Belén Rueda: «Hay momentos en el escenario en los que siento que no soy yo»
La actriz protagoniza 'Salomé' en la producción escrita y dirigida por Magüi Mira que se estrenó en el pasado Festival de Mérida
Una Salomé feminista se quita los velos en Mérida
![Belén Rueda, en una escena de 'Salomé'](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/04/24/Salome(8)-RUmjbCjMbnuzPVny011mtlL-1200x840@diario_abc.jpg)
Dice Belén Rueda, que lleva desde enero con el personaje de Salomé a cuestaas, que hay ocasiones en que al terminar la función no se acuerda de lo que ha hecho en el escenario. «Con el texto aprendido y las intenciones generales de ... la función me permito alguna vez dejarme llevar por el personaje y por lo que está sucediendo. Al final de la obra, Salomé entra en un estado de locura, se desbordan todos sus sentimientos, y me fascina poder vivir cada función como si fuera el primer día».
Ese primer día al que se refiere la actriz se remonta al 9 de agosto; en el Festival de Teatro Clásico de Mérida se estrenó 'Salomé', con texto y dirección de Magüi Mira y un reparto de completaban Luisa Martín, Juan Fernández, Pablo Puyol, Sergio Mur, Antonio Sansano, Jorge Mayor, José Fernández y Jose de la Torre. La producción se embarcó en el mes de enero en una gira que concluye ahora en Madrid, en cuyo Teatro Bellas Artes estará del 30 de abril al 5 de mayo.
«La gente –sigue Belén Rueda– me pregunta en ocasiones si me da miedo quedarme en blanco; más que a eso, más que olvidarme del texto, temo perder el hilo de lo que estoy haciendo... Mire... en la última parte de la función tengo una danza, una coreografía con la cabeza del Bautista, y se me olvidó uno de los movimientos, que son un arrullo; estoy tumbada junto a él y yo imagino que Juan sigue vivo aunque no lo esté. Pero no sentí que se me hubiera olvidado ese movimiento, sino que tenía la necesidad de hacerlo en otro momento y la necesidad de cercanía. Ese día, me dijo una amiga que había visto la función: 'Miras con un amor brutal a la cabeza del Bautista'. Y ese día especialmente, porque no quería que Juan se fuera, porque había cambiado el orden por ese amor que sentía ese día... La evolución de un personaje es eso... Es pensar cada día en un grupo de mujeres, en una mujer en concreto, y de alguna manera dedicarle la función: 'Por ti'. Y te da una fuerza brutal».
«A veces, al terminar, llego al camerino y al verme en el espejo me sorprendo por la cantidad de sangre que llevo en el vestido. Pero no me veo a mí misma...»
La actriz confiesa que se identifica tanto en esos momentos con su personaje que se llega a olvidar de que es Belén Rueda. No le da miedo, sin embargo, «porque es algo inconsciente; cuando te olvidas de que eres tú, no estás siendo consciente de que lo estás haciendo. Es una cosa un poco loca, pero sí, hay momentos en los que siento que no soy yo, pero es a través de mi cuerpo, lógicamente. Esa sensualidad, esa sexualidad que muestra Salomé en la función, la muestro yo a través de mi cuerpo, y hay pudores que tengo por por educación, por sociedad y que los elimino completamente».
Cuando Belén Rueda se transforma en Salomé, una larga peluca castaña hace que el público dude de que se trate de ella. ¿Contribuye esta 'metamorfosis' a estas sensaciones? «No, porque, insisto, no soy consciente. A veces, al terminar, llego al camerino y al verme en el espejo me sorprendo por la cantidad de sangre que llevo en el vestido. Pero no me veo a mí misma... No me gusta verme a mí misma en mitad de una función; tampoco cuando estoy rodando una película o una serie. No me gusta racionalizar el personaje a mitad del rodaje –cuando se suele hacer el 'making of'–, prefiero hacerlo al terminar».
«Hay algo que les digo siempre a mis compañeros, y si son jóvenes más: no permitas que el enfado por estas circunstancias externas ocupe espacio en tu mente, porque entonces no podrás centrarte en lo que tienes que centrarte»
Antes de salir a escena, dice Belén Rueda, imagina cómo va a ir la función; luego ésta discurre de otra manera pero ella intenta que hasta los inconvenientes puedan transformarse en oportunidades. Por ejemplo. «Si estoy haciendo un monólogo y se escuchan muchas toses le pongo todavía más empeño para llamar la atención de los espectadores; sin enfadarme, más bien cómo si les dijera: 'escucha lo que tengo que decirte'».
Las salas donde se ha presentado 'Salomé' durante la gira, que comenzó en enero, no tienen nada que ver, en tamaño, con el teatro de Mérida. «Por eso antes de empezar la gira, en los ensayos, Magüi nos pedía mucha verdad, porque el público iba a estar muy cerca. Nos decía: 'Contádselo, como si fueran personas de entonces; aunque hayan pasado siglos decimos cosas que son muy actuales. Hablamos de amor, de odio, de violencia... cosas que siguen existiendo. No lo veáis como a un público que está mirándoos, sino como personas que forman parte de lo que estamos haciendo'. De ese modo 'actúas' menos».
La trayectoria de Belén Rueda ha transcurrido más en el audiovisual (cine y televisión) que en el teatro. Lo que le fascina de la escena, desvela la actriz, «es que cuando se levanta el telón somos los que estamos ahí –los actores, los técnicos– quienes tenemos el control; no nos puede interrumpir nadie, y eso es una maravilla. En el audiovisual intento concentrarme dos minutos antes de rodar para olvidarme de que la cámara está ahí. Lo que da rabia es que hay veces en que sientes que has conseguido conectar con el otro actor o con lo que está pasando, y hay que repetir porque se ha visto el micro, porque ha habido un ruido o porque se ha apagado una luz. Pero hay algo que les digo siempre a mis compañeros, y si son jóvenes más: no permitas que el enfado por estas circunstancias externas ocupe espacio en tu mente, porque entonces no podrás centrarte en lo que tienes que centrarte».
El escenario, insiste Belén Rueda, tiene que ser un espacio de disfrute, «que no siempre tiene que estar relacionado con emociones o con sentimientos positivos; a veces son emociones negativas. Pero tiene que lograr que el público, durante el tiempo que dure la función, se olvide de las preocupaciones de su vida cotidiana, las aparque».
La Salomé que interpreta ahora Belén Rueda es, dice, «más íntima» que la de Mérida. «El personaje de Salomé tiene una parte muy importante de exhibicionista, le gusta mostrar qué es lo que ella tiene para poder conseguir algo. El baile, que en Mérida lo hacía en el suelo, ahora lo hago encima de una mesa. Y cada vez me importa menos que la coreografía no sea como era; para empezar, me sale sola».
Y concluye con una anécdota. «En una función, durante el baile en el que me voy quitando la ropa, se trabó la cremallera de una capa enorme de terciopelo que llevo. No se abría; y mientras hablaba y bailaba –porque la música seguía, claro–, pensaba: 'me la tengo que quitar porque ahora viene la parte de la sangre, porque solo tenemos una capa y mañana hay otra función...' Pero no conseguía abrirla. Y mientras seguía bailando y mostrando la seducción que ha de mostrar el personaje, aprovechaba los movimientos para intentar abrirla. Pensé en quitármela por arriba, pero no era posible. Pensé en hacer un nudo, ponérmela al lado y bailar de forma diferente. Hasta que al final, en un momento en que me doy la vuelta, de repente se abrió. Fue una liberación Incluso me salió un grito: ¡Aaaah! Y esa liberación se la presté a Salomé. De repente, quitarse la ropa tenía otro sentido. No solamente era un momento de seducción, sino también una liberación de todas las ataduras que tenía... Con esto quiero decir que incluso las dificultades te pueden servir para profundizar en los personajes y en la función».
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