Ryan Adams sale del pozo de la cancelación con cinco nuevos discos
El músico, borrado del mapa en 2019 tras ser acusado de acoso y maltrato, ha dejado de beber y suma una docena larga de álbumes en los últimos dos años
Ryan Adams, acusado por varias mujeres de conducta sexual indebida
![Adams, durante una actuación en el Carnegie Hall de Nueva York](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/01/04/adams2-RS0F6twT77VOUkjSjosEtgM-1200x840@abc.jpg)
Tarambana del country y archivillano del rock de principios de siglo, Ryan Adams llegó, vio y se achicharró. Intuyó el fuego y para allá que fue con un bidón de gasolina. «I just want to burn up hard and bright», cantaba en ' ... Firecracker', uno de los singles de aquel prodigio de rock americano, algo así como un primo grasiento y despeinado de 'Born In The USA', que fue 'Gold'. Y claro que ardió. Vaya si lo hizo. Errático e hiperactivo, pasó de chico de oro a apestado oficial de la industria musical. De Kurt Cobain del country alternativo a leproso a las puertas de un villorrio.
Y vuelta a empezar. Porque Adams, que el próximo mes de noviembre cumplirá 50 años, ha resucitado. O, por afinar aún más, se ha 'descancelado'. En 2019 desapareció del mapa entre acusaciones de acoso y maltrato y aquí está de nuevo, recibiendo el 2024 con cinco (¡cinco!) discos nuevos publicados de forma simultánea el 1 de enero: cuatro con material original ('Sword & Stone', 'Star Sign', 'Heatwave' y '1985') y una versión en directo de 'Prisoner', disco de 2017 y lo último que publicó antes de lanzarse de cabeza al infierno. Un atracón de más de setenta canciones en las que alterna el country-rock delicado, el rock de raíces, y el punk veloz escuela Replacements. «La guitarra ha empezado a hablarme de nuevo. Sueño canciones como solía hacerlo cuando tenía 25 años. Han sido muchos saltos sobre grietas aterradoras», escribió el pasado mes de septiembre en una entrada de su cuenta de Instagram en la que celebraba dos años de sobriedad.
Volver a volver
Una maniobra de redención con la que el antiguo cabecilla de Whiskeytown culmina un año de lavado de imagen y absolución más o menos pública. Porque, por más que la prensa siga mirando hacia otro lado y haga ver como que no existe, él ha vuelto a llenar teatros y salas de conciertos. El London Palladium, la Ópera House de Manchester, el Carnegie Hall de Nueva York. Precisamente en la Gran Manzana grabó el año pasado 'Return to Carnegie Hall', un directo esencial, sólo guitarra y harmónica, dedicado a sus más fieles seguidores. A los que, en sus palabras, se quedaron con él, le dieron «la mano en la oscuridad» y viajaron para verle regresar al trabajo para el que nació. En el repertorio, sobrias y temblorosas versiones de 'Heartbreaker', su impresionante debut del año 2000; rescates de esos Whiskeytown que hizo volar por los aires a finales de los noventa; y puertas abiertas a una de las carreras más guadianescas, erráticas y absurdamente prolíficas del siglo XXI.
También una de las más controvertidas. Porque, mucho antes del cataclismo público, el de Jacksonville ya apuntaba maneras. Para mal, claro. Conciertos que basculaban entre lo lamentable y lo impredecible (en su debut en Barcelona, borracho como una cuba, se lanzó al público y le birlaron un zapato); trifulcas públicas con compañeros de profesión como Jack White y Jeff Tweedy; encontronazos con periodistas; mensajes vergonzosos en el contestador automático de críticos musicales… En el libro 'Meet Me In The Bathroom', por ejemplo, The Strokes acusaron a Adams de ser una influencia pésima y de haber introducido a uno de los miembros de la banda en la heroína. En Nashville, en pleno concierto, le arrojó dos billetes de veinte dólares («toma una taxi y vete de aquí», le dijo) un tipo que no paraba de pedirle a voz en grito que tocara 'Summer Of 69' de, ejém, Bryan Adams. Poco después, Sabina 'style', se cayó del escenario y se rompió la muñeca.
Obsesivo y manipulador
Nada que ver, sin embargo, con el pozo al que se precipitó en 2019, cuando una investigación de 'The New York Times' desveló que, además de un cretino a jornada casi completa y un músico de genio torrencial, Adams era también un mal bicho de manual. Obsesivo, tiránico y manipulador. En la palestra y en las páginas del rotativo estadounidense, acusaciones de abuso de poder, maltrato y conducta sexual inapropiada. Siete mujeres (entre ellas su exmujer, la actriz Mandy Moore, y la cantante y compositora Phoebe Bridgers) denunciaron que Adams se ofreció a ayudarlas en sus carreras a cambió de relaciones sexuales, amenazaba con suicidarse si lo dejaban, y se presentaba desnudo en habitaciones de hotel de sus exparejas. Moore aseguró que su exmarido torpedeó su carrera musical y Bridgers explicó que, tras su ruptura, Adams canceló su contrato como telonera simplemente porque ya no estaban juntos.
Lo más inquietante, sin embargo, fue la acusación de una chica menor de edad que dijo haber tenido relaciones sexuales por teléfono y «llamadas por Skype en las que Adams se vio expuesto«. Nunca se conocieron en persona pero, según 'The New York Times', intercambiaron miles de mensajes con contenido sexual cuando ella tenía entre 14 y 16 años. «No soy un hombre perfecto y he cometido errores. A aquellas personas que haya hecho daño, sin embargo de forma no intencionada, les pido mis disculpas más profundas y sin reservas. Pero el retrato que pinta el artículo es perturbadoramente inexacto. Algunos de sus detalles no están bien representados; algunos son exagerados; algunos son completamente falsos. Jamás habría tenido ninguna relación con alguien que pensara que era menor de edad», alegó Ryans.
![Adams, antes de la tormenta, en una gala de entrega de los Grammy](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/cultura/2024/01/04/adams1-U23435571173pSn-624x400@abc.jpg)
Su carrera, claro, se fue a pique. Universal paralizó la distribución de 'Big Colour', disco que debía llegar a las tiendas poco después de la publicación el reportaje; se canceló la gira que debía realizar por Reino Unido e Irlanda; los promotores dejaron de llamarlo... El músico borró todas sus cuentas en redes sociales, desapareció del mapa y se fue a vivir con su hermana. Se esfumó. «Por favor, si alguien puede ayudarme. Me encantaría hacer discos o tan solo ser dueño de una casa. Tengo cientos de canciones. No tengo tienda de merchandising y no estoy seguro de por qué. Y tampoco tengo los masters de mis grabaciones. No tengo contrato discográfico, estoy en quiebra», escribió (y, acto seguido, borró) caundo reapareció en Instagram en verano de 2021.
Caso cerrado
Para entonces, la unidad de menores del FBI ya había cerrado la investigación en su contra por falta de pruebas, pero Adams seguía a la deriva. Sin contratos, sin agenda. Sin amigos. Tocó fondo y, parece, volvió para contarlo. «Sé que una disculpa mía no será aceptada por aquellos a los que lastimé. Lo entiendo y también entiendo que no hay vuelta atrás», escribió en una carta publicada en el 'Daily Mail'.
Dejó de beber, empezó a correr cada día y, poco a poco, salió del agujero en el que se había metido. Llegaron entonces los streamings de conciertos caseros a horas intempestivas, la producción nuevamente estajanovista, los conciertos en solitario o junto a The Cardinals. La hiperactividad creativa y los discos a capazos. Antes de la catástrofe, Adams había publicado una veintena de discos, entre ellos el paródico 'Rock N Roll', el hermoso 'Easy Tiger' y su propia versión del '1989' de Taylor Swift.
Desde que volvió de entre los muertos en 2022, lleva ya una docena larga de discos publicados, cinco de ellos esta misma semana, y ha grabado su propia versión de clásicos como 'Nebraska', de Bruce Springsteen; 'Blood On The Tracks' de Bob Dylan; y '(What's The Story) Morning Glory?', de Oasis. «Mi música siempre estuvo destinada a ser un mapa, a darle sentido a los lugares y cosas rotas en una vida. La música me salvó la vida. Todavía lo hace. Cada día», filósofa ahora en Instagram un músico al que sólo le falta decir que de la cancelación también se sale.
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