Ruslana: todo por ver a Coldplay

A partir de ahí el ritmo marea solo de pensarlo, y ella misma admite que «sacar un disco en tan poco tiempo no es lo normal, pero confié mucho en mi equipo y en agosto lo teníamos todo cerrado y empezamos a lanzar singles, grabar videoclips, calentar motores, marketing, la gira...». Le comento que seguramente ese ritmo se aguanta solamente cuando se tiene su edad. Asiente, para añadir: «Y también cuentan las ganas, porque es sacar el primer proyecto en solitario, que no te importa nada, solo quieres que salga lo mejor posible y te da igual todo lo demás».

La cantante es consciente del vuelco que ha dado su trayectoria profesional, y también la personal. El año pasado acababa de alcanzar la mayoría de edad, y este... «Miro atrás y me doy cuenta de cómo te puede cambiar la vida en un año, y cómo puedes hacer cosas tan diferentes». Lo de cantar le viene de serie, pues asegura que es algo que ha hecho desde bien chiquita. «Siempre he cantado, y mis padres me han apoyado. Prácticamente llevo cantando, bailando y actuando desde los cuatro años». Al principio era un hobby y luego se fue convirtiendo en algo más profesional. Con 16 años -es decir, hace tres- se marchó de su Tenerife natal para ir a Madrid, «porque sabía que era la ciudad de las oportunidades».

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En estos últimos meses ha pasado de ser una pieza más en el engranaje de OT a hacer realidad un disco en solitario, titulado 'Génesis' y emprender una gira. «Todo lo relacionado con Operación Triunfo es muy distinto a tener tu propio proyecto y pelear por lo tuyo y tu lugar en la industria», constata. Y ha aprendido también que no es todo de color de rosa: «Hay momentos muy buenos, y también complicaciones, porque al final eres tú la que tienes que salir al escenario a defender tu proyecto».

Con solo 19 años, es razonable que no tenga muchos viajes en los que hurgar para encontrar el peor de su vida, así que cuando le lanzo la pregunta enseguida consulta: «¿Pero un viaje de esta gira, o en general?». Nos quedamos sin saber si la gira le ha dado algún quebradero de cabeza, porque el elegido es un trayecto anterior, de hace tres años. «Uno de mis grupos favoritos es Coldplay -empieza a contar- y quería verlos con mi hermana». El primer problema surgió a la hora de hacerse con las entradas: «No las pude conseguir para el concierto de Barcelona, que era el único que hacían en España».

Lograron, en cambio, un par de tiques para Berlín. «La verdad es que no teníamos mucho presupuesto para organizarnos el viaje», ríe, cosa que derivó en un periplo algo «caótico». Por supuesto, no tenían ni idea de alemán: «Llegamos, perdimos cuatrocientos trenes, no entendíamos nada, cogimos un tren en la dirección incorrecta...». Resumiendo mucho, la cuestión es que «no sabíamos ni qué íbamos a hacer ni dónde íbamos a acabar, pero en el fondo fue muy bonito, conducido por el amor a la música y a un grupo». «Estábamos muy perdidas, la verdad, pero teníamos un objetivo y conseguimos cumplirlo», remata. ¿El desenlace? «Fue uno de los mejores conciertos de mi vida», del que además sacó una moraleja: «Da igual cómo salgan las cosas, pero mientras la música esté presente, todo guay».