Crónica
El sonido de Paco de Lucía estalla con el formato big band
festival flamenco de madrid
Así queda inaugurado el Festival Flamenco de Madrid en el teatro Fernán Gómez, con treinta músicos en escena, entre ellos Rafael de Utrera, El Farru, Carles Benavent y Niño Josele

La big band, ayer sobre el escenario del teatro Fernán Gómez en Madrid
El arte llama al arte. Inspira acontecimientos, se enhebra con expresiones desiguales. Este 2023 el disco 'Fuente y caudal', ese que incluye 'Entre dos aguas', cumple cincuenta años. Y alrededor de la efeméride, a la estela del setenta y cinco aniversario de Paco de Lucía, se han levantado conciertos como este: una revisión de su legado desde una big band formada por intérpretes del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y de la Escuela de Música Creativa, aunque con invitados de los lares jondos: el cante de Rafael de Utrera y el baile del Farru, dos de esos afortunados que recibieron la llamada del maestro; y el bajo de Carles Benavent, uno de los pilares del Sexteto que cambió la escena contemporánea. También el guitarrista Niño Josele.
La dirección orquestal de este proyecto que se presentó en el teatro Fernán Gómez, sede del festival flamenco de Madrid, corre a cuenta de Joan Albert Amargós, por eso la rumba de inicio se confunde con la bulería como en un coro de tipos hechos de metal y de miel. Estallan saxos y violines. Cruje la madera. El arco, que va envolviendo el recuerdo de la alzapúa de 'Almoraima', desdibuja tempestades al aguardar su turno en el compás. Los dedos se deslizan por el mástil de la bajañí y las artes, de pronto, se andan hablando. A besos y pedradas. Con gusto y quizá excesivo protagonismo camaronero, además de cierto academicismo que no suma. Zarandeando unos cimientos por el simple hecho de mirarlos desde otra perspectiva, la de David Leiva, artífice del montaje que nació en el Taller de Músic de Barcelona. El jazz contemplando a Paco. Eso es 'Suite de Lucía', una hecatombe de armonía que coloca la melodía por delante para que el público salga cantando de un patio con algunas butacas vacías.
Es una obra accesible. Para los que cien veces han escuchado la rondeña 'Cueva del Gato' y para quienes no distinguen una malagueña de una seguirilla, pero son receptivos a lo genuino. Y ahí radica su razón de ser, pues persigue el mismo afán de universalidad que el de Algeciras, recurriendo así a composiciones tan emblemáticas como la minera 'Callejón del muro', de 'Siroco', y 'Zyryab'.
Rafael de Utrera está en plenitud. Se adentra por el brillo del trombón como un salvaje, coloca el 'Réquiem' de Vicente Amigo por las nubes y espera que el piano le chive unos acordes de la 'Canción del fuego fatuo' para lanzar la 'Nana del caballo grande'. Benavent dicta oronda su sentencia, logrando en 'Canción de amor' una pieza para neófitos y convencidos. Para ávidos. La vida está llena de situaciones potencialmente injustas. Que la enormidad de la entrada del Farru al grito de 'Viviré' del utrerano no quepa en estas líneas es una de ellas. El arte llama al arte, pero pertenece en exclusiva a quienes lo buscan.
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