Tequila: «La droga nos mantuvo unidos»
Ariel Rot y Alejo Stivel charlan con ABC sobre el documental 'Tequila. Sexo, drogas y rock and roll' que se estrena en cines el próximo viernes

Tequila no es sólo la historia de un grupo que alcanzó la fortuna y la gloria. Es, sobre todo, la de dos chicos que cruzaron medio mundo para huir del horror y cumplir sus sueños. Suerte que siempre permanecieron juntos.
Una tarde bonaerense de ... 1976, unos agentes de la policía de Videla los detuvo mientras paseaban por la calle, y después de hacerles pasar un mal rato en un coche patrulla, abrieron la puerta y les dijeron «ya se pueden ir, ¡corran!». Aquellos muchachos apenas eran unos niños, pero ya conocían las técnicas de los secuaces del dictador. Sabían que cuando se alejasen del vehículo, podían recibir un tiro por la espalda. Dieron un paso tras otro con el corazón a mil por hora hasta que al doblar una esquina comprobaron que era su día de suerte. No sonó ningún disparo, pero el susto los dejó temblando hasta llegar a casa. La madre de Alejo Stivel tenía claro desde hacía tiempo que tenía que sacar a su hijo de Argentina -los milicos habían asesinado a su padrastro-, pero para el padre de Ariel Rot, que ya había sufrido amenazas de bomba en el periódico donde trabajaba, aquello fue la gota que colmó el vaso. No podían seguir viviendo así.
Cuando llegaron a España se encontraron un país que estaba viviendo lo mismo, pero a la inversa. La dictadura acababa de terminar, y Madrid era una especie de tierra prometida donde todo estaba por hacer. «Sí... la sensación de estar saliendo de un lugar oscuro para entrar en otro que empieza a iluminarse puede que diera un extra de energía a nuestra música», dice Stivel, que confiesa haberse «emocionado» al ver 'Argentina 1985', el filme protagonizado por Ricardo Darín que relata el juicio que llevó a prisión a los asesinos de su papá.
El documental 'Tequila: Sexo, drogas y rock'n'roll' de Álvaro Longoria, que se estrena en cines este viernes, cuenta una anécdota de los primeros días de Alejo y Ariel en Madrid que, vista con la perspectiva del tiempo, es una preciosa metáfora de lo que su banda dio a España. Como eran nuevos en el barrio, una vecina organizó un pequeño guateque en su piso para que conocieran a sus hijos y a otros chicos y pudieran hacer amigos. La fiesta arrancó sin ellos y transcurrió como un recreo de jardín de infancia, hasta que la pareja argentina apareció para revolucionarlo todo. Encontraron el alcohol que la señora guardaba en lo alto de una estantería, pincharon rock'n'roll y transformaron el muermo en un desparrame volviendo locos a sus nuevos amiguitos.
Una vez convertidos en estrellas, Tequila se vieron en la tesitura de tener que lidiar con una corrupción discográfica rampante -si ven el docu no pierdan detalle del episodio de los tejemanejes de Uribarri-, y prefirieron dejarse robar antes que romperse la cabeza intentando emular a David contra Goliat. «Se presentaban en el estudio con contratos que no entendíamos, y nos decían firmad aquí, aquí y aquí», recuerda Ariel. «Sí, nosotros firmábamos sólo para que nos dejaran en paz y pudiéramos seguir grabando», añade Alejo. Y como resultado estuvieron años cobrando «royalties ridículos» como define el guitarrista, lo cual terminó con el acuerdo inicial del grupo por el cual todos cobrarían lo mismo independientemente de sus aportaciones compositivas. «Eso se acabó en el tercer disco y hubo quien se enfadó bastante por ello, en lugar de estar agradecido por haber estado cobrando por créditos que no les correspondían», dice Ariel en referencia tácita al bajista Felipe 'Lipe', que efectivamente muestra su indignación en el documental y cita aquel desacuerdo como el principio del fin de Tequila.
La película de Longoria tiene un montaje excitante, un guion con anécdotas desconocidas y una documentación audiovisual exhaustiva, pero acierta especialmente al desterrar cualquier atisbo de condescendencia «por respeto al espectador», dice el director. Es más, aborda un tema que rara -rarísima- vez se analiza en los 'rockumentales': el de las relaciones de poder entre artistas y fans. Algo que en su derivada sexual, supone un tema ultra-sensible en la era post-MeToo. Alejo y Ariel aseguran que nunca tuvieron groupies al uso, «más bien algo así como 'very important fans'», pero Cecilia Roth, hermana del guitarrista y casi la sexta Tequila en aquellos años locos, se atreve a abrir el melón. «Ellas los admiraban como a seres divinos, se sometían y eso no estuvo bien», dice la actriz en el documental, zanjando el asunto con suficiente contundencia como para evitar pedir nuevos comentarios a dos sexagenarios que saben de sobra que ni de lejos lo han hecho todo bien en su alborotada vida. Especialmente con las drogas, el desencandenante de su separación según rezan los versículos más oscuros de su leyenda urbana.
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«Las drogas ayudaron a mantenernos unidos», contradice Alejo entre carcajadas, para después dejar que sea su compañero quien aborde el tema con más circunspección. «Tal vez aceleraron el proceso de separación del grupo, pero lo que nos ocurrió fue que la magia que había entre nosotros, se disipó». «Sí», asiente el cantante, «salvo los Rolling Stones, todos los grupos del rock'n'roll están condenados a autodestruirse». «Lo que más me sorprende -concluye Ariel-, es que nadie hiciera ningún intento por evitar el fin de Tequila. Ni nosotros, ni la compañía, ni los fans. Aún sigo sin entender la indiferencia que siguió a nuestro adiós».
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