El peor viaje de María Negroni: tres meses de encierro en un lugar idílico
La escritora rememora tres meses de encierro con su familia en un lugar idílico que no era tal: Puerto Escondido, una playa mexicana donde no había ni agua corriente ni aire acondicionado
¿Se puede odiar un paraíso? ¿Puede alguien en sus cabales querer que se acabe su estancia en una playa idílica, de esas con aguas límpidas, rodeadas de cocoteros? ¿Hay un lugar mejor para trabajar que una habitación con vistas al océano? Para la escritora María Negroni, que estos días publica 'La idea natural', en Acantilado, la respuesta a las tres preguntas está clarísima: sí, sí y sí.
Negroni vivió 25 años en Nueva York. Cuando era estudiante de doctorado, ya tenía pareja y dos hijos. Cuando llegaba el verano, alquilaban el apartamento donde vivían, y se marchaban unos meses a algún lugar apartado de la gran ciudad. Chipiona, en Cádiz, se convirtió en su refugio más habitual. «Los niños jugaban en la calle, porque era un lugar muy pequeñito, muy familiar», rememora. «Para mí eran veranos muy hermosos y escribía y leía muchísimo», al mismo tiempo que, con sólo mirar por la ventana, controlaba que todo estuviera en orden y que los pequeños no hicieran más travesuras de las razonables.
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Un verano decidieron ser originales. Decidieron por no venir a España. Decidieron irse al paraíso. Concretamente, a Puerto Escondido, una playa mexicana a una hora de Oaxaca. El trópico, a orillas del Pacífico. Las fotografías de los folletos eran espectaculares. Lo dicho: aguas cristalinas, palmeras por doquier… Pero claro, no pensaron en la logística más elemental, especialmente para una doctoranda y para una familia con niños: no había agua corriente, ni aire acondicionado. «Creo que ni la computadora se podía enchufar». Lo que sí que había eran mosquitos, y la frustrante sensación de que la tesis doctoral iba a pasar tres meses irremediablemente aparcada. Tenían el piso de Nueva York alquilado, de modo que no podían regresar.
'La idea natural' repasa la relación de los artistas con la naturaleza
Había un avión que llegaba una vez al día, por la mañana, y salía por la noche, solo avión por día: «Y yo miraba ese avión y decía, ¿cuándo me iré de acá?». Además, «era un lugar que en realidad estaba pensado para los estudiantes norteamericanos, que se iban a emborrachar ahí, así que imagínese: gringos borrachos, calor, mosquitos y yo tratando de escribir». La autora resume: «Es un paraíso genial para irte unos días con una amante, pero le aseguro que para ir a escribir tres meses, no».
Le pregunto si en 'La idea natural' hay algún eco de esa estancia en el paraíso, ya que se trata de una colección de ensayos breves sobre cómo los artistas, especialmente los literatos, han querido reproducir en sus textos la naturaleza a lo largo de la historia. Me asegura que no: «Nada que ver, eso prefiero olvidarlo, no he hablado nunca de ese viaje, lo hago ahora porque me lo pregunta usted. De ahí me vino el odio a los paraísos».
El libro de Negroni invita a reflexionar sobre cómo se percibe y se refleja la idea de la naturaleza desde Lucrecio a Annie Lenox. No le interesa tanto el paisaje, la realidad que los autores describen, como el gesto de captarla en sus obras, de traducirla en algo tan artificial y elaborado como es el lenguaje artístico. «A mí me ha fascinado solamente la idea de este interés no por la naturaleza paradisíaca, sino la naturaleza a través de la letra, cómo se ha escrito, y se ha pensado la naturaleza».
En su recorrido, la escritora argentina evoca obras de Paracelso, Goethe, Humboldt, Rosa Luxemburgo, Nabokov, Bourgeois. Me sorprende que no haya demasiada música, hasta que llego a John Cage, el controvertido creador del siglo XX, que causó estupor con su obra '4'33''', que consiste en dejar cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio. Es decir: dejar que los ruidos de la naturaleza se apoderen de la sala de conciertos durante ese espacio de tiempo.
Para mi estupor, me encuentro con reflexiones suyas no sobre el sonido, sino sobre las setas: «Tenía una casa en los bosques arriba de Nueva York, y escribió libros sobre setas», cuenta Negroni para justificar su interés en el personaje. «Lo que me gusta en ese caso es la idea de la obsesión», dice. «Cage tenía sus obsesiones para la composición musical y otras obsesiones, más tipo hobby, como la recolección de setas».
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