Contra el verano
La envidia del pecho
«Cuando llega el verano se hace endémica una especie particularmente desagradable: la del turista, hombre, que cree que es una idea estupenda pasearse sin camisa por la ciudad donde ha ido a veranear»
Artículos escritos por Rodrigo Blanco Calderón
![Paseo marítimo en Málaga](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/08/10/paseo-maritimo-fsilva-ktgB-U602939377916daG-1200x840@diario_abc.jpg)
En la prehistoria, un periodo que va desde los inicios de la especie humana hasta hace aproximadamente unos veinte años, los hombres mandaban sobre las mujeres. Solo en el contexto de este vastísimo imperio es comprensible una figura como Freud y la teoría aquella ... de la envidia del pene. Ahora que las relaciones de fuerza han cambiado y son las mujeres las que mandan, si hay alguna envidia, si la hubo alguna vez, fue y es la de siempre y que hoy resulta palpable: la envidia de los hombres hacia las mujeres. La polémica en la actualidad con el 'asunto trans' lo refleja muy bien. Lo que está en el centro del debate es la ampliación del concepto de mujer, no el de hombre. La 'mujer' se ha convertido en una especie de Asamblea Global en la que todos quieren entrar y verse representados.
Hago esta introducción para que se entienda el tema a tratar en la columna de hoy, que tiene que ver con esta batalla entre los sexos y en la que el verano juega un rol fundamental. Es lo que me atrevo a llamar 'la envidia del pecho'. Cuando llega el verano se hace endémica una especie particularmente desagradable: la del turista, hombre, que cree que es una idea estupenda pasearse sin camisa por la ciudad donde ha ido a veranear. En Málaga, estos ejemplares me brindan diariamente la oportunidad de refunfuñar y reflexionar. La interpretación habitual de este comportamiento sería la de que se trata de un resabio de una actitud colonial, pues, ya se sabe, el turista es el descendiente directo del hombre blanco, conquistador, explotador. Como por la Costa del Sol abundan, sobre todo, los turistas de origen inglés, que aquí llaman despreciativamente 'guiris', esta lectura a lo Homi K. Bhabha se impone. Así como el antiguo colonialista británico tenía problemas para distinguir dónde terminaba el territorio de su país y dónde comenzaba el de los otros, muchos turistas no parecen entender dónde termina la playa y dónde comienza la ciudad. O no parecen diferenciar la ciudad balnearia de la sala de estar de sus propias casas.
Yo estoy de acuerdo con esta interpretación, pero, de tanto observar, he descubierto que hay algo más. La mayoría de los turistas que andan sin camisa por Málaga cumplen con dos requisitos: vienen de la playa y se encuentran en forma. Este estar en forma va desde cuerpos musculosos y sin un gramo de grasa hasta contexturas saludablemente atléticas. Es difícil ver a un gordo o a un hombre raquítico pavoneándose en toples por la ciudad. Pues, al final, a esto se reduce todo: a una envidia del pecho de las mujeres. Específicamente, de ese milagro de civilización, belleza, empoderamiento y libertad que son las playas europeas llenas de mujeres en toples.
Como hombre salvaje que viene del Caribe, me llama la atención la naturalidad con que las mujeres andan en toples en las playas de España. De hecho, siempre me ha producido vergüenza reconocer que no me habitúo del todo a tan maravillosas imágenes. Nunca he logrado ni lo lograré disolver ese milagro que es una mujer en tetas en la playa como un elemento más del paisaje. Con estos hombres que andan en toples por la ciudad en verano, me doy cuenta de que el milagro femenino no pasa desapercibido. En algunos, nos sigue provocando una silenciosa y distante adoración, mientras que en otros se traduce en una envidia vulgar y de muy baja estofa.
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