El pasatiempo literario del día: Pu Yi
EL PUZLE DE EDU GALÁN
Las soluciones al puzle se ocultan en el texto: encuéntrelas y disfrute de su sapiencia por partida doble
![Pu Yi](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2022/08/27/puyi-ReP0rrEHbpE6JBASKa86CWI-1200x630@abc.jpg)
Los emperadores no requieren de edad mínima. Muerto su tío Guangxu, se escogió a Pu Yi, de tan sólo dos años y diez meses, como sucesor. 1908: el niño entró en el desconsuelo de quien no entiende nada. Ni nada va a entender. Incomprensible ... para el Rey Carlos I de Portugal: su propio asesinato. ¿Por qué le pistolearon a él y a su hijo, Luis Felipe -contaba, pobre, veinte años en 1908- a su paso en carruaje abierto por la plaza de Terreiro do Paço (Lisboa)? No captaba el odio, ni las clases sociales, ni el republicanismo asesino de los dos tiradores, Alfredo Luís da Costa y Manuel Buíça. «¡Infames!», les gritó la reina cuando acribillaban a su familia.
Tampoco los comprendía. El desarrollo intelectual de Pu Yi no le daba opción para asimilar que en 1912 sería depuesto del trono y que en 1917 se lo devolverían unos días. Estaba muy ocupado con sus caprichos: entre ellos, putear a los eunucos de palacio. No hay nada más cruel que un niño todopoderoso. Y que un cineasta todopoderoso en su ficción: Sam Mendes obliga a sufrir a sus dos soldados británicos de '1917' tantas desgracias que, por momentos, se asemeja a un demiurgo malvado.
Mientras ansía regresar a sus cargos, Pu Yi vive en la Ciudad Prohibida de Pekín. Allí llega Sir Reginald Johnston en 1919 para tutorizar británicamente al chiquillo. Su influencia abarcará la vida del monarca. Entre sus enseñanzas, el cine: por esa pantalla en la que apareció la primera encarnación de 'Felix el gato';. Al final de su corto silente debut (1919) se suicidaba chupando gas al sorprenderse como padre de gatitos. A Pu Yi le tocó formar familia en 1922: le casaron con la princesa Wanrong, de familia noble manchuria, y con su segunda consorte Wenxiu. En ese trío albergó Pu Yi más tragedia aún. No tenían escapatoria, no podían correr a Nevada (USA): el estado donde más divorcios se produjeron ese año.
Las incomprensiones y los tejemanejes políticos le acaban desterrando de Pekín junto con sus mujeres y eunucos. 1924 marca el instante en el que se le empieza a disolver la grandeza. Le instalan en Tianjin, ausentes ya las risas. Esas risas que provocaba -Chaplin incluido- Benny Hill (1924-92) hasta que los revisionismos de nuestro presente lo expulsaron de la memoria colectiva. A Pu Yi lo recuperan, como títere, los japoneses. Le nombran emperador de la región de Manchukuo, aunque esa designación no implique nada. Gramaticalmente se podía llamar emperador; materialmente sólo poseía sonidos enlazados. Era 1932 y a un emperador de verdad, a uno de cuya mano salía el sol, tratan de asesinarlo con una granada de mano. Hirohito de Japón evita el magnicidio por mala praxis del ejecutante, un independentista coreano.
El final de Pu Yi se le hará largo. Su concubina Weixu se divorcia de él y, en solitario ya con Wanrong, le asalta el final de la Segunda Guerra Mundial. Capturada por el ejército chino, ella morirá loca de opio y tristeza en una cárcel de Yanji (1946). Su cuerpo nunca ha sido encontrado. Los restos de la existencia de su marido se dedicarán a la reeducación en la China maoísta. Hasta 1949 saltará de prisión en prisión. Como fue malo, jamás encontrará la comodidad que Capra prometía a las buenas personas en 'Qué bello es vivir' (1946). Morirá, 1967, en Pekín. El escritor Juan Gabriel Vásquez cuenta en su extraordinario libro 'Volver la vista atrás' un encuentro del cineasta Sergio Cabrera, entonces estudiante en Pekín, con el último emperador, entonces jardinero: «Al día siguiente, de regreso en la escuela, le habló a un profesor de la visita. El profesor hizo una mueca de asco. «Un traidor», dijo. «Pero se ha reformado, la Revolución lo ha reformado. Ha reconocido sus crímenes, ha reconocido que su vida pasada no tiene valor y se ha arrepentido de haberla llevado. Y Mao lo ha recibido, porque Mao es generoso»». ¿Pensaría el Papa Pablo VI en aquella China, germen de todo hoy, cuando escribió «El desarrollo de los pueblos y muy especialmente el de aquellos que se esfuerzan por escapar del hambre, de la miseria (...) es observado por la Iglesia con atención» (encíclica 'Populorum progressio', 1967)?
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