Barrio Sésamo se hace adulto

Llega a España «Avenue Q», un descarado y atrevido musical y uno de los grandes éxitos de Broadway

VÍCTOR LERENA

JULIO BRAVO

La Avenida Q, en el Brooklyn neoyorquino, es el escenario en el que Jeff Whitty, Jeff Marx y Robert López situaron la acción de un musical titulado precisamente como esa vía, «Avenue Q». Vio la luz en el off-Broadway (el circuito «alternativo» del teatro neoyorquino) en marzo de 2003, y el éxito obtenido hizo que se trasladara al circuito comercial unos meses después, donde estuvo en cartel hasta hace un año y donde se reprodujo el éxito y los premios. Ahora llega al teatro Nuevo Apolo, donde se estrenará oficialmente el próximo jueves.

«Avenue Q» es un declarado homenaje de sus autores a Barrio Sésamo y a los teleñecos. De hecho, y según cuenta David Ottone (Yllana), director artístico del espectáculo, se pensó en principio en un proyecto televisivo, que luego derivó en producción teatral. Su principal singularidad, la presencia en escena de muñecos manipulados por los actores, que también dan la cara y prestan sus propias expresiones, además de sus voces, a los personajes de la trama.

«Creamos un mundo —dice Jeff Marx, uno de los autores de las canciones— que se basaba en el que habitábamos nosotros, en el que la gente pasa de la noche a la mañana de ser un universitario a ser un adulto. Sobreviviendo con el dinero de sus padres, pasando fatigas para llegar a fin de mes y descubriendo que la vida es mucho más dura de lo que parecía. Era un musical para aquellos que, a punto de cumplir los 30, nos damos cuenta de que hay gente aún mayor que no ha encontrado el sitio en su vida. De eso trata “Avenue Q”».

Una olvidada y estafada estrella infantil de televisión (basado en un personaje real, Gary Coleman, protagonista de la serie «Arnold»); un aspirante a cómico televisivo en el paro; una terapeuta japonesa sin clientes; un joven recién licenciado; y dos amigos que comparten piso (y que son un evidente remedo de Epi y Blas) son algunos de los personajes que habitan en esta marginal avenida neoyorquina.

La presencia de muñecos no debe, sin embargo, llevar a engaños: no se trata, en absoluto, de una función infantil o apta para todos los públicos. Es más bien todo lo contrario. El musical trata los temas de un modo descarado y con un lenguaje más que desenvuelto. Es un musical atrevido e irreverente. También, dice Ottone, «muy inteligente y divertido. Es un espectáculo que funciona a todos los niveles, dramática y musicalmente; tiene unos personajes muy potentes y una música de mucha calidad».

Julio Awad es el director musical. «Sólo se ha hecho un cambio con respecto a la partitura original —explica—, y es la eliminación de un saxo, que se suple con el teclado. La música es prácticamente jazzística, y acompaña muy bien el humor de la obra; está muy bien escrita».

Coinciden Awad y Ottone en que ésta es una obra para cantantes. «Sabíamos en las audiciones que lo primero que necesitábamos eran buenas voces, porque la exigencia musical es muy grande. Afortunadamente hay en España hoy en día gente muy preparada para el género musical. Se puede ser muy buen cantante, pero en el musical también tienes que saber expresar».

La mayor dificultad para los actores ha sido aprender a manipular los muñecos y lograr que estos sean una extensión de su propio cuerpo, ya que no se esconden detrás de ellos, sino que comparten protagonismo. «Los actores les prestan sus expresiones a los muñecos, les prestan lo que ellos no pueden dar», concluye Awad.

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