'Hipatia', un canto ventajista a favor del conocimiento y en contra de la intolerancia
El Festival de Teatro Clásico de Mérida presenta una obra de Miguel Murillo sobre la filósofa alejandrina
![Paula Iwasaki (Hipatia), en una escena de la obra](https://s2.abcstatics.com/media/cultura/2021/07/22/ME0621072021-U26088428823LLu-1248x698@abc.jpg)
Alejandro Amenábar llevó su historia al cine en la película 'Ágora' y redescubrió a una mujer que cultivó la filosofía, las matemáticas y la astronomía, entre otros campos científicos, en una época, los siglos IV y V, en la que las ... mujeres tenían prácticamente vetado cualquier tipo de conocimiento.
Se trata de Hipatia, una mujer nacida en ese legendario oasis de saber que fue Alejandría, donde aprendió de su padre, Teón -profesor del museo de la ciudad-, las ansias de conocimiento y la curiosidad. E Hipatia es la protagonista del montaje -titulado con su nombre- que acaba de estrenar el Festival de Teatro Clásico de Mérida , con el que atraviesa el ecuador de su 67ª edición.
Se trata de una coproducción con Amarillo Producciones , una veterana y activa compañía extremeña; el mimo a los conjuntos de la tierra es uno de los puntos cardinales del festival emeritense, que cada año programa un par de montajes de origen local (este año se ha incluido también ' Las suplicantes ', una versión libre de Silvia Zarco sobre los textos de Esquilo y Eurípides).
La tragedia de Hipatia (decir que muere cruelmente desollada no es un ‘spoiler’ en este caso) se presenta en Mérida contada por Miguel Murillo . Casi se podría decir que es uno de los autores de cabecera del festival, en el que está presente de uno u otro modo casi todos los años. El montaje lo dirige Pedro A. Penco , y el reparto lo integran Paula Iwasaki (que encarna a la filósofa), Daniel Holguín, Alberto Iglesias, Guillermo Serrano, Pepa Pedroche, José Antonio Lucia, Rafa Núñez, Juan Carlos Castillejo, Francis Lucas y Gema González.
Penco ha definido a Hipatia como una mujer muy fuerte, que vive en un entorno que no entiende la independencia de la mujer, cuya única misión en el mundo es casarse y tener hijos. Y en esta Alejandría intolerante, añade, tiene que luchar hasta que ya no puede más.
«Hablas como una sabia mujer... Perdón... Hablas con sabiduría y mi corazón salta de júbilo -presenta Teón a Hipatia en los primeros compases del texto de Miguel Murillo-. Esta tierra, esta ciudad, que deslumbra a gentes de muchos lugares, tiene otra luz, otro foco de sabiduría que desde la razón y el conocimiento ilumina el camino a esas gentes necesitadas de remedios. Tú, Hipatia, mi hija, mi mayor tesoro, eres esa luz... Y seguirás siéndolo».
Murillo ha tejido una obra ventajista (el adjetivo no tiene aquí connotaciones negativas) al mirar a los personajes, sus historias, sus circunstancias y sus parlamentos con más de quince siglos de perspectiva y, de alguna manera, juzgando lo ocurrido con los ojos del espectador del siglo XXI y en un entorno social en el que el feminismo pisa con fuerza.
Su texto posee claridad, belleza y narrativamente posee fluidez, aunque las últimas escenas, con el desenlace ya anunciado, lastren un tanto el ritmo de la función, que demuestra inteligencia en su desarrollo general y en su forma, con un 'coro de errantes' formado por Marte, Venus, Saturno, Mercurio y Júpiter que atraviesan la historia como una especie de observadores y, al tiempo, de marcadores del destino. «Nuestro rumbo señala el rumbo de la vida y de la muerte», dicen.
La lucha del conocimiento y la razón contra el fanatismo y la intolerancia es el eje sobre el que se desarrolla la función. «Padre, solo quiero conocer, conocerlo todo y poder proclamarlo al mundo», le dice Hipatia a su padre, que alaba en ella «una virtud muy necesaria para aprender: la duda».
Otro de los aciertos del texto es la inclusión de un personaje, el Loco de Cirene, testigo omnipresente de la historia, que acota con sus comentarios salpicados de sentido del humor y esa acerada sinceridad que tienen siempre los locos, aunque estén, como en este caso, llenos de cordura.
Con estos mimbres, y el tan impresionante como complicado escenario emeritense, Penco ha dibujado un espectáculo bello, apoyado en la simple y eficaz escenografía de Diego Ramos , el lucido vestuario de Rafael Garrigós (especialmente la fantasía del coro de errantes) y las luces de Jorge Rubio y Fran Cordero (que, al igual que el sonido, habrá de ajustarse con el paso de las funciones). El director mueve con soltura a personajes y figurantes en una obra que entretiene y que el público que llenaba (hasta lo permitido) las gradas del teatro aplaudió agradecido.
Paula Iwasaki pisaba por vez primera la arena de Mérida y le otorga a su Hipatia juventud, energía, esa luminosidad que exhibe cada vez que sube a un escenario. Su personaje es curioso, calmadamente inquieto, feliz, tolerante, y todo eso está en su encarnación de la filósofa. Le arropan con su calidad ya probada actores como Pepa Pedroche, Alberto Iglesias y Daniel Holguín , y destaca Francis Lucas en su composición del loco de Cirene.
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