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ABC Cultural

A Mérida le sienta bien la risa

Paco Mir presenta en el festival de teatro clásico su adaptación de 'Las nubes', de Aristófanes, con Pepe Viyuela y Mariano Peña al frente del reparto

'Las asambleístas', cómo llegar al espectador del modo más rápido

Una imagen de 'Las nubes' Jero Morales
Julio Bravo

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A Pepe Viyuela le costaba el miércoles por la noche bajarse de 'Las nubes'. «Después de un estreno así, tardo mucho en volver al suelo». Lo decía el actor no tanto por la obra representada, que también, sino por esa sensación que produce a todos los actores pisar la arena del escenario del teatro romano de Mérida; todos, sin excepción, se quedan sin palabras para describirla, o reducen más bien su vocabulario a una sola: «mágica», que repiten una y otra vez los intérpretes, veteranos y debutantes, cuando se enfrentan al pétreo graderío emeritense.

Más si, como es el caso, está lleno de espectadores. El estreno de 'Las nubes' colgó el cartel de 'No hay billetes'. Está más que demostrado que a Mérida le gusta la comedia -y mucho más si hay nombres populares en el reparto, naturalmente-, y en este género un nombre se lleva la palma: Aristófanes.

El dramaturgo ateniense es el autor de 'Las nubes', una comedia que vio la luz en el año 423 a.C., y que se presenta en Mérida adaptada y dirigida por Paco Mir (uno de los vértices de Tricicle). Él mismo explica el argumento de esta comedia, uno de los más celebrados títulos de su autor: «Estrepsíades, que va camino de la ruina por culpa de las deudas del holgazán de su hijo, decide apuntarse en la escuela de Sócrates para aprender retórica, un arte con el que pretende convencer a sus acreedores de que las cosas no son como parecen que son y que, en realidad, no les debe nada. Ante su incapacidad para los estudios, obliga a su hijo a tomar clases de retórica y éste, aprende tan bien y tan rápido, que le hará la vida imposible. Las nubes es una crítica contra la tiranía de los hijos y contra todos aquellos pedantes que quieren hacernos comulgar con ruedas de molino que, en esta obra, están representados por Sócrates y Querefonte, dos enemigos íntimos del propio Aristófanes».

Crítica a Sócrates

El texto original suponía, explican los estudiosos, una crítica por parte del autor hacia Sócrates y los sofistas, a quienes consideraba poco más o menos que corruptores de la juventud. Según Mir, en la obra subyacen las complicadas e inagotables relaciones entre padres e hijos».

Pero como hiciera José Troncoso hace unas semanas con 'Las asambleístas' -otro texto de Aristófanes-, el original no es más que un punto de partida. Paco Mir, consciente de la endeblez actual de la trama, recurre a uno de los más clásicos -y habitualmente efectivos- recursos dramatúrgicos: el metateatro. Sitúa así la obra en la fecha aproximada de la creación del propio teatro romano de Mérida -«¡Seis mil butacas!», exagera la empresaria, asustada ante el coste que se le viene encima-; allí el director del teatro y su arquitecto -Calatravium es su nombre- defienden su construcción y quieren innovar en su inauguración con la puesta en escena de una comedia griega, y no una tragedia romana como prefiere la empresaria.

«Hemos deconstruido el texto original -explica Paco Mir-, lo hemos desordenado, cortado, mutilado y vuelto a ordenar; hemos añadido personajes, tramas y gags, hemos sustituido canciones, actualizado bromas incomprensibles, inventado problemas teatrales, nos hemos reído de nosotros mismos, y, como guinda, lo hemos sazonado todo con unas ganas inagotables de querer que el público no sólo sea nuestro cómplice sino que recuerde esta función como la mejor noche de su vida».

Prolongada ovación

Probablemente, el director catalán no haya alcanzado tan ambicioso objetivo, pero sí ha logrado que el público ría, aplauda y hasta acepte su papel de 'coro de esclavos' que le propone el personaje del gerente. Así se lo hizo saber con una prolongada ovación con los espectadores puestos en pie -nunca se sabrá, ni en esta ni en ninguna otra función presentada en Mérida, hasta qué punto es la obra la que levanta al público, o las ganas de librarse por fin de la dureza de los asientos-.

Paco Mir ha logrado -seguramente es lo que pretendía- un efectivo artefacto cómico, en el que funciona mejor la trama de la puesta en escena de la función que la de la obra de Aristófanes en sí. El extricicle muestra su probada habilidad para un género en el que lleva zambullido silenciosamente -de manera literal- varias décadas, y que domina con precisión de relojero; a 'Las nubes' le falta todavía poner completamente a punto el engranaje -algo que, en la comedia especialmente, solo se consigue a base de funciones- para lograr un equilibrio en el interés de las dos tramas.

Pero son muchos los aciertos de Paco Mir. Por una parte, la sutileza de su humor, que no se deja llevar por el recurso fácil de la actualidad inmediata -en el público se encontraba María Guardiola, la nueva presidenta de la Junta de Extremadura, y hubiera sido una tentación muy fácil hacer alusión a la situación creada en su investidura-. Sí aborda cuestiones más generales, como el lenguaje inclusivo, presente en buena parte de la función. Para el recuerdo, una escena en la que Estrepsíades (su negocio, claro, son los caramelos), el personaje que encarna Pepe Viyuela, desgrana una interminable lista de palabras que empiezan o contienen la 'ch'.

En 'Las nubes', Paco Mir cuenta precisamente con Viyuela como 'cooperador necesario'. El actor, como el Mortadelo de Ibáñez (aunque él interpretó a Filemón), tiene la habilidad de fundirse con sus personajes de modo que no parezca que los interpreta sino que los habita. Le acompaña una cuadrilla, tan cómplice como efectiva, encabezada por unos hilarantes Mariano Peña y Cristina Almazán, y que completan Manuel Monteagudo, Moncho Sánchez Diezma, Samuel Viyuela, Paqui Montoya y Amparo Marín.

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