La sorprendente revelación de las huellas dactilares halladas en una tumba egipcia
Los análisis de estatuillas funerarias encontradas en Luxor por el equipo español del Proyecto dos cero nueve muestran que fueron hechas por mujeres adolescentes
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A una huella dactilar le siguió otra… y otra… y otra más. Los arqueólogos de la Universidad de La Laguna que investigan la tumba tebana 209 (TT 209) en Luxor (Egipto) han encontrado ya cerca de 200 ushebtis con las improntas de ... los dedos que moldearon esas antiguas figuritas funerarias de arcilla que representaban a trabajadores en el Más Allá. Un pionero estudio de 60 de esas huellas, al más puro estilo del CSI, ha desconcertado a los investigadores.
«Son las primeras huellas dactilares estudiadas en ushebtis» y «la sorpresa fue que eran de personas muy jóvenes y en todos los casos en que se ha podido determinar el sexo, de individuos femeninos», relata Miguel Ángel Molinero, director del Proyecto dos cero nueve.
El profesor de Historia Antigua y Egiptología de la ULL explica, en conversación telefónica con ABC, que aunque se conoce el papel de las mujeres en la alfarería tradicional en lugares como Canarias o Marruecos, en el Egipto contemporáneo es muy rara la presencia femenina y las escenas de los relieves hallados en el interior de las tumbas antiguas muestran hombres en los talleres. Sin embargo, a la vista de sus investigaciones, «las mujeres debían de ser más frecuentes en los alfares egipcios de lo que daba por sentado la bibliografía».

Los análisis de las huellas dactilares realizados por Esperanza Gutiérrez y Jesús Herrerín, de la Universidad de Alcalá y del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Policiales (IUICP) «muestran, con alta probabilidad, que alrededor del 90% de los ushebtis fueron hechos por adolescentes de entre 11 y 16 años, y el resto por niños y algunas mujeres adultas». Su investigación, avanzada hace dos años y publicada ahora con mayor detalle en la revista científica alemana 'Antropologischer Anzeiger', ha descubierto que hubo una artesana más activa, de 13 o 14 años, aunque fueron «un mínimo de entre cuatro y ocho» quienes elaboraron las figurillas funerarias.
Parecen haber sido hechas en serie a partir de «un mismo molde o varios idénticos», según explica Molinero, presionando un bloque de arcilla en su interior y plegando después el material sobrante en su espalda con los dedos. Salvo un ejemplar, todas las figurillas cuentan con al menos tres presiones dactilares y algunas hasta seis.
Estos pequeños ushebtis, de apenas 6,5 centímetros de altura, no tenían la superficie suficiente para que se conservara ninguna huella dactilar completa, pero sí improntas parciales suficientes para medir la anchura y densidad media de su cresta. Con estos datos se han podido calcular con fiabilidad las edades y alturas (unos 143 centímetros de media) de quienes las fabricaron, así como su sexo, en los individuos de más de 12 años. Para determinarlo se ha tomado como referencia un reciente estudio de impresiones dactilares de la población actual de Sudán, la más cercana geográfica y étnicamente a las poblaciones del Egipto antiguo.
«Ha abierto un camino»
La corta edad de quienes llevaron a cabo estos trabajos, poco especializados, sugiere que eran aprendices de los talleres de alfarería. Los investigadores suponen que, una vez que fueran adquiriendo conocimientos con la edad, las mujeres adultas realizarían objetos o recipientes de mayor dificultad. «Nuestro estudio está llevando a estudiar huellas en otras piezas cerámicas para ver si las niñas aprendieron a ser alfareras, ha abierto un camino», se congratula Molinero.

Para el director del Proyecto dos cero nueve, esta investigación muestra también que no hay mal que por bien no venga. La tumba está en un cauce de agua, algo insólito en el Egipto antiguo, y las riadas periódicas han provocado una humedad que borró la pintura de las figurillas, menos unos pocos restos de tono azulado. «Lo que podría considerarse mala suerte por la alta humedad en el interior de las cámaras subterráneas está proporcionando otro tipo de información», constata, ya que ha dejado al descubierto las huellas de los artífices de los ushebtis.
Las estatuillas se encontraron en una de las cámaras laterales de la TT 209, un complejo funerario construido cerca de Deir-El Bahari para Nisemro, un alto funcionario nubio de la Dinastía XXV (siglos VII y VIII a.C.) que fue 'supervisor del sello', algo parecido a un ministro de economía del Alto Egipto. Las excavaciones realizadas desde 2012 por la misión española han descubierto que esta tumba monumental fue edificada en terrazas en la ladera de un wadi (valle). Un eje lateral de la tumba, tal vez fruto de posteriores ampliaciones, fue reutilizado para enterramientos de familiares hasta época ptolemaica temprana (del siglo IV al II a.C.).

El hallazgo de las figuras funerarias en una estas salas laterales, en varios estratos de esta cronología más tardía en la que «ya no eran una pieza habitual del ajuar», según Molinero, así como su escaso número, que no alcanza el ortodoxo de en torno a los 400 ushebtis, llevan a pensar a los egiptólogos que fueron traídas de otra cámara de la propia tumba, de un enterramiento anterior de la dinastía XXV, y reaprovechadas para difuntos de esa fase más reciente.
Entre las piezas no hay, además, ninguna que vista la ropa que identifica a los capataces, cuando las cajas de ushebtis solían incluir un trabajador por cada día del año y un capataz por cada semana. Además, se encontraron sueltas junto a las momias, como si hubieran sido repartidas sin prestar atención a su colocación.
Los egiptólogos españoles del Proyecto dos cero nueve aún cuentan con otros 50 ushebtis más en los que se distinguen con claridad huellas dactilares. La investigación continúa.
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