Simpático tobogán
Viaje al centro de la Tierra
(( EE.UU. 2008 92 minutos Género-Fantástico Director-Eric Brevig Actores-Brendan Fraser, Josh Hutcherson, Anita Briem
JAVIER CORTIJO
Resulta todo un alivio que, entre tanta sobredosis de alta filosofía alemana y teología oscurantista con que es recibida, batiendo palmas con las orejas, casi cualquier película de superhéroes animalizados, llegue un filme con un único, osado y casi revolucionario propósito: entretener y hacer pasar un buen rato. Desde luego, apostar por Julio Verne es hacerlo por un purasangre en una carrera de jamelgos, y eso que el maestro de ciencia-ficción fue objeto de no pocas elucubraciones esotéricas, cuánticas y hasta intraterrestres con esta obra, una de sus más visitadas y subrayadas durante generaciones. También por el séptimo arte, naturalmente, sobre todo en la versión de Henry Levin protagonizada por James Mason hace casi medio siglo. Así que ya iba tocando otra entrega para un público con nuevas inquietudes tecnológicas, pero que también casa perfectamente con el «target verniano»: resulta significativo que el chaval de la historia encuentra el camino hacia Islandia buscando en Google a través de su PSP...
El padrino de este proyecto es Brendan Fraser, perfecto arquetipo de héroe burlón y torpón (aunque sin la ironía autoparódica y testosterónica de Indiana Jones), últimamente en la cresta de la ola gracias a «La momia 3». En su doble rol de productor ejecutivo y estrella, Fraser agarra las riendas con soltura, ayudado por un copiloto como Eric Brevig, uno de los maestrillos en FX. Evidentemente, este tipo de películas obliga al espectador a calzarse pantalones cortos y aflorar el lado más peterpanesco de su personalidad, olvidando tonterías como el minuto escaso que tarda el trío protagonista en llegar al cogollo terráqueo o si la huida en barco-mandíbula y géiser volcánico tiene la misma seriedad científica que los experimentos de Flipy. Aquí todo es gozosa serie B con el encanto nada discreto de las ferias de pueblo desconchadas, incluso con el riesgo de que la montaña rusa traquetee y los coches de choque chisporroteen como el taller de un electricista.
Por si fuera poco, hasta se ha rodado en 3D, viva el mundo viejuno con fundamento. Y si, con suerte, tras disfrutar de este cucurucho de palomitas caramelizadas a algún chaval le entran ganas de «bajarse» alguna de Harryhausen o Karel Zeman, mejor que mejor.
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