Paloma Bravo: «He descubierto tarde la amistad entre mujeres»
En 'Sin filtros', la escritora homenajea esa camaradería y vierte sobre ella el peso de la maternidad y el edadismo
'Una historia de amores', el alegato por envejecer y morir con dignidad de Paloma Bravo
![Paloma Bravo](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2023/09/28/paloma-bravo-RKMsvohSH2Dv1QttieYDuTL-1200x840@abc.jpg)
Paloma Bravo concibió 'Sin filtros' (Contraluz) como la cara b de su libro anterior. En 'Una historia de amores' se abría en canal para relatar cómo vivió la enfermedad terminal de su padre. Aquí, en cambio, vuelve a instalarse en ... la ficción (lúcida, divertida, crítica) que ha caracterizado obras suyas anteriores, como 'Las incorrectas' o 'La niña de papá', para poner el foco en la maternidad. «Necesitaba explorarla. Una madre condiciona muchísimo, en 'Apegos feroces' de Vivian Gornick se ve hasta qué punto se puede llegar a querer y, al mismo tiempo, lo asfixiante que puede resultar», explica la escritora.
Es una figura tan omnipresente, tan poderosa, que hasta llega a eclipsar a la persona de antes de tener descendencia. «Dejas de ser tú, porque los hijos te ven siempre en el papel que juegas en sus vidas. Pero tenías una previa a ellos y tienes otra después, tus propios sueños, tus propios demonios…», indica la también directora general de Comunicación y Relaciones Institucionales de Vocento.
Este 'leitmotiv' no surgió por casualidad. La adolescencia de su hija explotó de repente en casa, lo que hizo saltar por los aires cualquier atisbo de proceso gradual que atenuara el 'shock'. «Quieres salir huyendo, pero es cuando más te necesitan –prosigue–. Ahí no tienes escapatoria, tienes que estar. Y no sabes muy bien cómo hacerlo porque estás destruido, vives una especie de duelo y tiembla todo a tu alrededor. Es un momento muy turbulento en el que, precisamente, te cuestionas tu papel como madre y, al mismo tiempo, empiezas a pensar mucho en tu infancia, lo que te retrotrae a tu propia relación con tu madre».
Bravo expande en el libro ese complejo universo en horizontal y en vertical, a través de una madre de una adolescente y sus dos íntimas amigas, que, a su vez, son hijas de madres muy diferentes entre sí. Ninguna de las dos íntimas tienen niños. «Conozco a muchas mujeres que siempre han querido ser madres, a muchas que nunca han querido serlo, y a muchas que no lo tenían claro. Me interesaba ver la zona gris». Sea cual sea el grupo al que se pertenece, si se cruza el umbral, no hay marcha atrás, ya no se puede poner el móvil en modo avión. «Va a sonar fatal, pero ser madre tiene algo de sacerdocio. Es verdad que te da muchas cosas, pero también lo es que de alguna manera te quita muchísima libertad. Siempre tienes que estar ahí, ser su red», asevera.
Edadismo
En 'Sin filtros' lo son por encima de expectativas, por encima de enfermedades y por encima de unos años que las van arrinconando en los márgenes de una sociedad que cierra los ojos a cualquier atisbo de senectud. Una triste realidad que ya denunciaba en 'Una historia de amores' y que aquí vuelve a poner de relieve. «Hasta la diversidad se pinta joven», dilucida Bravo para mostrar las vergüenzas de un edadismo que cada vez empieza antes («me obsesionan esas prejubilaciones a los 50», confiesa), a pesar del sentido común y la pirámide poblacional.
«Me he convertido casi en activista. Está clarísimo dónde está la necesidad, pero la realidad es que hay más pediatras que geriatras», resalta la escritora, que lleva sus reflexiones hasta los cuidados paliativos, la eutanasia o el suicidio. «Leí que solo el 2% de la población había pedido la muerte digna. De esa cifra, un porcentaje altísimo eran cuidadores. Gente que había tenido que cuidar a sus mayores y había decidido que no quería hacer pasar a nadie por lo mismo que habían pasado. Durísimo».
Las madres de 'Sin filtros' también hacen lo humanamente posible por no convertirse en una carga, ni económica ni física. Es la última consecuencia de los ideales impuestos por la sociedad, pero también por la autoexigencia, «las mujeres llevamos encima el peso de parecer que puedes con todo: ser la madre perfecta, la que nunca se queja, la que siempre está en el trabajo, la que no muestra vulnerabilidad para no dar la imagen de blanda, la que tampoco se pasa de seria para no parecer autoritaria...», apunta Bravo.
Ni envidias ni celos
La única forma que ha encontrado la autora de soltar ese lastre de forma segura es la amistad. Y más en concreto, la amistad femenina: «Yo era la típica chulita que decía que mis mejores amigos eran hombres, por lo que la amistad entre mujeres la he descubierto tarde, pero de una manera extraordinaria». Más allá de los prejuicios de envidias y celos, también ha percibido que algo está cambiando en el ámbito laboral. «Estamos aprendiendo a no competir y a ayudarnos unas a otras –continúa–, no contra nadie, sino sabiendo qué te pueden dar ellas y qué les puedes dar tú. Y a tener una relación sólida y divertida».
¿Cuál es el secreto? «En la amistad de mujeres que yo vivo hay muchas risas, mucha puya, mucho conocimiento, mucho relativizar y mucha verdad. Saber que estás con alguien que no te juzga es una liberación», resume Bravo.
La escritora quiere homenajear esa amistad que reconforta y consuela, no sin antes exprimirla sobre el tema central de su libro: «Es el único espacio en el que hablamos de nuestras madres. Con mis hermanos comento si la mía está bien, si está mal, si hay que llevarla al médico…, pero no cómo me hace sentir. Y lo mismo pasa con tus hijos. Esas relaciones pueden ser muy claustrofóbicas, porque hay mucha exigencia y mucha expectativa de los dos lados. Entonces solo te puede ayudar quien te conoce muy bien y te quiere mucho, que muchas veces es un amigo».
Los íntimos son los que mejor pueden ver quién eres ahora porque con ellos no juegas ningún papel: «vienes a trabajar y eres una empleada, te debes a tus clientes, a tus jefes, a tus compañeros; como madre, a tus hijos; como mujer, a tu pareja; como hija, a tus padres. Son roles en los que no cabes tú. Quien te elige a partir de los 20, de los 30, te quiere, no a pesar de que a veces seas un cabezota, sino justo porque eres como eres. Me parece mágico que alguien te quiera por ser como eres». En 'Sin filtros' esa amistad se convierte en un territorio seguro donde las madres vuelven a tener nombre.
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