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ABC Cultural

la barbitútica de la semana

La sumisión y la lejía

Qatar, año 2022. Morgan Freeman travestido en Virgilio y el encuentro entre Oriente y Occidente como una claudicación

Una imagen de la inauguración del mundial de Qtar ABC
Karina Sainz Borgo

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Plantada ante el televisor, con el mando en una mano y el móvil en otra, observo la inauguración del mundial de Qatar. El espectáculo, de una jovialidad de atrezo y sobreactuación, acaba por convertir lo festivo en una coreografía de hombres con sables. Celebración —lo que se dice celebración—, no parece. Si a eso se suma a un Morgan Freeman travestido en Virgilio, la performance del encuentro entre oriente y occidente tiene algo, ya no de impostación, sino de sumisión.

El 7 de enero del año 2015, el mismo día en que dos terroristas islámicos atentaron contra el semanario satírico 'Charlie Hebdo' y asesinaron a doce miembros de la redacción por haber publicado caricaturas del profeta Mahoma, el escritor Michel Houellebecq, el mayor prosista del hastío francés, el entusiasta de la decadencia europea y la sátira de Occidente, publicó 'Sumisión', editada en español por Anagrama.

En las páginas de aquella novela, el Goncourt imaginó a un musulmán al frente del Palacio del Elíseo en 2022, el año en el que se celebra este mundial. En aquella novela, todo ocurre en unas elecciones en las que resultaba ganador un partido islamista moderado que, con el apoyo de los socialistas y la derecha, derrota a la candidata del Frente Nacional. La sensación de hartazgo, dejación y cinismo de la Francia contada por Houellebecq en aquel libro se parece a esta copa del mundo que nadie podrá llenar con alcohol.

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Este mundial será a los emiratos lo que 'La mano de Dios' fue a Videla, con un añadido: aquí se enfrentan ya no las visiones contradictorias de un mundo autoritario y otro democrático, sino del mundo laico y el teocrático. En Qatar se somete a las mujeres, se persigue a los homosexuales y a la prensa libre. Uno de los países más ricos del mundo dispone de dinero suficiente para convertir estos asuntos en una transacción.

Lo poderoso de las imágenes del mundial es su tendencia a la poda y la uniformidad: todo el mundo parece igual, la lógica del casting y la simulación. Aparentar la tolerancia pasa por crearle un pantone. El resultado final ha sido una coreografía. Más que competir, en Qatar importa combatir. Pésimas sensaciones para un evento que ya las concitaba. En medio de los fuegos de artificio sobre un estadio con forma de jaima, esto apesta a lejía.

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