la muerte
Crítica de teatro
La autora que sus obras son «tentativas de instrucciones», instrucciones para la vida que dispensan los seres queridos desde el otro mundo haciendo buena aquella conseja de nuestras abuelas que Sisa reprodujo en alguna de sus canciones
Artículos de Sergi Doria
![Una escena de 'La vida supesa'](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/11/07/Lavidasuspesa-TeatreTantarantana-T24-25-FotodeRoserBlanch-6-RsaOEcFeev6fcWINeh2kOUK-1200x840@diario_abc.jpg)
Crítica de teatro
'La vida supesa'
- Autora Lucía Calamaro
- Traducción Carles Fernández
- Dirección Roberto Romei
- Escenografía, vestuario e iluminación Roger Orra
- Espacio sonoro Gerard Marsal
- Intérpretes Jacob Tores, Vanessa Segura, Júlia Morella
- Lugar Teatro Tantarantana, Barcelona
Lucía Calamaro aterriza en la cartelera barcelonesa con dos obras en poco más de un mes: 'La vida suspesa' (La vida suspendida) en el Tantarantana y 'L'origen del món' (El origen del mundo) en el teatro Akadèmia. Nacida en Roma en 1969 ... pero crecida en Montevideo –su padre era diplomático– la actriz, directora y dramaturga se formó teatralmente en París con maestros de la talla de Jacques Lecoq. En esta 'La vida suspendida' (premio Ubú de 2016), Calamaro nos pone ante una familia que ha padecido la muerte de la madre. Ella retorna al mundo de los vivos para remozar las fracturas entre el pasado y el presente.
Suena la canción 'Ancora', que hizo tan popular la inmarcesible Mina, en un arranque escénico de gran belleza. Jacob (Jacob Torres), el padre de familia, está vaciando la casa que ya ha vendido para que la ocupen los nuevos inquilinos mientras que Vanessa (Vanessa Segura), la esposa muerta, se entrega a una danza entre retadora y huidiza. Él se le acerca, pero nunca consigue capturar el cuerpo de esa mujer que lo observa desde un humor compasivo.
Dice Calamaro que sus obras son «tentativas de instrucciones». Instrucciones para la vida que dispensan los seres queridos desde el otro mundo haciendo buena aquella conseja de nuestras abuelas que Sisa reprodujo en alguna de sus canciones: «No hay que tener miedo de los muertos, hay que temer a los vivos». Cuando alguien se va, al inmenso vacío de su ausencia se suma el temor de los que se quedan a vivir una vida que se les antoja una condena.
La misión de Vanessa, la esposa muerta que vuelve del otro barrio a calmar a su viudo y a su hija, es esa: aclarar malentendidos, llenar huecos que no se llenaron en vida, recobrar tiempos perdidos... Con una puesta en escena aderezada por las canciones de Mina y un cierre con Luccio Battisti, el montaje que dirige Roberto Romei adolece de un ritmo irregular. Momentos muertos que lastran la narratividad. Los intérpretes realizan un trabajo correcto, aunque en momentos su verbo es una verborrea de reflexiones mezcladas con banalidades. Esperemos a la próxima obra de Calamaro.
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